sábado, 28 de enero de 2012

LEGALLY MARRIED "JEMI" cap.8


La cena de la Cámara de Comercio fue un sueño hecho realidad para Demi.
Conoció a gente agradable y profesional, y salió de allí con la sensación de haber conocido a la flor y nata del mundo de los negocios de Nueva York. Joe había
cumplido su promesa. Ya era casi medianoche cuando finalmente subieron a su enorme yate para regresar a Manhattan. Al igual que la suite del Sterling, el barco demostraba que a Joe le gustaba tener lo mejor y que además podía permitírselo. Miley tenía
razón. Podía gastarse lo que quisiera en la reforma del edificio Jonas sin apenas darse cuenta.
–Es un paseo muy agradable –dijo ella una vez más, sentándose en un cómodo butacón.
El área de descanso estaba situada en una plataforma de madera, junto a un jacuzzi que estaba en la popa del barco. La zona estaba protegida por una mampara de cristal, pero eso no impedía disfrutar de unas vistas maravillosas. Joe se sentó a su derecha, de cara a la popa.
El capitán encendió los motores y muy pronto el barco comenzó a deslizarse como si nada hacia el exterior de la bahía.
–Es más lento que un helicóptero –dijo Joe–. Pero de noche me gusta más.
Demi miró hacia arriba y contempló el rutilante cielo nocturno. La luna estaba en cuarto creciente y unas cuantas estrellas se hacían visibles más allá del resplandor de la ciudad.
–¿Tienes un helicóptero?
–Nick tiene los helicópteros. Mi empresa sólo tiene barcos.
–Háblame de los piratas –le dijo ella de repente, recordando la acalorada discusión entre Nick y Miley–. Nunca había conocido a nadie con unos ancestros tan pintorescos.
–¿Quieres algo de beber o de comer?
Ella sacudió la cabeza, se quitó los zapatos y dobló las rodillas por debajo de los muslos.
–Si me tomo otra copa de champán, empezaré a cantar como en un karaoke.
–Entonces que sea champán –él se incorporó con una sonrisa pícara en los labios.
–Mejor que no te atrevas –le advirtió ella, moviendo un dedo–. Créeme. No querrás oírme cantar.
Él volvió a sentarse, se aflojó la corbata y se pasó la palma de la mano por el cabello. Con la brisa nocturna agitándole el cabello y ojeras de cansancio alrededor de sus oscuros ojos, tenía un aspecto desarreglado que resultaba arrebatadoramente sexy.
–Volviendo a lo de los piratas –dijo ella, haciendo un esfuerzo por contener ese brote de deseo–. ¿Es cierto?
–Depende de lo que hayas oído –dijo él, encogiéndose de hombros.
–He oído que desciendes de un pirata, un enemigo declarado de un ancestro de Nick, y también sé que ambos hicieron un pacto hace más de trescientos años en lo que ahora es Serenity Island. He oído que el origen de tu fortuna es un tesoro robado –añadió, sintiendo un poco de envidia sana.
–Bueno, es cierto –dijo Joe–. Por lo menos hasta donde sabemos.
–Eso me pareció –Demi se rió, recordando la discusión durante el partido de béisbol.
–Nick se empeña en fingir que su familia era honrada. Supongo que tiene más escrúpulos que yo –dijo él, quitándose la corbata.
–¿Tú no tienes? –preguntó ella, sin poder resistirse.
–Eso dirían algunos.
–¿Y tendrían razón?
–No voy a contestarte a eso –la miró fijamente.
–¿Estás intentando confundirme? –le preguntó ella, sin saber si bromeaba o no.
–No estás precisamente de mi lado.
–Yo pensaba que habíamos hecho un trato.
–Estoy intentando tranquilizarte un poco –le dijo él. Su oscura mirada y el tono de su voz eran suaves, pero sus palabras recomendaban precaución.
–Y yo estoy tratando de construir una obra maestra para ti –dijo ella en un tono bromista.
Él suspiró y pareció relajarse un poco.
–Estás tratando de construir una obra maestra para ti misma.
–Ahí te doy la razón –dijo ella.
–Entonces, ¿quién tiene menos escrúpulos aquí?
–Yo tengo escrúpulos, pero intento ser práctica.
–¿Qué has decidido entonces? –le preguntó él de pronto.
