miércoles, 5 de septiembre de 2012

Miley's Little Secret cap.22





Cuando Miley volvió al Doble T, Demi regresaba también de su trabajo en la peluquería.
—¿Cómo va todo? —le preguntó cuando salió de su todo terreno rojo.
Miley no sabía qué contestar, pues no tenía ni idea de lo que le había contado Nick. Demi le sonrió comprensiva.
—Sé que Jerry es hijo de Nick. Éste se lo contó a su hermano y
Tale me lo cuenta todo. Pero no te preocupes; los dos sabemos mantener la boca cerrada.
Miley suspiró.
—Nick no quiere decírselo a Jerry todavía, así que supongo que
hay que guardar el secreto. No estaría bien que Jerry se enterara de
quién es su padre por algún niño que se lo oyera a sus padres.
—Jerry parece un niño muy sensato —comentó Demi—. ¿Por qué no se lo decís ya?
—Esa decisión es de Nick —repuso Miley.
Demi parecía opinar igual que su madre.
—Pues en mi opinión es una decisión equivocada —soltó una
carcajada—. Aunque nadie me ha pedido opinión —se acercó más a Miley—. Oye, si necesitas hablar, estoy aquí. ¿De acuerdo?
—Gracias.
—Y no dejes que te mangonee Nick. Con los hombres Miller hay
que tomar postura y no ceder en nada.
«Tomar postura y no ceder».
A Miley no le hubiera importado hacer eso, pero Nick no le daba
ninguna oportunidad. Desde la primera noche, en la que había pasado unos minutos con ella al lado de la piscina, no había vuelto a verlo a solas.
Los días iban pasando. El lunes llegaron los amigos de Jerry de San
Antonio para una visita de cinco días. Montaban a caballo, nadaban en la piscina y pasaban horas en el fuerte del árbol que habían hecho Jerry y Nick. El jueves por la noche invitaron también a tres chicos del pueblo.
Prepararon perritos calientes en ganchos extendidos encima de una
hoguera y Nick montó una tienda en el jardín para que los niños
durmieran fuera.
Los del pueblo volvieron a su casa al día siguiente a mediodía. A las
cinco llegó la madre de Dustin para llevarse a Adam y a su hijo a San Antonio. Tenía familia en Hill Country y los niños y ella pernoctarían allí ese día para no hacer el viaje tan largo.
—Me gustaría que se quedaran más —dijo Jerry, cuando Miley y ella los despedían delante de la casa—. Pero lo he pasado muy bien —de pronto la miró con solemnidad—. ¿Estás bien, mamá?
—Sí —repuso ella.
—Pareces triste.
Miley iba a negarlo, pero se recordó que había prometido no decir más mentiras.
—Puede que un poco.
—¿Por culpa de Nick?
—¿Por qué dices eso?
—No lo sé… ¿Quieres irte a casa?
Miley pensó un momento en aquello. En lo fácil que sería estar en su casa de San Antonio llevando su vida, sin Nick cerca en todo momento.
—Supongo que echo un poco de menos nuestra casa —confesó—. ¿Y tú?
El niño frunció el ceño pensativo.
—No. Supongo que no. Me gusta esto.
—Entonces nos quedamos.
—De acuerdo —sonrió él.
Entraron en la casa con Elvis. Jerry se dirigió a la habitación de
juegos del sótano a jugar con la videoconsola. Miley subió las escaleras hasta el dormitorio amplio y alegre que le había asignado Nick y se puso a abrir la correspondencia que había hecho que le enviaran desde San Antonio. Mientras abría y clasificaba facturas, pensaba que tendría que hablar con Nick y convencerlo de que ya era hora de contarle la verdad a Jerry.
Nick llegó a casa desde el bufete y se detuvo justo en el interior de
la puerta. La casa estaba tan silenciosa que conoció un momento de
soledad. Lo primero que se le ocurrió fue que Miley y Jerry se habían ido.
Imposible. Ella no se atrevería.
La señora Haldana salió al vestíbulo desde el comedor.
—Señor Miller…
—¿Dónde están Jerry y su madre? —preguntó él con ansiedad.
—El chico está en el cuarto de juegos. La señora ha subido a su habitación.
Nick sintió un gran alivio… y una especie de debilidad.
—Gracias.
La mujer se volvió por donde había llegado y Nick bajó al cuarto de
juegos, donde encontró a Jerry tal como le habían dicho. El niño se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas y estaba inmerso en un juego de monstruos. Una criatura verde explotó de pronto en la pantalla gigante.
—¡Muerto! —gritó Jerry. Elvis, tumbado a su lado, levantó las
orejas. Miró a Nick, movió la cola y soltó un gruñido de saludo. Jerry le lanzó una mirada rápida y siguió con los dedos pegados a los controles—. Hola. ¿Quieres jugar?
Elvis se levantó y se acercó. Nick le rascó detrás de las orejas.
—Tal vez más tarde.
—Está bien.
—¿Tu madre está arriba?
—Creo que sí.
El perro volvió a tumbarse en el suelo y Nick volvió a las escaleras.
Subió deprisa hasta la planta baja, pero después aflojó el paso y siguió su camino sin hacer ruido. No quería que ella lo oyera acercarse, aunque se negaba a pensar por qué.
La puerta de la habitación estaba abierta, así que se detuvo en el
umbral y la miró anhelante.
Sabía que ella también se sentía atraída por él, porque se lo había
dicho ella misma. Y, sin embargo, él la evitaba.
Pero ahora, observándola desde el umbral, se preguntó por qué. ¿Qué sentido tenía? Cierto que lo que había hecho era imperdonable y que no podía confiar en ella, pero seguía sintiendo un fuerte anhelo por ella.
Vivían en la misma casa, ¿y por qué tenía que pasar las noches solo,
ansiando su contacto y su calor, su suavidad y su dulzura?
¿Por qué tenía que permanecer despierto atormentado por recuerdos de aquella noche de tantos años atrás?
¿Por qué negarse aquello cuando ella le había dicho con toda claridad que también lo deseaba? Cierto que Miley había roto sus sueños de tener una vida juntos. Ahora sabía que eso sólo había sido una fantasía tonta.
¿Pero por qué no podía poseerla, si negándose eso sólo conseguía
desearla aún más?
La observó girar un poco en la silla y tender el brazo hacia un cajón.
Entonces lo vio y se quedó inmóvil con el brazo extendido y el pelo sedoso cayéndole sobre un hombro. Contuvo el aliento y se enderezó.
—Nick, no te… —le temblaba la boca.
Él observó su rostro inolvidable, los rasgos delicados y la boca
exuberante. El ojo izquierdo ya no estaba hinchado y había dejado de llevar la venda. El corte en la sien, cruzado con puntos, se veía rojo y feo.
—¿No qué? —preguntó él con suavidad.
Miley tragó saliva.
—No sabía que estabas ahí.
Nick se encogió de hombros y entró en la habitación.
—¿Nick? —preguntó ella con voz ronca. Se levantó de la silla—.
¿Qué haces?
Él cerró la puerta. Miley se llevó una mano a la boca.
—¿Quieres que me vaya? —preguntó Nick.
Miley dejó caer la mano a un costado. Tragó saliva y lo miró a los ojos.
—No —susurró—. Quédate, por favor.
Y él se acercó y la tomó en sus brazos.




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