domingo, 2 de septiembre de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.22





Cuando amaneció, la luz del día llegó acompañada del sol. Tenían que salir o que subir al primer piso para verlo, porque la nieve había tapado las ventanas del piso de abajo. Tan pronto desayunaran y cambiaran a la niña, saldrían para despejar una vez más el camino.
El fluido eléctrico quedó restablecido a las nueve. Demi entró a echarle un vistazo a la niña cuando se encontró con la luz de la cocina. Entonces miró el teléfono, pero seguía sin línea, así que encendió la televisión y conectó con una cadena de Reno antes de llamar a Joe para decirle que ya tenían luz.
Mientras él venía, calentó un poco de leche, para la niña, y tras cogerla en brazos, entró al salón y se acomodó en el sillón.
La niña se había tomado ya la mitad del biberón cuando pusieron un resumen de noticias.
-La pequeña Alexa Todd sigue desaparecida -dijo el presentador al tiempo que la fotografía de un bebé con un vestido lavanda apareció en la pantalla-. Hace ya setenta y dos horas que desapareció, cuando una mujer mentalmente perturbada la secuestró en un mercado local y la dejó posteriormente en un todoterreno grande y rojo. Las autoridades confían en que, ahora que la tormenta ha remitido, el propietario del vehículo se presente ante ellos para facilitar información que pueda conducir a la recuperación de la pequeña de cuatro meses.
La fotografía de la niña fue reemplazada por unos pinos sepultados bajo la nieve y lo que parecía ser una autopista.
-En otro orden de cosas, la tormenta de tres días parece haber remitido al fin, y gran parte del norte de California sigue intentando salir de entre la nieve, después de lo que ha sido la peor tormenta de las dos últimas décadas...
La voz siguió sonando, pero Demi ya no la oyó. Seguía pensando en la fotografía que había visto de la niña. La que había aparecido en la televisión era más pequeña que la que ella tenía en aquel momento en los brazos, pero habría reconocido aquellos ojos en cualquier parte, así como el hoyuelo de la barbilla.
Su niña perdida tenía un nombre... y seguramente unos padres que debían estar sufriendo una tremenda agonía. Imaginarse lo que debían estar pasando, fue lo que puso en marcha a Demi.
Se levantó y le quitó el biberón a la niña, que la miró con los ojos muy abiertos.
-No te preocupes cariño. No pasa nada. Vamos a buscar a tu papá y a tu mamá ahora mismo.
Se acercó entonces al teléfono y se puso el auricular en la oreja. Seguía sin haber línea. Dejó rápidamente a la niña en la cuna y se acercó a Joe para decirle que tenían que ir a la ciudad, y rápido.

