¿PARA QUÉ?, se pregunto Nick mientras apuraba su bebida.
Debía de ser porque la idea le resultaba divertida, especialmente que Miley tuviera que pretender ser su novia.
Pero no podía decirlo. Además, había otra razón que podía convencer a la sorprendentemente sentimental Miley.
–Como ya te he dicho antes –dijo él– , las abuelas despiertan en mí ternura.
La mía fue maravillosa conmigo. No sé qué habría hecho sin ella.
Sin ninguna duda, no habría tenido éxito en la vida.
Era ella la que lo había llevado a jugar al fútbol con trece años y así había terminado convirtiéndose en portero. Le había hecho creer que podía superar cualquier cosa y convertirse en lo que quisiera.
–Murió antes de que pudiera darle la vida que se merecía –añadió.
No se había dado cuenta hasta después de su muerte de lo mucho que había hecho por él y de lo que significaba en su vida. En aquel momento era un joven egoísta de veintidós años que acababa de firmar su primer contrato con un equipo inglés de la liga de primera división. No había vuelto a Australia para el funeral de su abuela y después se había arrepentido.
Le había conmovido que Miley hubiera pasado la noche junto a la cama de su abuela para que no muriera sola. Era evidente que la anciana significaba mucho para ella.
–Está claro que estás muy unida a tu abuela –dijo él.
–Así es –replicó Miley, emocionada–. Me crió después de que mis padres murieran en un accidente de avión.
–Entiendo.
A él también lo había criado su abuela después de que su madre muriera, pero no quería pensar en eso en aquel momento.
–¿Qué contestas a mi sugerencia? –preguntó sin demasiado entusiasmo.
Era muy tarde para retirar su ofrecimiento.
–Tengo que confesar que me siento tentada, pero no creo que podamos fingir que nos queremos. Ni siquiera nos caemos bien.
–Cierto.
–No tienes por qué estar de acuerdo conmigo –dijo ella–. ¿Qué es
exactamente lo que no te gusta de mí?
–¿No querrás que te lo diga, verdad?
–Por supuesto que sí.
–Muy bien, tú lo has querido. En primer lugar, tu aspecto.
–¡No le pasa nada a mi aspecto!
Nick enarcó una ceja y al instante, ella se sonrojó.
–Después, tus modales.
–¿Qué pasa con mis modales?
–Bueno, reina del hielo es una buena definición –dijo y continuó–: Si pudiera convencerte de que llevaras el pelo suelto de otra forma, sería estupendo. ¿Crees que podría hacerlo?
–No voy a hacer lo que tú quieras, Nick Jonas.
–Y por último, la principal razón por la que no me
–Y por último, la principal razón por la que no me caes bien es porque no te caigo bien. ¿Por qué no?
–¿No querrás que te lo diga, verdad?
Nick sonrió. Quizá no tuviera imaginación, pero sí una lengua afilada.
–Lo cierto es que no creo que me caigas mal. Eres una compañía muy agradable.
Miley no dijo nada y se limitó a dirigirle otra de sus miradas cortantes.
–¿Tienes novio, Miley? –preguntó bruscamente.
–No seas ridículo. ¿Crees que si tuviera novio estaría en esta tesitura?
–Tener novio no quiere decir que hayas encontrado al hombre perfecto. Pero déjame que te lo pregunte de otra manera: ¿te acuestas con alguien?
Sus ojos se volvieron aún más fríos.
–No tengo novio en este momento.
–Ah.
–¿Qué significa ese «ah»?
–Nada, tan solo «ah».
–Lo dudo. No crees posible que pueda tener novio, ¿no? Crees que soy demasiado fría.
Tenía razón, pensó Nick fascinado. Daría lo que fuera por derretir parte de ese hielo.
Tenía que tener cuidado con ella durante el fin de semana.
–Lo que creo es que algún hombre te ha hecho daño en el pasado y tienes una opinión equivocada del sexo masculino.
Por cómo abrió los ojos, adivinó que estaba en lo cierto.
–Muchas mujeres guapas a las que les han hecho daño, tratan
inconscientemente de hacer cosas que las hagan menos atractivas para que no vuelvan a fijarse en ella. Algunas cambian su aspecto engordando, otras visten tratando de disimular su femineidad. Lo que me parece…
El sonido de su teléfono lo interrumpió.
–Discúlpame –dijo sacando el teléfono y fijándose en la pantalla para ver quién lo llamaba.
Maldita fuera. Era Delta.
Miley agradeció la interrupción. La descripción que estaba haciendo Nick se parecía demasiado a la realidad. Inconscientemente, sabía por qué se estaba comportando de aquella manera, pero ningún hombre se lo había dicho a la cara.
