domingo, 9 de septiembre de 2012

The Ex-Boyfriend Of His Sister cap.24



Cuando llegaron a la casa, Joe paró el coche, y cuando Demi abrió los ojos, se encontró con que él le sonreía.

-Hogar, dulce hogar -dijo él.
Demi se forzó a sonreír, y entonces se dio cuenta de la cantidad de cosas que tenía que hacer. Y seguro que él también.
-Sabes? Creo que sería mejor que fueras a tu casa para asegurarte de que todo anda bien por allí... por la tormenta, quiero decir.
Su sonrisa se desvaneció.
-Qué está pasando aquí?
-Nada.
Joe miró primero a través del parabrisas y después a ella.
-Mira, si alguna tubería ha estallado o algo, sólo tengo que llamar a la encargada de mantenimiento. A ti. Es más, incluso podrías venir conmigo ahora.
-No, por favor. Deberías ir a echar un vistazo. Y yo tengo que ir a ver las casas de las que me ocupo para la agencia.
-Demi, ¿qué te ocurre? ¿Qué pasa?
-Nada. De verdad -volvió a mentir-. Yo sólo... me gustaría tener un poco de tiempo para mí misma.
Joe no dijo nada y después le preguntó:
-¿Cuánto tiempo?
Demi no supo cómo contestar a aquella pregunta. El viaje a la ciudad le había mostrado demasiadas cosas. Echaba de menos a la niña y quería a Joe, la niña había desaparecido y Joe estaba... estaba intentando conectar con ella, eso estaba claro. Pero por alguna razón, ella no podía conectar con él.
-¿Cuánto tiempo necesitas, Demi?
Su voz era razonable, casi demasiado razonable. Sonaba incluso peligrosa, y Demi sabía que si no se andaba con cuidado, habría una confrontación, y no creía poder aguantarlo.
-¿Cuánto tiempo, Demi?
-No lo sé...
-Pues más vale que lo hayas averiguado para esta noche, porque voy a llevarte a cenar.
Demi parpadeó varias veces.
-¿Qué vas a qué?
Joe se echó a reír y ella tuvo la certeza de que el momento peligroso había pasado, al menos aquel momento.
-No tienes por qué sorprenderte tanto. Vamos a salir a cenar y no tienes por qué preocuparte, que no es tan complicado. Uno se sienta a la mesa, el camarero le sirve la comida y tú comes y disfrutas de la compañía, es decir, de mí.
Demi fue a decir que no podía, pero él le sonreía con tanta ternura que...
-Por favor...
-De acuerdo.
-Fantástico -exclamó, y la besó brevemente en los labios-. Te recogeré a las siete y media.
Un momento después, Demi estaba de pie en el porche lateral, con la manta en una mano y despidiendo con la otra a Joe. En cuanto se alejó, entró en la casa, dejó la manta, cogió las llaves y salió a revisar las casas.
Dos horas más tarde, estaba de nuevo en casa. Lo primero que percibió al entrar fue lo vacía que parecía su pequeña cabaña. Lo segundo fue la cuna, aún en medio de la cocina, cerca del calor de la chimenea.
Ver aquella imagen le llenó los ojos de lágrimas. No podía soportarlo, así que la cogió junto con la manta y la subió al maletero, que era donde debía estar.
Después, recogió todas las sábanas y toallas que habían tendido dentro de la casa. Uno de los pijamas de la niña se había quedado allí. Con las prisas por salir, se había olvidado de meterlo en la bolsa, y encontrárselo fue la gota que colmó el vaso y a punto estuvo de tirar de él y echarse a llorar hasta que las lágrimas lo calasen, pero consiguió controlarse. Lo dobló cuidadosamente y lo puso sobre las otras cosas que ya había doblado. Más tarde, quizás dentro de unos días, decidiría si estaba dispuesta a hacer el esfuerzo de devolvérselo a sus padres.
Una vez hecho todo eso, volvió a bajar, abrió la nevera y sacó los cacharros llenos de nieve que habían mantenido fresco el frigorífico mientras la tormenta.
Reparó en que había mensajes en el contestador, lo que quería decir que el teléfono volvía a funcionar, pero no fue capaz de obligarse a ver quién había llamado.
Lo que hizo a continuación fue darse una ducha, una larga y tranquila ducha que gastó toda el agua caliente. Apenas había tenido tiempo de vestirse cuando sonó el teléfono.
La verdad es que no le apetecía lo más mínimo, pero no tenía más remedio que hacerlo. No había escuchado los mensajes y la línea llevaba demasiado tiempo cortada, así que se quedó de pie junto al teléfono para ver quién era.
Tal y como había sospechado, era Selena. Demi cogió el teléfono.
-Menos mal -suspiró Selena aliviada-. ¿Qué tal estás?
-Bien. ¿cómo voy a estar?
-¿Cómo puedes estar tan tranquila?
-¿Qué quieres decir?
-Demi, ya lo sabe todo el mundo lo de esa pobrecita niña y Joe. Todo el mundo habla de ello.
-¿Quién es todo el mundo?
-Vamos, Demi. Lizzie me ha llamado, y también Tasha Brinkman. Incluso Rudy Crebs me ha preguntado si he hablado con vosotros y si tenía algo que decirle al periódico. Dice que va a salir en las noticias. Sois héroes, Demi.
-¿Ah, sí?
-Por supuesto. Habéis salvado a esa preciosa niña.
Demi no quería pensar en esa preciosa niña.
-Hemos hecho lo que habría hecho cualquiera.
Selena se quedó un instante en silencio.
Foto: #Regalo un Horario a
el primero que me diga en que País estuvo esta semana Selena XD

