martes, 16 de octubre de 2012

Irresistibly Charming cap.5







Luego, buscó la salida, aliviada al no haberse encontrado con nadie del trabajo. Cuando llegó al muelle, tomó el ferry para volver a casa y se sentó en un rincón, contenta de volver a estar a solas con sus pensamientos.
Una vez su cabeza se tranquilizó y los latidos de su corazón se
estabilizaron, Miley supo que había tomado la decisión correcta al rechazar el ofrecimiento de Nick.
Era ridículo, por muy tentada que se sintiera.
Además, sería muy difícil mantener aquella farsa, siendo tan evidente que no se llevaban bien. Sí, había hecho lo correcto. Pero todavía se estremecía ante la idea de decirle a su familia que era mentira que hubiera encontrado a su hombre perfecto. Tenía su orgullo.
No, haría lo que había pensado hacer en un principio: pondría alguna excusa por la que Nick no había podido acompañarla ese fin de semana. Más adelante, si su abuela continuaba mejorando, diría que habían roto porque Nick no quería casarse. Eso también salvaría su orgullo. Si su abuela no se recuperaba, pensó Miley con el corazón en un puño, entonces no importaría. Al menos, moriría feliz.
Después de que el ferry atracara en Manly Wharf, Laura empezó a subir la colina que llevaba a su casa. La decisión estaba tomada. Habría sido muy gratificante haber vuelto a casa del brazo de un hombre como Nick solo por ver la cara de sus tíos, que nunca dejaban de pasar la ocasión sin recordarle lo poco afortunada que era con los hombres.
Lo cierto era que no la apreciaban. Su tío Bill la había tomado con ella desde el momento en que había ido a vivir a casa de sus abuelos y su madre había preferido a aquella nieta antes que al hijo que Dolly y él habían tenido.
Aquello no debía ser una sorpresa, pensó Miley, puesto que todos los hombres de la familia Stone eran odiosos, especialmente su abuelo. Jim había sido un machista de primer orden. Lo habían seguido su hijo y su nieto, en la convicción de que eran superiores y de que las mujeres existían para satisfacer todas sus necesidades. Después de vivir en casa de sus abuelos, Miley había comprendido por qué su madre se había ido de casa en cuanto había tenido edad
suficiente y por qué había acabado casándose con un hombre como su padre quien, además de ser un hombre fuerte, también era compasivo y atento en su trato con los demás, sobre todo con las mujeres. Había sido abogado y Miley lo había querido mucho.
Sin embargo, nunca había soportado a su abuelo y apenas había sentido su muerte. Incluso después de muerto, su abuelo Jim había conseguido enfadarla, dejando todos sus bienes a su hijo en vez de a su esposa. Había intentado convencer a su abuela para que impugnara el testamento, pero se había negado diciendo que no le importaba porque Bill le había prometido cuidar de ella hasta su
muerte.
En opinión de Miley, eso no era suficiente. La casa en la que su abuela había vivido durante los últimos cincuenta años debía ser suya. Sin embargo, parecía relegada al papel de la pariente necesitada, dependiente de la caridad de su hijo. Todo lo que le había quedado a su abuela era una pensión miserable de veinte mil dólares al año. Pero Miley había hablado con su tío y lo había
convencido de que subiera la cantidad al menos hasta cuarenta mil, bajo la amenaza de que, si no lo hacía, usaría todo su poder e influencia hasta conseguir que su abuela impugnara el testamento.
Naturalmente, su insistencia no había caído bien, pero al menos su tío había hecho lo que le había pedido.
Claro que él había hecho creer a los demás que había sido su idea y Miley no había querido decir nada al ver lo contenta que se había quedado su abuela, probablemente porque nunca nadie la había tratado tan bien. Varias veces en los cinco años que habían transcurrido desde la muerte de su abuelo, Miley había intentado convencer a su abuela de que se fuera a vivir con ella a Sídney, pero no había tenido éxito. Decía que era una mujer de campo y que no sería feliz viviendo en la ciudad.
