martes, 17 de enero de 2012

"Darling enemy" Niley♥ cap.7

DESDE la ventana de la habitación donde dormía Miley  cada vez que iba a pasar una temporada a Gray Stag se veían las Rocosas. Estaba decorada en tonos azules y blancos, con cortinas de encaje y una cama con dosel.
Mientras cerraba la maleta, tras haber colocado la ropa en el armario y en los cajones de la cómoda, Miley  se preguntó quién habría ocupado esa habitación en la mansión original, en Borgoña. La madre de Nick y Selena tenía ascendencia francesa, y uno de sus antepasados, al emigrar a Canadá, había hecho copiar el diseño de la casa para que su esposa no sintiera tanta nostalgia. Mientras que la mansión original databa del siglo dieciocho, aquella apenas llegaba a los cien años, pero tenía mucho encanto,
Miley se levantó y abrió la ventana, inhalando el aire puro del campo, impregnado con el perfume de las flores silvestres. A pesar de la hostilidad de su anfitrión, era agradable estar allí, y la compañía de la señora Jonas y Selena  le compensarían los encontronazos que pudiera tener con él.
Se dio la vuelta con un suspiro y una leve sonrisa en los labios, pero ésta se borró en cuanto sus ojos se posaron en la cama, y volvieron a su mente recuerdos de una noche que había pasado allí, cuando tenía diecisiete años, durante las vacaciones de verano.
Por aquel entonces, Nick  le provocaba auténtico terror, y cada vez que se metía con ella se ponía nerviosa, y casi siempre acababa llorando y salía corriendo, tal y como había dicho Selena.
Sus padres habían perdido la vida cuando el avión en el que volaban de regreso de un viaje se vio sorprendido por una tormenta y, desde entonces, cada vez que se producía una, evocaba irremediablemente aquel desastre, que le había producido más de una pesadilla, a pesar de no haberlo vivido en persona.
Precisamente aquella noche se había desatado una fuerte tormenta, una de las más violentas que podía recordar, y estaba llorando, acurrucada en la cama, emitiendo pequeños sollozos que no creía que ninguno de los habitantes de la casa pudieran haber oído con el retumbar de los truenos.
Se equivocaba. De pronto se había abierto la puerta y había aparecido Nick , que debía haber estado asegurándose de que el ganado estaba resguardado, porque llevaba puesta la ropa de trabajo y estaba calado. Llevaba la camisa medio desabrochada, pues estaba cambiándose en su cuarto cuando la había oído, y Miley  pudo entrever el bronceado tórax cubierto de vello. No podía despegar los ojos.
Nick se había sentado al borde de la cama y la había atraído hacia sí, acunándola, mientras trataba de tranquilizarla susurrándole palabras que ella no comprendía en medio de sus sollozos. Miley notaba los fuertes latidos del corazón de Nick  contra su mejilla, y cuando él vio que estaba más calmada y los truenos habían pasado, la soltó, depositándola de nuevo sobre el colchón y los almohadones, con una sonrisa tierna en los labios.
—¿Estás mejor? —le preguntó levantándose.
— S... sí, gracias —balbució ella, aturdida.
Nick se quedó allí de pie, observándola con una expresión extraña en el rostro. Ella tampoco podía apartar la mirada de él: el cabello mojado, la camisa medio desabrochada... Era la primera vez que estaba a solas con un hombre en su habitación a esas horas de la noche, y su temor debió traslucirse, porque de pronto, Nick  se dio la vuelta, maldiciendo entre dientes y salió del dormitorio.
Después de aquello, él la trató aún con más frialdad que antes, y Miley  por su parte se esforzó aún más por evitarlo. Era indudable que algo había ocurrido durante los segundos que estuvieron mirándose de aquel modo tan intenso. Ella no estaba todavía muy segura de qué había sido, pero recordaba vivamente las sensaciones que había experimentado cuando los ojos grises de Nick  habían descendido hasta el escote de su camisón, y habían trazado cada suave curva de sus pequeños senos bajo la tela semitransparente. Aquel recuerdo aún la llenaba de rubor.
Justo en ese momento llamaron a la puerta y Selena  asomó la cabeza.
—Baja a comer algo, Miley  —le dijo—. Mamá está cortando lacón para hacer unos sandwiches.
—¿Es que ya no trabaja para vosotros la señora Peake? —inquirió Miley mientras iba junto a su amiga.