 #Valeria♥ [https://twitter.com/OneThingXD] <---Sigueme y te sigo-Demi, ¿qué tal estás? ¿Todo va... bien?
-Todo va bien -Demi se preguntó cuántas veces había dicho eso mismo durante las últimas horas-. Bien.
-Claro -Selena parecía estar intentando convencerse-. ¿Quieres que vaya? -le preguntó con preocupación.
Demi no quería que fuera, pero sabía que Selena y ella tenían que hablar.
-Mira, yo...
Selena no la dejó terminar.
-No importa. Ahora que lo pienso, es un mal momento.
-Pero yo...
-No importa, de verdad. Bueno, ahora tengo que ejarte.
Selena colgó el teléfono antes de que Demi pudiese decir una palabra más.


Joe no encontró nada dañado por la tormenta en su casa. Alguien con un quitanieves, seguramente Nestor Brinkman, había despejado el camino de entrada. Dentro tampoco había daños. Todo parecía funcionar. Cuando revisó los mensajes del contestador, se encontró con el que Cat le había dejado el primer día de la tormenta.
Rebobinó el mensaje tres veces, sólo para oírla pedirle que la llamase para saber que estaba bien. Oírselo decir le levantó la moral, calmó la sensación de inquietud que había estado teniendo desde que la había dejado en su casa.
Demi no era una mujer fácil; en ningún sentido. Pero era evidente por su tono de voz de aquel mensaje que le importaba... y eso había sido antes de los tres días que habían pasado juntos.
Las cosas iban a salir bien, se dijo mientras entraba en el cuarto de baño para darse la ducha con la que había estado soñando los dos últimos días. Sólo tenía que darle tiempo.
Una vez se hubo duchado, llamó al Spotted Owl Restaurant y reservó una mesa
para las ocho. Y en cuanto colgó, el teléfono empezó a sonar.
Durante las horas que siguieron, fue como si todos los periodistas del oeste del país lo hubiese llamado. La historia del desafiante Joe, la mujer del bosque y la niña había corrido como la pólvora, y todo el mundo quería conocerla de sus propios labios.
A los primeros que llamaron no les contó nada que no supieran ya, pero luego se dio cuenta de que ya no tenía por qué seguirle el juego a los medios de comunicación, y conecto el contestador automático.
Para cuando salió de su casa para ir a buscar a Demi aquella noche, cuatro periodistas habían aparecido en su puerta y a los cuatro les había pedido que se marchasen. Cuando cogió Barlin Creek Road, una furgoneta lo siguió.
«Estupendo», se dijo. Estaba intentando pasar una noche íntima y tranquila con la mujer más reservada que había conocido nunca y una furgoneta cargada de periodistas estaba siguiéndolo a su casa.
Mientras Joe conducía hacia su casa, Demi estaba de pie en el baño, vestida sólo con la ropa interior. Estaba estudiando su pelo, que parecía haber sido cortado a mordiscos, sus manos ásperas y su cara lavada y falta de refinamiento en el espejo que tenía detrás de la puerta.
la verdad es que no había mucho a lo que mirar, pensó con tristeza. Y desde luego no era ella la persona que pudiese ganar el corazón de uno de los hombres más atractivos y encantadores que había conocido.
En lo que respectaba a Joe, estaba fuera de perspectiva y tenía que admitirlo.
Él quería invitarla a salir, pero ella no sabía nada de todo eso. Tal y como él se había imaginado desde el primer momento, nunca había salido con chicos. Ni siquiera tenía un vestido que ponerse, razón por la cual seguía en ropa interior diez minutos antes de la hora en que Joe tenía que llegar a recogerla. Y si hubiera tenido un vestido, se sentiría completamente ridícula con él. No había vuelto a ponerse uno desde el funeral de su padre, y aún entonces sólo lo había hecho porque su madre había insistido.

Con un suspiro, Demi abrió la puerta del baño y entró en la habitación. Tendría que conformarse con... ¿con qué? Pues con unos vaqueros y una camisa, ambas cosas nuevas, pero nada femeninas. En el fondo del armario encontró unas botas de cowboy que se había comprado hacía un par de años en un viaje a Tahoe, y mientras se las ponía, se dijo: «¡Vaya! ¡Esto sí que es ir a la moda!».
Cuando hubo terminado de vestirse, entró de nuevo al baño para volver a mirarse en el espejo. Estaba tan poco favorecida como antes, pero vestida.
En ese momento, alguien llamó a la puerta de la cocina.
¡No! Ese tenía que ser Joe.
Fue a gritar que entrase, que la puerta estaba abierta, pero se lo pensó mejor. Durante la tarde, varios periodistas habían llamado a su puerta, y ella los había despedido, pero algunos habían insistido.
Volvieron a llamar a la puerta. Demi volvió a remeterse la camisa por tercera vez, se pasó las manos por las caderas para alisar unas arrugas que no existían y por fin, acudió a abrir la puerta.



1 comentario:

  1. Puede Demi salir mas tierna en la ultima imagen??!
    hahaha esta muy boniiiiitiitaaaa perfectaaaa
    okya, solo eso, sigo con le otro capii!

    ResponderEliminar