Nick soltó a Miley justo cuando la puerta se abrió y entró Selena, que se quedó de piedra al ver
allí a su hermano, con su habitual expresión hosca, y a su amiga, roja como una
amapola.
—Dejadme adivinar: ¿serán veinte pasos antes de
dispararos un huevo?, ¿O vais a batiros con tenedores? —les dijo con guasa,
tratando de disipar la tensión que se mascaba en el ambiente.
Nick esbozó una leve sonrisa.
— No exactamente. Bueno, iré a despertar a mamá.
Me muero de hambre —y salió de la cocina.
—¿Qué ha pasado? —inquirió Selena en un susurro
impaciente.
—Que me ha invitado a montar a caballo —respondió
Miley sacudiendo la cabeza—. No creo que llegue a entender nunca a tu hermano.
—Oh, yo creo que algún día sí lo entenderás
—contestó Selena con una sonrisa cómplice, mientras pasaban al comedor, donde ya
estaban tomando asiento Nick y su madre.
Durante todo el desayuno, Miley sintió la mirada
masculina sobre ella. En un momento dado alzó la vista de su taza de café, y se
miraron a los ojos largo rato, el aire entre ellos pareció cargarse de
electricidad, y Miley se encontró pensando en lo increíblemente atractivo que
era, y deseando poder sentarse en su regazo, enredar los dedos en su cabello, trazar sus finos labios, e imprimir besos por todo su rostro.
En ese instante leyó la misma ansia en los ojos
de él, en esos ojos plateados que parecían poder ver dentro de ella.
—Miley, estaba todo delicioso —le dijo la señora Jonas con una sonrisa, devolviéndola a la realidad—. Hasta hoy no me había
dado cuenta de cuánto echo de menos a la señora Peake. Gracias, querida.
—De nada —contestó Miley, tratando de no dejar
que se traslucieran en su voz las emociones que la agitaban en ese momento.
— Y estas galletas... —continuó alabándola la
madre de Selena—, yo diría que son incluso mejores que las de la señora Peake.
—Bueno, la verdad es que no es un mérito, sino
que tengo mucha práctica haciéndolas —explicó Miley modestamente—. Durante los
meses que paso en la universidad, tengo un trabajo de media jornada en una
cafetería.
—¿Y para qué diablos necesitas ese empleo? —
exigió saber Nick—. Tu tía te mantiene y paga tus estudios, así que, ¿para qué
te matas a trabajar?, ¿Sólo para tener más dinero que gastar?
—¿Qué dices? —intervino Selena acaloradamente—. Su
tía no...
Miley le dio un pisotón por debajo de la mesa
para que se callara, y su amiga tuvo que morderse la lengua para no quejarse de
dolor.
—No te preocupes, Selena —le dijo Miley con
firmeza.
Si Nick quería creer que sólo trabajaba para
tener dinero que gastar en frivolidades, por ella perfecto. No le importaba lo
más mínimo.
—Disculpad —murmuró.
Se levantó sin mirar al ranchero y salió del
comedor, pero Nick le dio alcance antes de que hubiera subido tres peldaños de
la escalera.
—Escucha, Miley... lo que acabo de decir... no lo
decía en el sentido por el que te lo has tomado —le dijo agarrándola suave pero
firmemente por el brazo.
Teddi lo miró con aprehensión e incertidumbre.
—Para tu información —le dijo—, tengo que sacar
dinero de algún sitio para comprarme la ropa que llevo a diario, y algunos
trabajos de la agencia de modelos exigen que tenga mi propio vestuario.
Nick enarcó una ceja.
—¿Es que la generosidad de tu tía no da para
tanto?
Se quedaría con dos palmos de narices si supiera
para lo poco que daba la «generosidad» de su tía, se dijo Miley amargamente. No
sólo tenía que comprarse ella la ropa, sino también pagar sus estudios y el
transporte. Con todos esos gastos apenas podía ahorrar nada, pero sabía que una
buena preparación académica la ayudaría un día a independizarse, y ya sólo le
faltaba un año más. Sólo un año más, y sería totalmente libre.
De pronto
la mano en torno a su brazo la acarició suavemente, y Miley alzó la
mirada.
—Siento haberte molestado, Miley, de verdad — le
dijo—. Además, acabábamos de declarar una tregua, ¿recuerdas? Es sólo que me
sorprendió pensar en ti haciendo algo menos glamuroso que pasar modelitos. En
fin, ¿qué quieres que te diga?, No puedo imaginarte de cocinera.
—Pues el desayuno que acabo de preparar, y la
cena que hice el otro día, demuestran que sé cocinar— le recordó ella.
—Es verdad —asintió él—, y me descubro ante ti
—añadió, haciendo el gesto de quitarse un sombrero imaginario—. Anda, vamos, no
te enfades conmigo. Happy ya tendrá ensillados los caballos, y voy a llevarte
hasta la propiedad de los Johnson.