No le gustaba. La hacía sentirse débil y vulnerable, incluso cobarde,
aunque no lo era, ¿no?
La idea la atormentaba. Demi siempre le estaba diciendo que debía volver a dar una oportunidad a los hombres. Pero ¿qué sabía Demi? Estaba casada con un gran hombre, fiel y cariñoso, que nunca haría nada que la hiciera sufrir. Nunca conocería el dolor que se sentía cuando le partían el corazón no uno, sino dos hombres.
Miley sabía que no podía arriesgarse a sufrir esa clase de dolor porque, si le ocurría una tercera vez, estaba segura de que no lo soportaría.
Tenía que admitir que en ocasiones se sentía muy sola. A veces le gustaría que su vida hubiera sido diferente. Si hubiera encontrado a alguien honesto cuando era más joven… Las experiencias de la vida la habían vuelto más dura, a la vez que más sensata. En la actualidad, cada vez que conocía a un hombre atractivo, no se dejaba engañar por su aspecto.
Sabía que Nick Jonas era de la clase de hombres que le rompían el
corazón a una mujer y no le quitaba el sueño.
Pero no era tan malo, admitió mientras lo miraba por encima del borde de su copa. Era evidente que podía ser amable.
–Hola –dijo en el teléfono–. ¿Cómo van las cosas?
Se había dado la vuelta para hablar, pero Miley podía oírlo con claridad. El bar estaba empezando a llenarse, pero todavía no había demasiado ruido y la música no había empezado a sonar.
–Así que aburrido, ¿eh? –continuó Nick–. No, estoy en el bar Ópera
tomando una copa con alguien del trabajo.
Miley frunció el ceño, consciente de que Nick estaba siendo evasivo con quien fuera que estuviera hablando por teléfono. ¿Sería su novia? Seguramente tendría una. Por lo que tenía entendido, siempre tenía alguna relación. Se le habría olvidado cuando se había ofrecido a fingir ser su media naranja.
¿Qué pensaba decirle a su novia si aceptaba su sugerencia? no se
imaginaba que hubiera ninguna mujer a la que le pareciera bien que su novio se hiciera pasar por el novio de otra, por muy inocente que fuera la situación.
–Te llamaré esta noche, cariño –oyó que decía, confirmando sus sospechas de que hablaba con su novia–. Adiós.
Colgó y volvió a girarse para mirarla.
–¿Por dónde íbamos? –preguntó, guardándose el teléfono.
Miley decidió echar un jarro de agua fría.
–No creo que a tu novia le guste la idea de que te hagas pasar por el novio de otra. ¿O acaso pensabas no contárselo?
Su mirada se volvió más fría que la de ella.
–Delta no es mi dueña, Miley. Además, este fin de semana se ha ido a una conferencia a Melbourne.
–¿Quieres decir que ojos que no ven, corazón que no siente?
–Lo cierto es que iba a contárselo luego, cuando la llame esta noche.
–Sí, claro –dijo Miley sin poder disimular la ironía en su voz.
Por su experiencia, el segundo rasgo que caracterizaba a los hombres como Nick era mentir a sus novias.
–Sí, de verdad. Pero ya veo que no me crees.
–¿Acaso importa lo que crea? Bueno, de todas formas da igual, porque he decidido no aceptar tu oferta.
–¿Y por qué?
–Porque daría lugar a mayores complicaciones. Mi abuela cumplirá ochenta años dentro de poco. Si su salud mejora, mi familia querrá organizar una fiesta y ella querrá que vaya con mi nuevo novio para conocerlo. Sinceramente, no puedo pretender que pases por eso también. No dejarían de preguntarnos cuándo nos casaríamos. Sería una bola de nieve que cada vez se haría más grande. Será mejor que vaya a casa este fin de semana y diga que hemos roto.
Nick se encogió de hombros.
–Si eso es lo que quieres hacer, de acuerdo. Pero a Delta no le importará.
–Si crees eso, es que no conoces bien a las mujeres.
Creo que ahora debería irme –añadió, preocupada porque en cualquier momento empezara a llegar gente del trabajo–. Gracias por la copa y por el ofrecimiento.
Ha sido muy amable de tu parte, pero no es una buena idea.
Se terminó la bebida y se levantó.
–Te veré el viernes que viene a las tres.
–Escucha –comenzó Nick antes de que pudiera escaparse–, voy a darte mi número de móvil para que me llames en caso de que cambies de opinión.
¿Tienes un bolígrafo en el bolso? Seguro que sí –añadió sonriente.
–Sí, pero…
–Tan solo apúntalo, Miley. Uno nunca sabe.
–Está bien –dijo y anotó el número en el reverso de una de sus tarjetas.
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