«Y no es que mi casa no sea acogedora», se dijo Miley al abrir la puerta de la valla de su casa.
Era una casa de tres dormitorios que había pertenecido a sus padres y que había heredado tras su trágica muerte. Su abuelo había intentado venderla al irse a vivir con ellos, pero su abuela, que había sido la albacea del testamento, no había dado su consentimiento para hacerlo. Así que los muebles fueron
guardados y la casa alquilada hasta que Miley volvió a Sídney para estudiar en la universidad, momento en el que tomó posesión de la casa.
Desde entonces, había sido feliz viviendo allí.
Miley metió la llave en la puerta principal, consciente de que, en cuanto abriera la cerradura, Rambo aparecería por el pasillo, maullando a la espera de su comida.
Y así fue. Dejó el bolso en la mesa de la entrada, tomó al gato en brazos y lo acarició.
–¿Qué tal tu día? –preguntó dirigiéndose a la cocina.
Una vez en la cocina, dejó a Rambo en el suelo y se dispuso a servirle su comida favorita. Acababa de tirar a la basura la lata de carne cuando su teléfono sonó. Al no ser el móvil, supuso que no era Demi ni ningún compañero de trabajo.
Las únicas personas que conocían su teléfono fijo eran los televendedores y su familia.
Miley descolgó el teléfono de la pared de la cocina.
–¿Hola?
–Por fin doy contigo –dijo su tía Dolly al otro lado de la línea–. Te llamé antes, pero no estabas.
Miley miró el reloj de la pared. Eran solo las cinco y media. Rara vez volvía a casa antes de las seis los viernes.
–Podías haberme llamado al móvil –dijo Miley–. Te di el número.
–Bill dice que no llame a móviles. Dice que las llamadas cuestan una fortuna.
Miley suspiró.
–Ya no, tía Dolly. De todas formas, ¿qué querías?
No le pasa nada a la abuela, ¿verdad?
–No, tu abuela está bastante bien. Te llamo porque me lo ha pedido Shane.
Shane era su único hijo y había heredado las cualidades de los hombres de la familia . No había dejado de fastidiar a Miley desde el día en que se fue a vivir con sus abuelos. Su familia había vivido en la casa de al lado. Por suerte, al acabar la escuela primaria, su abuela la había mandado a un colegio privado en Sídney, algo que siempre había agradecido. Su abuelo había protestado al principio diciendo que era muy caro, pero su abuela había insistido, alegando que el coste podía ser asumido por la herencia de Miley. Sus padres habían contratado buenos seguros de vida que, al morir en un accidente, habían duplicado su cuantía.
Miley había disfrutado mucho del colegio, no así de las vacaciones. Su primo siempre se había encargado de fastidiárselas. Había que admitir que con la edad había cambiado, especialmente desde que se casara con una mujer que no toleraba su comportamiento grosero. Lo cierto era que la última vez que se habían visto, la había sorprendido siendo muy amable con ella. Pero no acababa de
imaginar por qué le había pedido a su madre que la llamara.
–¿Qué quiere?
–Quiere saber si tu nuevo novio es el mismo Nick Jonas que fue
portero de fútbol hace unos años. Su padre dice que no es probable, teniendo en cuenta que sale contigo, pero le prometí que te preguntaría.
Shane dice que, si es, le gustaría conocerlo.
–¿Y si no lo fuera?
–¿Cómo?
Mileu apretó los labios. Ciertamente eran una familia peculiar.
–Nick es, o más bien era, un conocido portero.
Lo sabía porque uno de sus compañeros de trabajo al que le apasionaban los deportes, le había hablado del éxito internacional de Nick.
–¡No puedo creerlo! –exclamó su tía–. Shane se va a poner muy contento. Ya sabes cuánto le gusta el fútbol.
Lo cierto era que Miley no lo sabía. Apenas se había relacionado con Shane en los últimos años.
–Debo reconocer que me sorprende que te hayas echado novio y más aún, que sea alguien famoso.
