Era el gran día y Miley había estado despierta toda la noche, cocinando, limpiando, decorando y, básicamente, estresándose. Siendo la maravillosa amiga que era, Selena se había quedado con ella hasta el amanecer. Miley había enviado a Demi a casa mucho antes. La pobre estaba a punto de dar a luz y no podía pasar una noche en vela.
Pero todo el mundo había prometido volver a las nueve de la mañana para la gran inauguración.
–Todo ha quedado precioso, Miles –dijo Taylor–. ¿A qué hora llegan los empleados?
Miley miró su reloj.
–Deberían haber llegado ya.
–Necesitas descansar, cariño. Pareces agotada.
–No hay descanso para los nuevos empresarios –bromeó Miley.
En ese momento sonó la campanita de la puerta. Era una de sus empleadas y Miley le dio instrucciones para que colocase en las estanterías las magdalenas que faltaban por colocar mientras ella daba un último repaso al local.
Satisfecha cuando todo estaba en orden, fue al lavabo a arreglarse un poco. Lo que realmente necesitaba era una ducha, pero no tenía tiempo de ir a casa.
–¿Estás ahí, Miley?
Taylor y Emily estaban al otro lado de la puerta, con bolsas de cosméticos en la mano.
–Hemos venido a maquillarte y arreglarte el pelo –anunció Emily.
Miley se sentó sobre la tapa del inodoro, aliviada por tener unos minutos para relajarse. Su sueño estaba a punto de hacerse realidad.
No todo había ido exactamente como ella había planeado, pero no cambiaría absolutamente nada.
Quería a su hijo con todo su corazón, con una fuerza que la sorprendía. No había imaginado que pudiera conectar de esa forma con un ser humano que aún no había nacido. Incluso le hablaba durante el día y le cantaba por las noches o le leía cuentos mientras estaba tumbada en el sofá después de un largo día de trabajo.
Su hijo le había dado un propósito en la vida y estaba más decidida que nunca a triunfar y a ser una madre de la que el niño estuviera orgulloso.
Su madre siempre había estado más preocupada por su propia felicidad que por la de su hija, pero ella jamás sería así. Su niño sería la persona más importante de su vida.
Emily y Taylor no dejaban de reír y charlotear mientras la arreglaban y Miley sabía que lo hacían para tranquilizarla.
Cuando estaban dándole los últimos retoques, Demi y Selena entraron en el café.
–¡Tienes que venir a ver esto! –gritó Dems, tirando de su mano.
Miley se quedó helada al ver un montón de gente en la puerta del local, esperando que abriese. Y sus empleados, gracias a Dios, lo tenían todo preparado.
Cuando sus ojos se llenaron de lágrimas, Demi lanzó un grito:
–¡No llores o se te correrá el rímel!
Miley rio, abrazando a sus amigas.
Cinco minutos después, por fin abrió el café y estuvo trabajando sin parar durante horas. Eran más de las doce cuando levantó la mirada y vio a Nick entrando en el local.
–Ve a saludarlo –dijo Demi–. Yo me encargo de la caja registradora.
–¿Seguro? Llevas mucho rato de pie.
–Estoy perfectamente –dijo su amiga–. Además, he comido un montón de magdalenas y estoy fuerte como un toro.
Miley sonrió mientras salía de detrás del mostrador para saludar a Nick.
–Parece que hay mucha gente –dijo él.
–Es fantástico, no puedo creérmelo. Llevamos toda la mañana trabajando sin parar.
Nick esbozó una sonrisa.
–¿Tienes unos minutos para mí?
–Sí, claro. Y te invito a un café.
Miley le sirvió un café, con un cruasán y una magdalena recién hecha, antes de llevarlo a la trastienda.
–Ay, Dios mío, no voy a poder levantarme –murmuró cuando se dejó caer sobre una silla.
–¿No has dormido bien? –le preguntó él, con cara de preocupación.
–No he dormido nada.
–Deberías descansar, Miley. Eso no puede ser bueno para el niño.
–No, ya lo sé. Es que tenía que prepararlo todo para la inauguración, pero en cuanto cierre me iré a casa y me meteré en la cama, no te preocupes.
Nick se quedó callado un momento, mirándola con gesto inseguro.
–Quería ver qué tal iban las cosas el primer día, pero sobre todo quería decirte otra vez cuánto siento lo que pasó en la clínica. Sé que no vas a creerme, pero de verdad estoy intentando lidiar con la situación.
–Sí, te creo. Pero dime lo ricas que están mis magdalenas de fresa.
Al ver que miraba con recelo la magdalena, Miley tomó un poco de crema y la puso sobre sus labios.
Él se echó hacia atrás, sorprendido, pero luego sacó la punta de la lengua para probarla…
–Tienes razón, está muy rica.
–Te gustan, ¿eh?
–Mucho –respondió Nick–. ¿Esto significa que me has perdonado? Miley inclinó a un lado la cabeza.
–Eso depende. ¿Dónde vas a llevarme a cenar esta noche? Estoy muerta de hambre y quiero un buen filete. Mi niño y yo necesitamos carne roja.
Después de decirlo esperó la inevitable reacción negativa de Nick al recordar el hijo que esperaban, pero no hubo ninguna reacción. Al contrario, en realidad casi parecía aliviado.
–Buena idea –dijo por fin–. Reservaré mesa temprano para que puedas irte a la cama cuanto antes. Tengo una reunión por la tarde, pero volveré antes de la hora de cerrar y te llevaré a tu apartamento por si quieres cambiarte de ropa.
–Eso suena estupendo.
Nick se levantó.
–Has hecho un buen trabajo, Miley. Y yo diría que la gente que ha venido opina lo mismo. Tienes un éxito entre las manos.
–Y te lo debo a ti –dijo ella–. Si tú no hubieras conseguido este local tan estupendo seguramente aún seguiría buscando.
–Tú has trabajado mucho y te lo mereces.
Miley asintió con la cabeza, pero le entristecía la formalidad con la que se trataban y anhelaba la amistad que había habido entre ellos en los últimos meses. Si no podían tener una relación íntima, al menos podrían ser amigos.
Cualquier cosa sería mejor que aquella relación tan distante, tan circunspecta.
De modo que lo abrazó en la puerta y Nick se inclinó para darle un beso en la mejilla.
–Nos vemos en unas horas, pero no trabajes demasiado, ¿de acuerdo?
Miley levantó una mano para tocarle la cara.
Nunca sabía dónde estaba con él y eso la sacaba de quicio. Pero una cosa era segura: no pensaba esperar eternamente mientras él tomaba una decisión.
wow me encanto voy a seguir hasta que termine el mini maraton.
ResponderEliminarmuchas gracias por este regalo tan hermosoo...
nileyy...