–¿Sobre qué? –preguntó Demi, desconcertada.
–Mi edificio. Llevas dos semanas trabajando en ello. Dime qué tienes en mente.
Enseguida Demi vio adónde quería llegar. Por eso se había afeitado tan bien esa mañana. Le había tendido una trampa para sonsacarle información. Se puso en pie y retrocedió hacia la barandilla de la borda. La cubierta de madera
estaba fría y lisa bajo sus pies descalzos.
–Oh, no. No voy a empezar con eso.
–Necesitarás que te dé algunas indicaciones en algún momento. Bien podría ser… –él se levantó también.
–Aha –dijo ella.
La brisa le agitaba la falda del vestido contra las piernas y le deshacía el recogido. Varios mechones de pelo batían en el viento.
–Nada de comentarios. Es mi proyecto.
–Pero yo tendré que darle el visto bueno al diseño final.
Las olas se hicieron más grandes y Demi se agarró con fuerza de la barandilla.
–¿Qué parte es la que no entiendes? Me diste carta blanca.
–La parte en la que firmo el cheque –Joe dio unos pasos adelante.
–Ambos firmamos el cheque.
Él se acercó aún más. Toda pretensión de afabilidad se había desvanecido y ya sólo quedaba el frío hombre de negocios, intimidante y prepotente.
–Muy bien. Y ojalá que ambos quedemos satisfechos tanto con el diseño como con los honorarios.
–No hay límite de presupuesto en este proyecto.
Él se detuvo de golpe y puso una mano sobre la barandilla, dejándola sin escapatoria.
–No voy a dejar que arruines esta empresa.
–Como si yo pudiera hacer tal cosa. Llevar a la ruina a
Jonas 
Transportation. Creo que me sobreestimas –dijo Demi, intentando mantenerse impasible ante su cercanía.
El barco se elevó sobre una ola y Joe perdió un poco el equilibrio, acercándose más a ella.
–¿Quieres ver los libros de cuentas?
–Quiero ver un nuevo skyline en Manhattan.
–Esa forma de hablar es lo que me asusta, Demi –le dijo, mirándola con una intensidad difícil de soportar.
El corazón de la joven se aceleró. Él la miraba con una expresión decidida y contundente. Y sus labios llenos e implacables estaban demasiado cerca.
Demasiado cerca.
Un fino sudor empapó las sienes de Kaitlin, y también su escote, su espalda... Él estaba a unos centímetros de distancia. Podía agarrarla en cualquier
momento, besarla, devorarla… Tragó con dificultad. El deseo de arrojarse a sus brazos era tan intenso que hablar sobre los planes de renovación no era más que
un mal menor.
–Tenía intención de dar algo más de luz –le dijo. Su voz sonaba sexy y ronca, pero no podía evitarlo–. Más cristal. Un vestíbulo más amplio y elevado.
Despachos más grandes.
De repente le sintió cada vez más cerca. ¿Acaso se había movido o era sólo
producto de su imaginación?
–Si son más grandes entonces habrá menos despachos.
Ella le dio la razón.
–¿Sabes lo que cuesta el espacio en mitad de Manhattan? –dijo él, pero su advertencia pareció más bien una caricia.
–¿Sabes lo que vale la posibilidad de impresionar a tus futuros clientes? –le contestó ella, aferrándose a la última pizca de coherencia que le quedaba.
De repente Joe la notó más cerca. ¿Acaso se había aproximado un poco más?
–¿Crees que a los fabricantes de piezas de tractores y de electrodomésticos les importa el aspecto de mi vestíbulo? –le preguntó.
Demi sintió el roce de su aliento sobre los labios.
–Sí.
Se miraron en silencio durante unos segundos, inspirando y espirando, muy lentamente. El rugido del motor del barco llenaba el espacio a su alrededor. De pronto algo peligroso brilló en los ojos de Joe y Demi sintió una reacción
instantánea. Una ola de calor recorría cada rincón de su cuerpo, despertando un hormigueo que se propagaba por todo su ser.
–La gente que fabrica piezas para tractores también tiene entradas para el Lincoln Center. Sí que les importa tu vestíbulo.
–Es un edificio. No una obra de arte.
El yate batió contra las olas y la mano de él rozó la de ella.