Precisamente le estaba diciendo a Bill el otro día que ibas a acabar
convirtiéndote en una solterona. No es que seas fea, pero no tienes suerte. Eres demasiado tajante con tus opiniones y a los hombres no les gusta eso, ya sabes. Y tu manera de vestir… Bueno, no es muy femenina. Pero supongo que todo el mundo tiene una media naranja. Y ¿cuántos años tiene ese señor Jonas? Seguro que no es joven.
Miley no pudo decir nada. Se había quedado sin palabras tras los
comentarios de su tía.
Pero mientras trataba de encontrar qué decir, Miley tomó la decisión de no ir sola a aquella casa al día siguiente. ¡De ninguna manera!
–Si te digo la verdad, tía –dijo por fin–, no sé cuántos años tiene Jonas exactamente. 
–Deberías saber cuántos años tiene tu novio.
¿Cuánto tiempo dices que llevas saliendo con él?
–Hace un par de años que nos conocemos por asuntos de trabajo, pero hemos empezado a salir hace poco.
–O sea, que la cosa todavía no va en serio.
–Va muy en serio. No creerás que vendría a casa para conocer a la abuela si no fuera en serio, ¿verdad?
–¿Cómo? ah, no, claro que no. ¿A qué hora crees que llegaréis?
Miley cerró los ojos y rezó para que Nick no cambiara de opinión.
–Alrededor del mediodía.
–¿Podría ser un poco más tarde? –dijo su tía–.
Digamos a eso de las tres. Así no tendré que preparar la comida, además de la cena y la comida del día siguiente.
Es demasiado trabajo.
–No pensábamos quedarnos a pasar la noche –protestó Miley.
–No seas tonta, claro que sí. Ya he comprado la comida y el vino. Además, tu abuela quiere que te quedes el fin de semana, no solo unas horas. No querrás disgustarla, ¿verdad?
–No, claro que no –contestó Miley.
Su cabeza empezó a dar vueltas. ¿Cómo demonios iba a mantener aquella farsa tantas horas? ¿y si Ryan se negaba a ir con ella? El que le hubiera dado su número de teléfono no era garantía de que dijera que sí una segunda vez.
–Entonces, te veremos mañana a las tres, ¿verdad?
–De acuerdo –convino Miley.
–Y una cosa más, Miley. Tráete un vestido para cenar. No quiero verte con esos vaqueros desgastados que llevas siempre.
Miley respiró hondo y a punto estuvo de decir algo, pero se dio cuenta de que su tía había colgado. Furiosa, se quedó mirando el auricular unos segundos antes de soltarlo.
Si había alguien que podía enfadarla más que su tío, era su tía. Era una mujer estúpida e insensible. Miley sintió lástima de su abuela por tener que vivir con semejantes personas. Se merecía algo mejor después de haber vivido cincuenta y cinco años con su insoportable esposo.
Al reparar en los sentimientos de su abuela, Miley pudo ver con cierta perspectiva todo aquel asunto del fin de semana. Se había metido en la boca del lobo ella sola. Por su abuela, tenía que fingir que era la novia de Nick algo más que unas cuantas horas. Tenía que olvidarse de su orgullo y llamarlo para decirle que había cambiado de opinión y que aceptaba su ofrecimiento. Si se negaba,
tendría que suplicarle que fuera con ella.
La idea de ofrecerle sexo a cambio surgió en su cabeza. Era una idea tan tonta, que se rio. Como si la idea de acostarse con ella pudiera convencer a un hombre como Nick de hacer algo. Probablemente lo hiciera salir corriendo en dirección contraria.
Sacudió la cabeza y salió al pasillo para buscar su bolso y sacar la tarjeta en la que había anotado su teléfono.
Se le hizo un nudo en el estómago al empezar a marcar el número. ¿Qué haría si se negaba? 
Miley se ponía mala solo de pensarlo. Apretó el botón de llamada y comenzó a rezar.


1 comentario:

  1. TE VOOOOOOOOOY A MATAAAAAR
    MICHELLE
    ME DEJAS CON LA CURIOSIDAD PEGADA
    Y NO VOY A PODER DORMIR POR TU
    CULPA
    :l
    DIOOS!
    MORIRÉ
    OKNO!
    SUBE PRONTO QUE ESTA NOVE ESTA MUY DIVERTIDA
    TE QUIERO
    XOXOX

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