—¿Dónde hay todas esas piceas azules? —inquirió
ella con los ojos brillantes.
—Te encantan los árboles y las flores, ¿eh? —le
dijo él, riendo ante su entusiasmo.
Miley asintió con la cabeza.
—Casi pareces una chica de campo —comentó Nick—.
Dime, ¿no echas de menos la ciudad?
Ella lo miró a los ojos muy seria.
— No —le respondió con sinceridad—, no la echo de
menos en absoluto.
Montar a caballo era uno de los pasatiempos
preferidos de Miley, pero cabalgar junto a Nick era aún mejor. Tenía un aspecto
realmente magnífico sobre su cabalgadura, se dijo soñadora: alto, ancho de
espaldas, bien erguido...
Nick giró la cabeza en eso momento y la pilló
mirándolo. Una de las comisuras de sus labios se arqueó hacia arriba y se rió
entre dientes al ver que ella se sonrojaba.
—El... um.. el paisaje es verdaderamente
precioso, ¿verdad? —balbució Miley, aclarándose la garganta.
—No tanto como tú —murmuró él con una mirada
apreciativa—. No me importa que me mires, Miley, ni tienes por qué avergonzarte
de hacerlo.
— ¡Qué bien me conoces! —exclamó ella, echándose
a reír.
Esa risa clara y argentina pareció iluminarla, y
Nick se quedó mirándola fascinado. Con el sol arrancando reflejos rojizos de su
cabello castaño oscuro, y los ojos brillantes, estaba tan hermosa que habría
detenido el tráfico en una concurrida avenida.
—Haces que me sienta como una colegiala —lo acusó
Miley—, vergonzosa y tímida. Te encanta ponerme en evidencia.
—No es eso —repuso él, sonriendo—, lo que me
encanta es hacerte sonrojar.
—Eres malo —farfulló ella haciendo pucheros.
Nick se rió suavemente.
—¿Has visto ya nuestros nuevos caballos
árabes?—le preguntó.
—No, Taylor iba a enseñárnoslos a Selena y a mí
el otro día, pero se debió... «distraer», y se le olvidó —le dijo Miley con una
sonrisilla elocuente.
— Se distrajo... —repitió Nick—. Últimamente eso
le ocurre con demasiada frecuencia. Selena está haciendo que descuide su
trabajo.
—Oh, vamos, Nick, no seas tan duro —comenzó ella
vacilante, sabiendo que defender a los enamorados podía hacer que se rompiera
su tregua—. Y, si es por Jenna, no veo motivos para que te opongas a su
relación. Taylor es un buen hombre.
Tal y como había esperado, él le lanzó una mirada
cortante.
—La cuestión no es si Taylor es un buen hombre o
no —replicó—. Sabes muy bien lo gastosa que es Selena. ¿Crees que ese chico podría
mantenerlos a los dos con su salario, con los gustos tan caros que tiene mi
hermana? Aunque le diera una parcela en el valle y lo ayudara, le costaría un
trabajo enorme lograr establecerse. ¿Tú ves a mi hermana arrimando el hombro, o
siquiera manchándose las manos?
—Creo que minusvaloras a Selena —le dijo Miley,
escogiendo sus palabras con cuidado—. Cuando algo le importa, lucha por ello, y
estoy segura de que Taylor no tendría que hacerlo todo solo, porque Selena lo
ama, y estaría al pie del cañón con él en todo momento.
—Selena no está enamorada de él: está encaprichada
con él —la corrigió Nick—. A vuestra edad no se sabe lo que es el amor.
Miley apartó la vista.
—¿Eso piensas? —le espetó con cierta amargura,
recordando las noches en vela que había pasado por el hombre sin corazón que
cabalgaba a su lado.
—El asunto es —concluyó Nick, zanjando la
discusión—, que Selena es mi hermana, y que se trata de un problema que sólo nos
atañe a mi madre, a ella y a mí.
Aquellas palabras fueron como una puñalada para
Miley. ¿Era ése su destino, ser siempre una extraña para él?
—Gracias por recordarme que no tengo voz ni voto
en vuestros asuntos de familia —le dijo dolida, sin dignarse a mirarlo—. Ahora,
si no te importa, regresaré sola. No me siento cómoda en tu compañía.
Hizo que el caballo diera media vuelta y comenzó
a descender la senda bajo los enormes pinos que discurría junto a la orilla del
río.
Nick fue tras ella, agarró las riendas de su
caballo e hizo que se detuviera.
—Desmonta —le dijo.
Miley no se movió, pero él se bajó de su montura
y la tomó por la cintura, obligándola a bajar también.
—Déjame marchar —farfulló ella, reprimiendo a
duras penas las ganas de llorar—. No debería haberme quedado, debería haberme
ido esta mañana. Puede que el apartamento de Nueva York no sea un hogar, pero
allí al menos no me siento como una intrusa.