–Puede ser las dos cosas –dijo ella, sofocando un gemido.
–¿Demi? –le dijo él de repente. Sus ojos relampagueaban de deseo.
Entreabrió los labios y se acercó aún más.
El barco volvió a remontar el oleaje rebelde y Demi tuvo que aferrarse a la barandilla. Él estaba prácticamente encima de ella.
Las Vegas… Allí la había besado. ¿Cómo lo había dudado alguna vez?
Elvis los declaró marido y mujer y entonces Joe la estrechó entre sus brazos y le dio un beso apasionado e interminable; tanto así, que no se separaron hasta oír las ovaciones de los invitados. De hecho, era un milagro que no hubieran pasado la noche juntos.
¿Pero por qué no lo habían hecho? Demi recordaba haber subido al ascensor con un par de compañeras de trabajo, y después había entrado en la habitación del hotel a duras penas. Se había desplomado en la enorme cama de
matrimonio, completamente vestida, pero… Ni rastro de Joe.
Sin embargo, las cosas eran muy distintas en ese momento.
Él estaba allí. Y estaban solos. Y ella lo recordaba todo. No quería hacerlo, pero no podía evitarlo. Recordaba el tacto de sus labios, la fuerza de sus brazos, el sabor de su boca, el cosquilleo abrasador que le recorría la piel. Y quería sentirlo todo de nuevo. Lo deseaba desesperadamente. Por fin, no fue capaz de resistir la tentación y se inclinó un poco más hacia él.
Joe tomó sus labios bruscamente. La agarró de la espalda y la apretó contra su propio cuerpo, besándola con frenesí. Ella se pegó a él todo lo que pudo. Le rodeó el cuello con ambos brazos y entreabrió los labios. Joe
murmuraba su nombre y recorría su espalda con la palma de la mano. De pronto su lengua caliente la invadió, arrancándole un gemido desde lo más profundo de
su ser.
Él cambió de postura y se puso de espaldas a la barandilla de borda. Con la mano que tenía libre le acariciaba la mejilla y le tocaba el cabello, el cuello, los hombros… Le bajó un tirante del vestido y comenzó a besarla en el hombro,
dejando un rastro de fuego sobre su piel sensible.
Los besos, la pasión… Le arrebataban el aliento. Demi enredó los dedos en el cabello de Joe y se apretó aún más contra él, entreabriendo los muslos y dejando que él metiera una pierna entre ellos. Un momento después la mano de
él estaba sobre su pecho, tocándola y acariciándola mientras la devoraba a besos.
El barco volvió a menearse y ambos perdieron el equilibrio, pero Joe fue rápido y pudo agarrarla a tiempo. Demi podía sentir su aliento sobre la oreja.
–¿Estás bien? –le preguntó él.
–Yo… –dijo ella, sin aliento, confundida.
¿Qué estaba haciendo? Habían pasado de los planes de reforma a los besos en un abrir y cerrar de ojos.
Él la sujetaba con fuerza, pero los dos guardaban silencio, respirando con dificultad.
–¿Estás pensando lo mismo que yo? –le preguntó él finalmente, acariciándole el cabello.
–¿Que nos hemos vuelto completamente locos?
–Eso se acerca bastante –dijo él, soltando una carcajada.
–No podemos hacer esto.
–¿En serio?
–Tienes que soltarme.
–Lo sé –dijo, pero no se movió ni un milímetro.
–Te estoy chantajeando, y tú tratas de ganarme la partida en todo momento. Además, nos vamos a divorciar.
–Siempre y cuando los dos lo tengamos claro –dijo él.
Demi sintió mariposas en el estómago, pero decidió ignorarlas. No podía dejarse llevar por la atracción que sentía por Joe Jonas y, desde luego, no podía permitirse el lujo de besarlo, o algo peor. Eran enemigos. Y ésa era la última oportunidad que tenía para recuperar su carrera y su vida. El deseo sexual no tenía nada que ver con todo aquello.


Hello... espero os hayan gustado los capis... Besos!!!!

1 comentario:

  1. ME ENCANTARON LOS CAPIS!!!! ESTUVIERON GENIALES!!!!! JAJA SEGUILAS!!! JAJA Y ESTA NOVE CADA VEZ SE PONE MEJOR! JAJA Y LA OTRA NI TE CUENTO JAJA , BESOTES Y ESPERO EL PROXIMO CAP DE CADA NOVE , BESOTES!

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