domingo, 22 de enero de 2012

"Darling enemy" Niley♥cap.12


GENIAL, mamá!, ¡Este sitio es perfecto para un picnic! —se oyó gritar a una niña. En su entusiasmo, Miley y Nick no habían oído llegar a un coche que se había detenido allí cerca, y al girar la cabeza, Nick vio que de él estaba bajando una pareja con sus críos.
Miley había dado un respingo sobresaltada al oír la voz de la niña, y Nick se había apresurado a dejar caer de nuevo la camisola para cubrir sus senos, y la abrazó contra sí. Por suerte su ancha espalda la ocultaba de los recién llegados, pero Miley estaba temblando, mientras contenía lágrimas de frustración por que de nuevo hubieran sido interrumpidos. La respiración de Nick parecía tan entrecortada como la de ella.
— Shhh... tranquila... —le susurró mientras besaba su cabello—. Tranquila, abrázate a mí, eso es...
Miley se aferró a la pechera de su camisa, detestando su propia debilidad, y que él fuera capaz de ver hasta qué punto lo deseaba. Nikc le acarició el cabello.
—No te avergüences, Miley —le dijo—. Yo lo deseaba tanto como tú.
El matrimonio pasó cerca de ellos, les dieron las buenas tardes, y se alejaron hacia el otro extremo del lago, seguidos de sus chiquillos.
—Ya se han ido —le dijo Nick a Miley, que no había querido apartar el rostro de su pecho, para que no pudieran ver sus lágrimas.
La joven tragó saliva y levantó la cabeza.
—¿Podríamos irnos ya? —le pidió, rehuyendo la mirada divertida del ranchero.
—Claro. Vamos, se me ha ocurrido una idea —le dijo, pasándole un brazo por los hombros mientras regresaban al lugar donde habían dejado el coche—, te llevaré a una cafetería donde preparan unas fondues riquísimas. Te va a encantar, ya verás.
—Pero, ¿y ese hombre al que tenías que ver por asuntos de negocios? —le recordó.
Nick se quedó mirándola un instante con las cejas fruncidas, como si no supiera de qué estaba hablando.
—Oh, sí, ya —murmuró—. Quedaré con él otro día. De todos modos ya se nos ha hecho demasiado tarde para eso.
Durante el trayecto en coche, Nick estuvo muy callado, y Miley se preguntó si se habría molestado porque no había podido ver a aquel hombre. Al fin y al cabo, no había sido culpa suya. La idea de que ella lo acompañara había sido de él.

