Miley metió las manos en los bolsillos del abrigo mientras corría hacia su apartamento. Los copos de nieve caían sobre su cabeza y el viento la helaba hasta los huesos.
Había sido un día espantoso y, para empeorar las cosas, estaba teniendo que soportar las nauseas matinales y un cansancio abrumador.
Cuando llegó a la esquina dejó escapar un suspiro de alivio. Una manzana más y estaría en casa. Y en cuanto estuviera en su apartamento se pondría el pijama y se metería en la cama para dormir doce horas.
Ah, qué vida tan alegre, pensó, irónica. Antes podía funcionar con tres o cuatro horas de sueño, pero el embarazo la había convertido en una marmota.
Estaba tan perdida en sus pensamientos que no vio el coche que se detenía a su lado y dio un respingo cuando Nick la tomó del brazo.
–¡Qué susto me has dado! –Sube –dijo él–. Hace un frío horrible en la calle.
–Estoy a una manzana de mi apartamento.
Nick la empujó suavemente hacia el coche y, suspirando, Miley decidió no protestar.
–No me has devuelto las llamadas –dijo él, después de indicarle al chófer que siguiera adelante–. Nunca estás en casa cuando vengo a buscarte y tus amigas no saben dónde estás.
–Aquí, pare aquí…
–No vamos a tu casa.
Miley se dejó caer sobre el respaldo del asiento, suspirando.
–Sé que he estado evitándote pero, de verdad, no quiero hablar de eso esta noche. Estoy agotada y hablar de ello me pondría de mal humor.
Para su sorpresa, Nick esbozó una sonrisa.
–Al menos eres sincera.
–¿Dónde vamos? –A un sitio donde creo que mejorará tu humor. ¿Qué ocurre, Miley? ¿Por qué no devuelves mis llamadas? Pensé que teníamos un acuerdo. Ni siquiera sé si has ido al ginecólogo…
–Aún no he ido. Ya te dije que cuando fuera podrías ir conmigo.
–Dijiste muchas cosas, pero he tenido que secuestrarte para poder hablar contigo –le recordó él.
–He estado ocupada –insistió Miley–. Tengo muchas cosas en la cabeza, incluyendo cómo voy a mantener a mi hijo. Estoy muy estresada… Puede que tu vida no vaya a cambiar radicalmente, pero la mía sí.
Nick hizo una mueca y ella lamentó haber sido tan antipática. Sabía que Nick estaba haciendo un esfuerzo. Pero no era fácil acostumbrarse al embarazo y todo lo que significaba. ¿Cómo podía nadie soportar un giro de ciento ochenta grados en su vida como si no hubiera pasado nada? Tal vez algunas personas podían hacerlo, pero Miley no era una de ellas.
–¿Crees que esto solo es difícil para ti? –le preguntó Nick–. Es horrible no saber si estás bien, si el bebé está bien. ¿Te gustaría vivir con esa incertidumbre?
–Lo siento, sé que tienes razón –al ver su expresión angustiada, Miley lo abrazó y, aunque Nick se quedó momentáneamente
sorprendido por el impulsivo gesto, por fin le devolvió el abrazo–. Lo siento – repitió ella–. Esto no se me da bien. Tú no mereces que te trate así.
–¿Qué tal si hacemos un pacto? No me dejes fuera y nos llevaremos bien.
Miley asintió con la cabeza, contrita.
–Tengo una sorpresa para ti que aliviará algo del estrés que estás sufriendo.
–¿En serio? ¿Qué es?
–Ya lo verás.
Después de tan críptico comentario, Nick volvió a arrellanarse en el asiento y fue mirando por la ventanilla hasta que el chófer se detuvo en una zona de tiendas. Luego abrió la puerta del coche y alargó una mano para ayudarla a bajar.
En cuanto estuvo en la acera, Miley clavó los ojos en el local de la esquina… y se quedó helada al ver el cartel.
«Miley’s, catering a medida».
Era de color rosa, moderno y femenino. Absolutamente perfecto.
Atónita, dio un paso adelante para mirar por el cristal del escaparate. El interior tenía una zona para mesas a la izquierda y un mostrador a la derecha, con estanterías detrás. Incluso había una caja registradora.
–Nick, ¿qué has hecho? Cuando se volvió para mirarlo vio que estaba sonriendo, satisfecho.
–¿Quieres entrar para ver si te gusta?
–Sí, sí, claro… El interior era precioso.
Las paredes habían sido decoradas con fotografías de pasteles y magdalenas de todo tipo…
–Demi me ha ayudado mucho.
–No me lo puedo creer.
Nick señaló una puerta al fondo.
–Será mejor que vayas a ver la cocina. Espero que te guste.
Miley pasó la mano por el mostrador, atónita. Podía verse en aquel sitio. De hecho, prácticamente podía oler los pasteles que podría preparar allí.
Y cuando entró en la cocina se detuvo de golpe. Era sencillamente perfecta.
Había electrodomésticos de última generación, hornos de acero, dos enormes neveras y un congelador en la parte de atrás.
Todo lo que podría necesitar estaba allí, en su cocina, en su negocio.
Estaba tan emocionada que se le doblaron las rodillas. Sabía que debería rechazarlo… por muchas razones. Para empezar, el alquiler debía ser altísimo en aquella zona de la ciudad.
Pero otra parte de ella se negaba a rechazar tan generoso regalo.
Nick había invertido mucho tiempo y esfuerzo…
–¿Te gusta? –le preguntó él.
No iba a rechazarlo, pensó, con el corazón encogido. Si estaba tan decidido a ayudarla sería una ingratitud decir que no.
–¿Que si me gusta? –exclamó Miley–. ¡Me encanta! Por segunda vez, le echó los brazos al cuello y él dio un paso atrás, a punto de perder el equilibrio.
–No te preocupes, será un éxito. No voy a malgastar tu inversión.
Nick se apartó para mirarla a los ojos.
–Es una buena inversión, estoy seguro. Y es un regalo, el alquiler está pagado durante dos años, tiempo suficiente para que puedas obtener beneficios.
–No puedo creer que hayas hecho esto por mí con lo mal que me he portado contigo… no sé cómo darte las gracias.
–Este regalo viene con condiciones –dijo Nick entonces–. Tienes que prometerme dos cosas: una, que dejarás de evitarme. Y la segunda, que contratarás a un empleado para que no tengas que trabajar demasiado.
Miley sonrió. Nick era tan gracioso cuando se ponía serio…
–Muy bien, prometo hacerlo.
Con el dinero que se ahorraría en el alquiler del local podría pagar a un empleado.
–No puedo darte lo que mereces, pero sí puedo darte esto –dijo él entonces–. Eres la madre de mi hijo y haré todo lo posible para que tanto el bebé como tú estéis bien atendidos.
Qué fácil sería amar a aquel hombre que juraba no tener amor que dar, pensó ella.
Incapaz de evitarlo, Miley se puso de puntillas para darle un beso en los labios, notando que contenía el aliento. Por mucho que dijera, la deseaba. Pero Miley se negaba a usar esa atracción contra él.
–Gracias –dijo de nuevo, antes de apartarse.
Nick se aclaró la garganta.
–Vamos a cenar. Tenemos muchas cosas que discutir y quiero que me cuentes tus planes para la tienda.
esto es todo lo que subo por hoy chicas mañanas subo mas noves
las quiero comenten mucho♥
No hay comentarios:
Publicar un comentario