Recordaba con mucho cariño a la empleada del hogar de los Jonas.
—Oh, por supuesto que sí —replicó Selena  mientras bajaban las escaleras—. Está visitando a su hermana, y por eso estará fuera unos días. Y, por cierto, le daría algo si viera las lonchas de lacón tan finas que está cortando mi madre —añadió con una sonrisa maliciosa—. Pobre Nick...
Miley  sonrió sin querer.
—Pues sí, pobre, porque si tu madre come como un pajarito, él es un pozo sin fondo.
Selena  se echó a reír.
—Qué mala eres, Miley... Es normal, tiene mucha actividad. Y, en cualquier caso, no creas que se muere de hambre cuando no está la señora Peake: cuando mi madre se da la vuelta, va a la cocina y se resarce ampliamente saqueando la nevera.
Cuando llegaron al rellano, el pulso de Miley  se aceleró, pero su nerviosismo no tenía razón de ser, ya que al entrar en el espacioso comedor comprobó que King no se encontraba allí. Sólo estaba la señora Jonas sentada frente a una humeante taza de café.
—Ah, ya estáis aquí... —las saludó sonriendo al verlas aparecer—. Espero que tengáis apetito. Mirad, aquí tenéis pan de molde, unas lonchas de lacón, queso... y una magnífica ensalada.
Miley  tuvo que reprimir una risita. Apenas había pan de molde para un sandwich por cabeza, las lonchas de lacón parecían papel de fumar, y con la «magnífica» ensalada sólo podrían servirse unas hojitas de lechuga cada una.
—¿No me digas que Nick  se ha vuelto a marchar? —inquirió selena mientras se sentaban, al ver que en la mesa sólo había tres servicios.
— Sí —asintió la mujer con un suspiro—, tenía que comprobar no sé qué de la auditoría que van a hacer de la empresa que tenemos en Montana.
Miley  no quería ni oír hablar de auditorías. Aquel amigo de su tía que la perseguía para que saliera con él era precisamente auditor de una importante auditora de Nueva York.
—¿Y va a estar fuera mucho tiempo? —preguntó Selena.
Su madre se encogió de hombros.
—Un día o dos, me dijo, pero parece que el auditor también tendrá que venir aquí luego, para revisar el resto de los libros de cuentas, ya sabes —al ver la incomprensión en el rostro de Selena, la señora Jonas se echó a reír—. Sí, ya sé, esto es Canadá, pero Nick reinvierte aquí parte de las ganancias de nuestra propiedad de Montana, y... —meneó la cabeza—. Oh, no me preguntes, para mí es tan confuso como para ti. Pídele a Nick  que te lo explique algún día. Yo desde luego no entiendo nada de negocios.
—Taylor sí —murmuró Selena  con una sonrisa maliciosa—. Podría preguntarle a él.
La señora Jonas sonrió maternalmente.
—Taylor  me parece un buen muchacho —le dijo—. Si necesitas una aliada, cuenta conmigo, cariño.
—Gracias, mamá —respondió Selena —, necesitaré toda la ayuda posible para convencer a Nick. Y hablando de Taylor... —dijo volviéndose hacia su amiga—, Teddi, date prisa en comer, quiero presentártelo. Es adorable, ya lo verás.
Taylor, aunque resultó ser un buen tipo, correcto y amable, como Miley  comprobó más tarde, sólo podía parecerle «adorable» a una chica que, como Selena , estuviese perdidamente enamorada de él. Más de una vez tuvo que reprimir una sonrisa maliciosa ante las miradas embelesadas que su amiga le dedicaba al capataz mientras charlaban con él.
Miley  sabía que no iba a ser fácil que su amiga y su joven pretendiente venciesen las reticencias de Nick  a su relación. Selena no lograría convencerlo de que Taylor estaba interesado en ella, y no en los millones que heredaría en el futuro. King... ¡si tan sólo pudiese sacárselo de la cabeza!, se dijo exasperada.
A la mañana siguiente Selena  y Miley  estuvieron haraganeando, dándose baños en la piscina y tomando el sol, y por la tarde salieron a montar a caballo con Taylor.
Miley se mantuvo todo el tiempo unos metros por detrás de ellos para que pudieran tener intimidad, y al final comprendiendo que estaba de más, terminó regresando sola.
Tras dejar el caballo en el establo al cuidado de Happy, se dirigió a la casa. La señora Jonas había ido a Calgary a comprar unas cosas, así que no tendría a nadie con quien charlar, pero no le importaba estar allí sola. No era como estar sola en el enorme, frío y silencioso apartamento de su tía en Nueva York.

No hay comentarios:

Publicar un comentario