—Tu hogar está donde esté yo, Miley —murmuró él—.
¿O es que aún no te has dado cuenta?
Y antes de que pudiera contestar, Nick había
agachado la cabeza y tomado sus labios. Miley cerró los ojos, sintiendo que la
alzaba en volandas y caminaba con ella en sus brazos sin dejar de besarla.
De pronto notó que se detenía y la tumbaba en el
suelo, pero siguió sin abrir los ojos. Estaba demasiado absorta en el sensual y
tierno ardor de la boca de Nick como para atender a nada más. Sentía agujas de
pino secas bajo su espalda, y escuchaba el suave ruido del viento y del agua
corriendo, pero tenía la impresión de estar dentro de un sueño.
Sólo cuando los dedos de él rozaron sus senos,
abrió los ojos y se removió inquieta.
—No tienes nada que temer —le aseguró Nick.
Mirándola a los ojos, mientras sus manos tomaban
posesiones de aquellas suaves cumbres, como si tuvieran todo el derecho a
hacerlo.
—No, por favor... —le rogó ella en un susurro
ahogado.
El silencio del campo pareció magnificar el
ligero roce de los dedos de Nick al acariciarla a través de la camisa de
algodón.
—¿Por qué no?
—Porque es algo tan... íntimo —consiguió
articular Miley con dificultad, detestando las reacciones de su cuerpo, que le
decían a las claras cuánto le gustaba lo que estaba haciéndole.
Nick inclinó la cabeza y le besó los párpados,
haciendo que cerrara los ojos.
—No me mires de esa manera acusadora —le
susurró—. No voy a hacerte daño. Sólo quiero sentirte, tocarte... experimentar
la suavidad de tu piel bajo mis manos. Quiero enseñarte todo el placer que
pueden darse un hombre y una mujer.
—No... lo que quieres es volver a humillarme —
musitó Miley angustiada—. Igual que aquel día, en Semana Santa, en el
establo...
Miley notó cómo él se tensaba un instante, antes
de besarla en la mejilla, y luego en el cuello, justo bajo la oreja.
—Ésa no es la razón por la que estoy haciendo
esto —le susurró Nick con voz ronca—. Si quieres una, es que me estoy
consumiendo de deseo por ti.
Él levantó la cabeza, y Miley abrió los ojos,
observando cómo los labios del ranchero se colocaban a unos centímetros de los
suyos, y cómo la tensión se acumulaba en su cuerpo.
—No... no me fuerces —le rogó aprehensiva—. No
seas rudo conmigo...
—Te trataré como a una figura de porcelana si
confías en mí y me dejas hacer —susurró Nick contra su boca—. Y si en algún
momento quieres que pare, no tienes más que decírmelo.
Le rodeó las mejillas con las manos, y sus labios
descendieron sobre los de ella, besándolos con dulzura, pero también como si
jamás fuese a saciarse de ellos, y pronto Miley se fue relajando ante esa
pasión contenida.
—¿Lo ves? —le dijo Nick, levantando la cabeza un
instante, e imprimiendo pequeños besos por toda su cara—, no tenía intención de
saltar sobre ti como un perro de presa.
Esbozó una sonrisa y, apoyando el peso de su
cuerpo en un codo, escudriñó el rostro arrebolado de la joven, y su mirada
descendió hasta el cuello de la camisa. Desabrochó un par de botones, e
introdujo la mano en el estrecho espacio entre sus senos, observando la
reacción de placer en los ojos de Miley cuando tocó su piel desnuda, y sus
dedos se aventuraron bajo el encaje del sostén.
—Eres tan exquisitamente suave... —murmuró
mientras la exploraba, y se acercaba al erecto pezón.
Miley le clavó las uñas en los brazos, y contuvo
el aliento. Nunca había experimentado una sensación igual; ningún hombre la
había tocado de aquella manera. Era tan distinto de aquella pesadilla, de aquel
infierno por el que había pasado a los catorce años...
La creciente excitación hizo que su cuerpo se
tensara, como la cuerda de un arco.
—Tranquila —le susurró Nick, rozando sus labios
con los de ella mientras la acariciaba más sensualmente—, no voy a hacerte
daño. Simplemente relájate y deja que suceda.
—Es que... es... mi primera vez...
Él volvió a tomar sus labios, aumentando
ligeramente la presión, y de pronto sus dedos se cerraron entorno a la cálida
circunferencia, engulléndola, y un gemido involuntario salió de la garganta de Miley.
El propio Nick se había quedado sin aliento ante
aquel sonido.
—Magia —murmuró, mirándola a los ojos—. Lo que
nos sucede cuando estamos juntos es magia, como las flores que se abren con el
calor del sol...
............................................................................................................................ VOY A SUBIR 2 CAPIS DE CADA NOVE ESPERO OS GUSTEN ;)
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