Tuvieron que estar tres horas más partiéndose la espalda, pero a las doce consiguieron tener lo bastante despejado el camino para poder salir con el Land Cruiser. Entonces volvieron a entrar a probar el teléfono, pero seguía sin funcionar.
Tardaron unos cuantos minutos más en recoger un poco y comer algo rápido.
Después, Cat dio de comer y cambió de pañal a la niña, y la envolvió en su manta rosa y en otra más para que no tuviera frío. Entonces, con la niña en sus brazos, se colgó de un hombro la bolsa de los pañales y siguió a Joe fuera de la casa.
En el camino, se encontraron a Nestor Brinkman, que trabajaba para el ayuntamiento y que era un par de años mayor que Demi. Nestor conducía una máquina quitanieves, y había decidido pasarse por casa de Demi para echarle una mano, y con la máquina ensanchó el camino que Joe y ella habían hecho.
Demi le dio las gracias.
-No es nada -contestó Nestor, y saludó también a Joe, pero con los ojos puestos en el bulto que Demi llevaba en los brazos-. ¿Qué llevas ahí?
-Un bebé.
-¿Un qué? -Nestor sonrió-. Hay que ver lo rápidos que sois.
Demi lo miró con paciencia.
-Muy gracioso, Nestor.
Joe le explicó brevemente cómo había encontrado al bebé en el coche y que estaban seguros de que era la niña que había desaparecido en Reno hacía unos días.
Nestor casi no podía creérselo.
-Ah, sí. Yo también he oído hablar de lo de la niña. Ha estado saliendo en todos los telediarios.
Demi asintió.
-El teléfono sigue sin línea, así que no podemos llamar a nadie para decírselo. Tenemos que llegar a la oficina del sheriff inmediatamente.
-Buena idea. Encontraréis la carretera despejada hasta la ciudad, y yo voy a llamar por radio a la comisaría para decirles que vais de camino.
El viaje fue muy lento, porque la carretera estaba despejada pero peligrosamente helada. La niña, mecida por el traqueteo del coche, se durmió inmediatamente.
Joe no apartaba la vista de la traicionera carretera y Demi tampoco, casi como si con su voluntad pudiese hacer que el coche avanzase más deprisa. Le parecía muy urgente llegar a la ciudad lo antes posible.
Pero iban los tres tan en silencio, que al cabo del rato su mente empezó a divagar, empezó a darle vueltas a cosas que hubiera sido mejor no tocar. Se dio cuenta de que prisa no era lo único que sentía. Debajo estaba la tristeza y una tremenda sensación de pérdida.
Durante tres días mágicos, Joe y ella habían jugado a ser una familia con aquella niña salida de ninguna parte. Y sin embargo, dentro de un momento, la niña que ahora dormía confiada en sus brazos, volvería con sus verdaderos padres, que era dónde debía estar. Podía no volver a ver jamás aquellos preciosos ojos azules.
Cuidadosamente, le destapó un poco la cara a la niña. Sabía que debía sentirse bien, incluso orgullosa. Joe y ella habían hecho todo lo posible por la niña, que volvería con sus padres sana y feliz. Lo que hubiera podido ser una tragedia se había convertido en una de esas historias que sus padres le contarían cuando creciera, cómo se perdió en una tormenta y fue cuidada por unos amables extraños durante tres días.
Amables extraños.
Eso es lo que Joe y ella serían para la niña. Eso era lo que de verdad eran para ella. No sacaría nada de darle la espalda a la verdad.
El problema es que en algún momento, durante esos tres días mágicos de la tormenta, Demi había traspasado la línea y había empezado a pensar en la niña como suya.
Tal y como había empezado a pensar en Joe.
-¿Demi?
Levantó la mirada y se encontró con el ceño de preocupación de Joe.
-Demi, ¿estás bien?
-Sí. Sí, estoy bien.
Cuando por fin llegaron a la comisaría, se dieron cuenta inmediatamente de que el mensaje de Nestor los había precedido. Wanda Spooner, que era la cuñada de Lizzie y también la representante local de los servicios de Protección de Menores, estaba ya allí.
Dos agentes flanqueaban a Wanda cuando Joe y Demi atravesaron las puertas de cristal que daban a la zona de recepción. Uno de los oficiales era Don Peebles, uno hombre del pueblo. El otro no le resultaba conocido.
-Vaya -exclamó Don-, qué gusto da veros.
Se hicieron rápidamente las presentaciones y entonces Don y el otro oficial llevaron a una sala a Joe para tomarle declaración.
Wanda y Demi se quedaron mirándose la una a la otra por encima del rollito de mantas que ahora empezaba a moverse.
-Trae, yo la cogeré -dijo Wanda, extendiendo los brazos.
Demi le entregó a la niña. Durante el cambio, la manta
cayó al suelo.
-No pasa nada. Puedes quedarte ya con ella -sugi
rió Wanda.
Demi se incorporó con la manta en el brazo, y justo en aquel momento, la niña empezó a gimotear y a estirar las manitas, como si quisiera que Demi volviese a cogerla.
-Vale, vale. No pasa nada -la calmó Wanda.
Demi se aferró a la manta y miró hacia otro lado. Estaba sintiendo un deseo irrefrenable de tirar de la niña y salir corriendo con ella en brazos.
Wanda le colocó bien la manta alrededor del cuerpo.
-Eso es. Así está mejor -dijo, y después miró a Demi-. Ya hemos avisado a los padres. Están de camino.
-Bien. Eso es estupendo -dijo Demi, pero le dolían los brazos del vacío que sentía en ellos.
Wanda siguió susurrándole cosas a la niña, y Demi miró hacia otro lado, deseando estar fuera de allí. Miró más allá del mostrador de recepción hacia donde Joe había desaparecido con los dos oficiales. Ojalá saliera pronto.
-Supongo que debería quedarme con la bolsa de los pañales -dijo Wanda.
-¿Qué?
-La bolsa de los pañales.
-Ah, sí, claro -Demi se la quitó del hombro y se la entregó, pero después recordó que estaba vacía-. Nos quedamos sin pañales el viernes, así que me temo que sólo hay toallas ahí dentro. Hemos estado usándolas de pañales. Y bolsas de plástico por encima para evitar los escapes.
Wanda sonrió.
-Eres muy ingeniosa.
«Ingeniosa es mi segundo nombre, le dijo. Y Joe había contestado: Y yo pensando que tu segundo nombre era Devonne...»
Jamás había disfrutado tanto durante una tormenta.
Jamás se lo había pasado tan bien. Punto. En toda su vida. Joe y ella y la pequeña niña perdida. Una familia instantánea durante tres días maravillosos.
Y ahora todo había terminado. El mundo real volvía a ocupar su sitio.



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