viernes, 3 de febrero de 2012

LEGALLY MARRIED "JEMI" cap.16


Toda la segunda planta estaba en silencio. Uno de los empleados del servicio había estado en su habitación mientras se bañaba, porque las mantas habían sido
retiradas y su camisón estaba extendido sobre la cama. También habían cerrado las gruesas cortinas.
Era evidente que todos esperaban que se acostara a dormir, pero Demi sentía más curiosidad que cansancio, a pesar de la tormentosa aventura vivida.
En su primer paseo por el castillo había descubierto la galería de retratos de la familia, que abarcaba todo el pasillo entre las habitaciones de invitados y la escalinata principal, y esa misma mañana había contemplado las pinturas fugazmente. Además, después de haber leído las lápidas de la familia, estaba deseando ponerles caras a todos aquellos ancestros de Joe. Abrió un centímetro la puerta del dormitorio y sacó la cabeza. No había nadie por allí, así que se apretó el cinturón del albornoz y salió de puntillas. Las arañas brillaban en todo su esplendor, una tras otra a lo largo del alto techo del corredor. Lyndall Jonas fue el primero en aparecer, retratado con unos cuarenta y cinco años de edad, sujetando la empuñadura de una espada que apuntaba al suelo. Demi se fijó en el rostro.
Era tan parecido a Joe… Siguió avanzando, recorriendo todas las generaciones de la familia Jonas hasta llegar al padre de Joe, cuyo retrato estaba situado en el extremo opuesto. Entre Lyndall y su descendiente actual había doce generaciones; doce retratos de hombres a un lado del pasillo. Y en el otro lado había retratos de mujeres. Retrocedió y volvió a observar el retrato de Lyndall. La gran escalinata estaba justo detrás de él en la pintura, así que debía de haber sido él quien había construido el castillo. Resultaba tan extraño estar en un lugar, y ver ese mismo lugar en un cuadro de más de tres siglos… Con sólo pensar que el pirata Lyndall Jonas había caminado por esos mismos pasillos, se estremecía por dentro.
–Asusta, ¿verdad?
La voz de Joe apareció de la nada. La mullida alfombra había ahogado el ruido de sus pasos.
Sin embargo, por alguna razón, Demi no se sobresaltó.
–Se parece mucho a ti –dijo, mirando a uno y después al otro.
–¿Quieres ver algo todavía más extraño? –Joe avanzó hacia el lado de los retratos femeninos.
Demi fue detrás de él.
–Emma Cinder –dijo, señalando un cuadro en particular–. Era la esposa de Lyndall.
Erguida como una vara, la mujer estaba sentada frente a una vieja mesa de madera, cosiendo. El cabello, largo y pelirrojo, lo llevaba recogido en un moño de
trenzas. Vestía un traje verde por encima de una blusa semitransparente, con mucho escote y una cenefa de encaje que apenas le cubría los pezones. Tenía las
mejillas sonrosadas y unos labios rojos carnosos. Sus ojos, de un color intenso, estaban rodeados por una tupida cortina de pestañas.
–Vaya –dijo Demi–. Viéndola así, ¿quién se atrevería a decir que es tu tatara-tatara-tatara-abuela?
Joe soltó una carcajada.
–Mírala un momento.
Demi arrugó los párpados.
–¿Qué tengo que buscar?
–El cabello cobrizo, los ojos intensos, esos labios con forma de corazón, la barbilla…
Confundida, Demi volvió la vista hacia Joe.
Él le acarició el cabello, todavía húmedo.
–Se parece mucho a ti.
–No.
–Ya lo creo que sí.
–De acuerdo. Puede que un poco –admitió ella, pensando que debía de haber miles de mujeres en la ciudad con esos ojos y el cabello cobrizo.
–Puede que mucho.
–¿De dónde era? –preguntó ella, sintiendo gran curiosidad por aquella mujer aventurera.
–Era de Londres –dijo Joe–. Según tengo entendido, era costurera. La hija de un tabernero.
–¿Y se casó con un pirata?
–Él la raptó.
–No es cierto.
Joe se inclinó hacia ella como si le fuera a susurrar algo al oído.
–La metió en su barco –dijo, con una voz profunda y casi siniestra–. Y creo que hizo todo lo que quiso con ella hasta llegar al otro lado del Atlántico.
Le apartó el pelo de la cara y, por alguna razón, Demi reparó en la ropa que llevaba puesta en ese momento.
