domingo, 21 de octubre de 2012

White Lies cap.27




Nick estaba tan furioso cuando vio a Lucas caminando hacia él que tuvo ganas de golpearlo. Pero se esforzó para contener su rabia. Lo único que quería del hombre que tenía delante era una explicación por lo que había hecho.
Sin decirle a Lucas por qué, lo había llamado y le había pedido encontrarse con él en Laverne Square, una zona nueva de Houston, cerca del parque Madaris Office.
Nick se levantó del banco donde estaba sentado al ver la mirada de curiosidad de Lucas.
–Nick, ¿no te llegó el mensaje que te mandé diciéndote que el tipo que querías que investigara está limpio? Te lo dejé en el buzón de voz la semana pasada.
–No es por eso por lo que quería hablar contigo –repuso Darius, intentando ocultar su amargura.
 Lucas arqueó las cejas.
–Ah. ¿Entonces, qué pasa?
Nick lo miró a los ojos.
–Estoy aquí por la mentira que me contaste sobre Miley Martindale.
Lucas le sostuvo la mirada durante un instante antes de apartar la vista para mirar a una fuente. Se quedó callado un momento y Nick se preguntó si iba a responder. Entonces, Lucas volvió a mirarlo.
–Tenía un pasado horrible con ese novio loco suyo. Sólo te iba a causar problemas. No te convenía.
Nick se puso tenso al escuchar sus palabras. Era como si Lucas creyera que tenía derecho a tomar aquella decisión por él.
–Te equivocaste, Lucas. Ella no me iba a causar problemas y tú sabías lo que sentía por ella. No sólo me convenía, sino que la amaba.
–Tienes mucho que aprender de las mujeres, Nick. No puedes enamorarte así de ninguna, ni admitir que la amas.
Nick lo miró fijamente un momento.
–La verdad es que hay mucho que tú tienes que aprender sobre ellas –replicó Nick en tono cortante–. Y reconocer a una mujer buena está al principio de la lista.
Lucas lo miró frunciendo el ceño.
–No hay mujeres buenas.
Lucas tenía problemas psicológicos graves, pero Nick pensó que no eran asunto suyo. En lo que a él respectaba, lo que Lucas le había hecho era imperdonable. Cuando pensaba en todos los años que había perdido, pudiendo estar con Miley, años en los que había repudiado hasta su nombre… sintió ganas de matar a Lucas. Tanto sufrimiento por nada. Sólo por sus mentiras.
Asqueado y sin nada más que decir, Nick se giró para irse.
–Eh, hombre, espera, somos amigos, ¿verdad? ¿No te has enfadado, no? –preguntó Lucas de buen humor.
Nick dejó de andar y miró por encima del hombro. Sus miradas se encontraron. Lucas recibió la respuesta a su pregunta sin necesidad de palabras.
Sin embargo, Nick quiso asegurarse de que lo comprendiera.
–No. Nuestra amistad murió el mismo día en que me mentiste. Yo la amaba pero, como pensé que eras mi amigo, te creí. Un amigo de verdad no habría hecho lo que tú hiciste.
Sin decir más, Nick se alejó.

Miley estaba a punto de irse a la cafetería cuando vio que uno de los guardas de seguridad escoltaba a un hombre mayor, muy elegante, hacia la entrada del centro. No hacía falta ser muy lista para darse cuenta, por la forma en que el hombre caminaba, de que se trataba de alguien poderoso, alguien importante, lo que significaba que sólo podía ser un miembro del Club de Ganaderos de Texas. Kevin Novak le había advertido de que, durante los próximos meses, era probable que algún miembro del club se pasara por allí para ver cómo iba el centro, ya que les había pedido más dinero para hacer ampliaciones.
Esbozando la más amplia de sus sonrisas, Miley se acercó a la entrada para saludarlo.
–Bienvenido a Helping Hands –dijo ella, tendiéndole la mano–. Soy Miley Martindale, la trabajadora social.
El hombre le estrechó la mano y la miró.
–Así que tú eres la jovencita que está causando tanto revuelo…
Miley se esforzó por no dejar de sonreír cuando reconoció su voz. Él era con quien había hablado por teléfono cuando había llamado pidiendo más guardas de seguridad.
–¿Revuelo? –preguntó, sin poder evitarlo y sin gustarle la forma en que aquel hombre la miraba por encima del hombro.
–Sí. Yo soy Sebastian Huntington, miembro del Club de Ganaderos de Texas.
–Encantada de conocerlo, señor Huntington.
Él no respondió que el placer fuera mutuo. En vez de eso, miró a su alrededor.
–Las cosas parecen muy tranquilas por aquí. No entiendo por qué hacen falta dos guardas. Pero parece ser que has logrado convencer a Kevin Novak de lo contrario.
Miley estuvo a punto de decir que la razón por la que las cosas parecían tranquilas era que todo el mundo se sentía más seguro con dos guardas, pero no le dio tiempo.
El hombre volvió a mirarla por encima del hombro y se le adelantó.
–Y a ese Nick Franklin, que es obvio que está encaprichado contigo. También él ha estado hablando mucho de tus virtudes en las reuniones del club –comentó Huntington y, con gesto burlón, escrutó el rostro de ella–. Ahora entiendo por qué.
Miley se mostró sorprendida.
–¿Nick?
–Sí. Es uno de nuestros miembros más recientes.
¿Nick era miembro del club?, se preguntó Miley, confundida.
–¿Desde cuándo es miembro?
El hombre frunció el ceño, mirándola como si hubiera hecho una pregunta estúpida.
–No lo suficiente como para que sus amigos y él puedan creerse importantes. Sólo lleva un año en el club.
Miley asintió.
–Ah, entiendo.
Y lo más triste era lo que entendía. Nick la había mentido.



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