I Don't Want To Love You Cap.13

John bajó del coche y se disponía a abrirle la puerta, pero Miley no le dio tiempo. Subió los escalones de la entrada y estaba a punto de llamar al timbre cuando decidió no hacerlo. Ya que había llegado hasta allí no iba a arriesgarse a que Nick no respondiese.
De modo que empujó la puerta y lo llamó a gritos: 
–¡Nick! ¿Dónde demonios estás? 
Nada. No hubo respuesta.
–¡Baja ahora mismo! Un momento después oyó pasos y Nick  apareció al final de la escalera, con el ceño fruncido.
–¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Ocurre algo? 
Si pudiera, subiría los escalones de dos en dos y le daría un puñetazo en la nariz. ¿Tenía la cara de actuar como si no hubiera pasado nada? –Has arruinado el día más emocionante de mi vida y me gustaría saber por qué.
Nick bajó la escalera a paso lento y cuando llegó abajo la miró con frialdad.
No había un brillo de simpatía en sus ojos, nada de la amistad que le había mostrado durante esos meses.
–¿Se puede saber qué te pasa? 
–¿Has venido hasta aquí para preguntarme eso? 
–He venido aquí porque pensé que éramos amigos y que tu hijo te importaba un poco. Pero los amigos no hacen lo que has hecho tú. Me has dejado sola en la clínica y quiero saber qué demonios te pasa.
–No todo tiene que ver contigo, Miley.
–Pensé que éramos amigos, pero un amigo nunca haría eso, Nick – le espetó ella, antes de darse la vuelta. Había sido una estupidez ir allí, el único sitio en el que no era bienvenida desde la noche que se acostaron juntos.
Debía recordar que Nick nunca había vuelto a invitarla a ir allí y que estaba inventando la peligrosa fantasía de un futuro con aquel hombre.
–No te molestes en acudir a la siguiente consulta –le dijo mientras se dirigía a la puerta–. Prefiero ir sola.
–Miley… Lo siento –se disculpó Nick entonces–. Por favor, no te vayas así.
Miley se dio la vuelta.
–¿Por qué voy a quedarme? Es evidente que no me quieres aquí y, la verdad, no sé ni para qué nos molestamos en fingir que somos amigos. Lo mejor será que cada uno vaya por su camino… 
–No me gusta que nadie venga aquí –la interrumpió él–. No es nada personal. Pero quédate, por favor. Siento mucho haberme marchado de esa forma. Sé que he arruinado tu momento… 
–Nuestro momento –lo corrigió Miley–. Era un momento importante para mí, pero también para ti y para el bebé. Y lo único que quiero es olvidarlo. ¿Cómo voy a explicarle a mi bebé que su padre desapareció en cuanto le dijeron que iba a tener un hijo? Las lágrimas que había intentado contener mientras iba hacia allí resbalaron por su rostro y Nick la abrazó con fuerza, tanta que apenas podía respirar.
–No llores –susurró–. Lo siento mucho, Miley, tú no mereces esto.
Perdóname, por favor. Y entonces la besó, un beso ardiente, casi desesperado, como si su necesidad de ella fuera más importante que nada en el mundo.
Y Miley sintió su pena, su incertidumbre, su desesperación. Había tanta emoción en él que era casi tangible.
No podía seguir mostrándose fría y distante cuando Nick estaba
derrumbándose, de modo que le devolvió el beso, pasando una mano por su cara en un gesto de comprensión, de perdón.
Él la tomó en brazos como si no pesara nada y la llevó a uno de los dormitorios del piso de abajo. La depositó sobre la cama, mirándola con ojos hambrientos, y Miley se quedó sin aire cuando se inclinó sobre ella para buscar su boca una vez más.