Debajo del albornoz blanco, no llevaba nada más, y la temperatura de su piel subía por momentos. De repente notó que se le había abierto la solapa y que Joe se había dado cuenta.
El silencio estaba cargado de electricidad.
Ella sabía que debía cubrirse rápidamente, pero las manos no le respondían.
Joe se volvió hacia ella y la mano que la tocaba en el hombro se deslizó hasta su cuello.
–A veces creo que lo tuvieron muy fácil –le dijo él en un susurro poderoso.
–¿Quiénes? –preguntó ella, casi sin aliento.
–Los piratas –dijo él, agarrándole la solapa del albornoz con la otra mano–. Hacían lo que querían, y dejaban las preguntas para más tarde.
Le tiró del albornoz y la atrajo hacia sí al tiempo que sus labios aterrizaban sobre los de ella con fuerza, calor y decisión. Ella se tambaleó un instante, pero él la sujetó de la cintura mientras la besaba.
Un momento después le agarró el cinturón del albornoz y empezó a tirar hasta soltar el nudo. Metió la mano por dentro y volvió a agarrarla de la cintura, apretándose contra sus pechos desnudos. Ella susurró su nombre, entreabrió los labios y le dejó entrar en su boca. Los pezones se le habían endurecido y un delicado cosquilleo los recorría por dentro. Relajando los muslos, abrió las piernas ligeramente y él dio un paso adelante, rozándola con el tejido vaquero de sus pantalones. Demi sintió olas de deseo que la sacudían por dentro.
Entre cuadro y cuadro, Joe la acorraló contra la pared de piedra y le agarró los pechos, colmándola de besos al mismo tiempo y quitándole por fin el albornoz, dejándola completamente desnuda. Entonces retrocedió un momento y la miró de arriba abajo.
–Eres maravillosa –le dijo, volviendo a besarla y acariciándola por todas partes, las caderas, el abdomen, los pechos…
Demi contuvo el aliento al sentir sus manos sobre los pezones; una sensación casi dolorosa, pero exquisita.
Joe entrelazó sus dedos con los de ella, le levantó los brazos y, apoyándose contra la pared, exploró su cuerpo con la boca, marcándola con besos ardientes desde los labios hasta los pechos, buscando sus pezones y chupándoselos hasta hacerla perder la razón. Demi gimió su nombre. Pero él siguió adelante, volviendo a besarla en los labios y deslizando las manos sobre sus pechos una vez más, frotándole los pezones con los pulgares. Ella enredó las manos en su cabello y le hizo besarla con más fuerza. Poco a poco, Joe deslizó una mano sobre su vientre hasta llegar al fino vello, y más allá. Ella le rodeó con los brazos y se apretó más contra él, escondiendo el rostro contra su cuello y probando el sabor de su piel. Él le introdujo los dedos y Demi sintió una sacudida de placer. Gritó su nombre y un arrebato de deseo la cegó por completo.
Desesperada, le desabrochó el botón del pantalón y le bajó la cremallera.
Él la agarró del trasero, la levantó en el aire y la apoyó contra la fría pared.
–¿Tienes protección? –recordó ella de pronto.
–Sí –dijo él.
–Rápido –le suplicó ella–. Por favor, rápido.
Joe se preparó y un segundo después estaba dentro de ella, deslizándose hacia lo más profundo de su ser y lanzando rayos de placer que la atravesaban por todos lados. Con los puños apretados y los pies contraídos, Demi se dejó llevar por la urgencia de su cadencia desenfrenada. El alto techo de la habitación giraba a su alrededor, los relámpagos iluminaban los ventanales y los truenos
sacudían las entrañas del castillo.
Se inclinó contra él, tratando de rozar cada rincón de su piel. Y así comenzó a sentir unas contracciones de placer que se propagaban como una onda expansiva. Volvió a gritar su nombre. Él le respondió con un gruñido profundo. Y entonces la tormenta, el castillo y sus propios cuerpos vibraron al unísono…




Un capitulo mas de esta nove qe cada vez se pone mejor jeje Besos espero os guste!!

1 comentario:

  1. WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW!!!! LA VERDAD ESTA NOVE SE PONE CADA VEZ MEJOR!!!!! JAJA ME ENCANTO EL CAPI!!!! ESPERO EL PROXIMO, BESOTESSS

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