Por fortuna, cuando estuvieron sentados en la cafetería, con sendos cafés y una fondue de chocolate fundido con frutas cortadas para mojar en él, Nick pareció distenderse un poco y comenzaron a charlar.
Miley mojó un trozo de fresa, y casi lo perdió en la cazuelita. Cuando al fin consiguió recuperarlo, se dio cuenta que Nick estaba observándola con una sonrisa divertida en los labios.
—Ten cuidado —la previno—, la tradición aquí es que si una mujer deja caer un trozo en la fondue, tendrá que conceder un beso a cada uno de los hombres que hay en la mesa.
Las mejillas de Miley se tiñeron de un ligero rubor.
—¿Y si es un hombre al que se le cae? —inquirió.
— Si es un hombre, le toca invitar a una ronda — contestó Nick.
Se quedó mirando largo rato sus rojos labios.
—Parece que es nuestro destino ser interrumpidos —comentó en un susurro.
En su aturullamiento, a Miley se le volvió a caer otro trozo de fruta en el chocolate, y se sonrojó aún más.
— Si fuera mal pensado —murmuró él, rescatando con su tenedor el trozo de fruta y ofreciéndoselo—, diría que lo has hecho a propósito.
Ella se inclinó hacia delante y abrió la boca para tomar el bocado. Tuvo que lamerse los labios con la lengua para limpiar el chocolate que había quedado en ellos, y Nick la observó con una intensidad que la hizo apartar la vista.
—No me extrañaría que lo pensases —murmuró entristecida, mientras tomaba un sorbo de café —. Hace mucho que no me hago ilusiones sobre lo que pienses de mí.
Nick enarcó una ceja.
—¿Y qué crees exactamente que pienso de ti? — inquirió.
—Que soy una mujerzuela ávida de dinero — contestó Teddi sin mirarlo.
Él acarició pensativo el asa de su taza.
—¿Y por qué no has intentado convencerme de lo contrario? Hasta la fecha no has puesto demasiado empeño en ello.
—¿Para qué iba a molestarme siquiera en intentarlo? —le espetó ella—. No creerías nada de lo que pudiera decir en mi defensa. Nunca lo has hecho. Me has odiado desde el día en que nos conocimos, hace cinco años.
Las comisuras de los finos labios de Nick se arquearon levemente en una sonrisa socarrona.
—No exactamente.
Miley lo ignoró.
—No querías ni que fuera al rancho a ver a Selena. De hecho, si rechacé sus últimas invitaciones fue porque tú no me hacías sentir precisamente bien recibida.
—¿De verdad no has venido en las últimas ocasiones por ese motivo... por qué pensabas que yo tenía algo contra ti?
—¿Qué otra razón podría haber para que no quisiera venir a pasar unos días con mi mejor amiga? — le contestó Miley, incómoda.
—No sé... ¿qué otra razón podría haber? —la remedó Nick, entornando los ojos.
Ella carraspeó.
—¿No deberíamos volver ya al rancho? —se apresuró a decir.
Nick buscó sus ojos, y se miró en ellos largo rato.
—Antes, junto al lago, creí que ibas a desmayarte cuando empecé a tocarte —murmuró—. ¿Por qué me tienes miedo, Miley?
—No te tengo miedo —le contestó ella con firmeza, apartando el rostro—. Es que me... me pillaste desprevenida, eso es todo.
— Sí, ya me di cuenta —farfulló él, decidiendo que sería mejor no insistir más en el asunto, pero observándola de un modo suspicaz.
Durante el camino de vuelta, Miley ni siquiera intentó sacarle conversación. Estaba demasiado agitada por sus insinuaciones, y por el recuerdo de lo que había ocurrido en el lago, así que trató de concentrarse en la suave música que estaban poniendo en la radio para relajar sus nervios.
Ya estaban sólo a unos kilómetros de Gray Stag cuando empezaron a caer gotas. Nick se desvió hacia el arcén para ponerle la capota al coche. El cielo se había oscurecido por completo.
Se metió en el vehículo de nuevo, y se quedaron los dos en silencio, observando cómo la manta de agua se hacía más densa.
El sonido de las gotas al caer sobre el capó era extrañamente reconfortante, pensó Miley.
Nick apoyó el brazo en el respaldo del asiento de la joven, y sus ojos recorrieron los suaves contornos de su cuerpo.
—¿No estás asustada? —inquirió—. Pensé que te daban miedo las tormentas.
—Sí, pero sólo cuando hay rayos y truenos — contestó ella.
—Recuerdo una noche en que hubo muchos — murmuró él—. Tú tendrías dieciséis o diecisiete años, y te escuché llorar por la tormenta cuando estaba cambiándome.
Miley no se atrevió a alzar la vista.
—Cuando se abrió la puerta de mi dormitorio y apareciste tú, no sé de qué tenía más miedo: si de los rayos y los truenos, o de ti.
Nick esbozó una leve sonrisa.
—Me di cuenta de ello. Y tuviste suerte de que así fuera —añadió, y la sonrisa se borró de sus labios. Sus ojos entornados descendieron hasta la camisola de la joven—. Lo más difícil que he hecho en toda mi vida fue tener que obligarme a salir de allí.
Miley giró el rostro hacia la ventana, roja como una amapola.
—Aunque han pasado varios años, en muchos aspectos aún me pareces aquella adolescente —murmuró él—, y físicamente te has desarrollado, claro, pero ya entonces eras perfecta, tan perfecta como ahora, con esa piel blanca y suave...
Miley se quedó sin aliento al recordar cómo la había estado mirando junto al lago, al levantarle la camisola.
—Nick, por favor, no —le rogó.
—¿Quieres dejar de hacerte la remilgada? —gruñó él.
De repente, sus fuertes manos la asieron por los hombros, atrayéndola hacia él. Miley creyó que el corazón iba a salírsele del pecho y, aturdida, se encontró mirándose en sus ojos llameantes.
—Nadie nos va a interrumpir ahora —murmuró Nick con voz ronca, apretándola contra sí—. ¡Oh, Dios, te deseo tanto como un adolescente...!
Sus labios tomaron violentamente los de Miley, forzándola a abrirlos, y ella gimió, asustada. La tenía firmemente asida, y estaba demasiado excitado como para atender a razones. No podía despegar su boca de la de él, ni liberarse.
Era como si aquella noche se estuviera repitiendo, se dijo horrorizada, aquella noche cuando tenía catorce años, y uno de los múltiples amantes de su tía había intentado aprovecharse de ella. Recordó con repugnancia los húmedos labios del tipo insistentes sobre los suyos, la osadía y brusquedad de sus manos, tocándola en lugares donde no había permitido que ninguno de los chicos con los que había salido la tocasen. Entonces también se había sentido impotente, aterrada y asqueada.
Si su tía no hubiese llegado de pronto, si aquel bastardo no hubiese oído la llave en la cerradura, habría sido aún peor. Se había quitado de encima de ella como un resorte, retándola a contárselo a su tía, y Miley había corrido a su habitación, con las ropas desgarradas y el cuerpo magullado y dolorido, y había llorado hasta dormirse maldiciendo a aquel canalla, a todos los hombres, por las bestias en que se convertían cuando se despertaban sus apetitos sexuales.
Y ahora estaba volviendo a suceder... Nick estaba haciéndole daño, intentando forzarla...
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Por hoy hasta aqui esta nove en esta semana subo mas 

1 comentario:

  1. ME ENCANTARON TODOS LOS CAPIS!!!! ESTUVIERON INCREIBLES!!!! SEGUILAA QUE LAS NOVES CADA VEZ SE PONEN MAS INTERESANTES SOBRE TODO ESTA , BESOS Y ESPERO EL PROXIMO PRONTO

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