viernes, 27 de enero de 2012

LEGALLY MARRIED "JEMI" cap.7


–Es mi Plan C –le dijo Joe a Nick.
Era domingo por la tarde. Ambos hombres se abrían camino a través de una concurrida glorieta rumbo a un lujoso hotel. Ese día jugaban los Mets.
Nick contó con los dedos.
–El Plan A era ofrecerle dinero. El Plan B era convencerla para que aceptara los diseños de Hugo Rosche. Sabía que eso no iba a funcionar, por cierto –dijo Nick, esquivando una papelera–. ¿El Plan C será buscarle un nuevo trabajo?
–Ella misma lo dijo –explicó Joe–. Su objetivo a largo plazo es tener un buen trabajo. Quiere recuperar su carrera como arquitecta. Y no puedo culparla por eso. La cosa es que no tiene por qué ser en mi edificio. Podría hacerlo con cualquier otro.
–Pero ella quiere quedarse en Nueva York –añadió Nick.
–Nueva York es una ciudad muy grande. Hay muchísimos edificios que reformar.
–Así que la invitaste a venir al partido porque…
Eso formaba parte del plan de Joe.
–El día que la vi en su apartamento llevaba una camiseta de los Mets.
Parece que es fan del equipo.
–Y probablemente nunca haya visto un partido desde una suite del Sterling –dijo Nick.
–Apuesto a que no –dijo Joe, deteniéndose junto a la escaleras mecánicas y buscando a Demi y Miley con la mirada–. Suele funcionar bastante bien con los ejecutivos. Además, mi proyecto es algo temporal. Si consigo ncontrarle un buen puesto en una buena empresa, entonces tendrá algo permanente.
–Y para poder aceptar tu oferta, tendrá que dejar el proyecto.
–Exacto –dijo Joe, sonriendo, maravillado con su genialidad.
Nick , por el contrario, mantenía una expresión de reserva y escepticismo.
–Buena suerte con eso.
–Ahí está –dijo Joe en voz alta, advirtiendo a su amigo con una mirada.
El plan era perfecto, pero requería de una sutileza especial. A la semana siguiente haría algunas llamadas, hablaría con unos cuantos socios y le conseguiría algunas ofertas de trabajo.
Demi se abrió camino por las escaleras mecánicas y fue hacia ellos.
Con solo verla, Joe se sintió mejor que antes.
«Maldita sea», se dijo a sí mismo. Tenía que dejar de alimentar esos pensamientos.
Miley, su amiga, iba un paso por detrás. Ambas se detuvieron frente a ellos.
–Nick –dijo Zach, tratando de no mirarla mucho–. Te presento a Demi Lovato y a Miley Cyrus.
–La preciosa novia –dijo Nick en tono bromista.
Joe se puso tenso de inmediato.
–Y el pirata –añadió Miley con una carcajada disimulada, interponiéndose entre Demi y Nick y estrechándole la mano.
–Joe es el pirata –le dijo Nick, esbozando una sonrisa ensayada.
–Sé algunas cosas acerca de la familia de Joe –dijo Miley–. Y también acerca de la tuya.
–¿Nos vamos? –Joe señaló el ascensor. No quería que una discusión le aguara la fiesta. Además, el partido estaba a punto de empezar.
Demi fue la primera en echar a andar.
–¿Un pirata? –le preguntó en un tono bromista, caminando a su lado.
–Eso tengo entendido –dijo Joe.
–Bueno, eso explica muchas cosas.
Antes de que Joe pudiera replicar, Miley los interrumpió desde detrás.
–Parece que Caldwell Miller sangró a los españoles todo lo que pudo. Les robó oro, munición y ron.
Joe podía imaginarse la cara de Nick en ese momento, aunque no pudiera verla. Las chispas ya empezaban a saltar por todas partes.
–Uno no se puede fiar de todo lo que lee en Internet –dijo Nick en un tono seco.
–¿Esto va a terminar mal? –preguntó Demi, acercándose a Joe y hablando en un susurro.
–Depende –contestó él.
–Lo leí en la Enciclopedia Histórica de Oxford, en la biblioteca de Nueva York –dijo Miley, sin darse por vencida.
–Podría terminar muy mal –dijo Joe.
Hacía mucho tiempo que él había aceptado el turbulento origen de su
familia, pero Nick, por el contrario, siempre se empeñaba en decir que sus ancestros habían luchado con valentía contra el pirata Lyndall Jonas. Las puertas del ascensor se abrieron y todos subieron en él.
–Caldwell contaba con la autorización del rey Jorge. Hay cartas oficiales que así lo prueban –dijo Nick, volviéndose hacia el panel de botones del ascensor.
–Cartas que fueron falsificadas en 1804 –le respondió Miley sin pestañear.
–¿Has visto los originales? –le preguntó Nick–. Porque yo sí.
–Yo apuesto por Miley –Demi sonrió, mirando a Joe por debajo de la visera de la gorra que llevaba puesta.
Joe la miró a la cara, fijándose en su rostro fresco, en sus labios color fresa, sus copiosas pestañas, el sutil aroma a coco que la acompañaba siempre…
De repente se la imaginó en bikini con una diadema de flores en la cabeza, tumbada en una playa tropical.
–¿Y tú? –le preguntó ella, interrumpiendo sus pensamientos.
–¿Qué? –Joe volvió a la realidad, desconcertado.
–Diez dólares a que gana Miley –le ofreció la mano para sellar la apuesta.
Él tomó su pequeña y suave mano y la sacudió con sutileza. El contacto con
su piel reverberaba en cada célula de su propio cuerpo.
–Acepto la apuesta –dijo.
El ascensor se detuvo y todos salieron al pasillo enmoquetado del lujoso
hotel. Los Jonas y los Miller llevaban años reservando la misma suite para los eventos corporativos. Sin embargo, también la usaban para ver los partidos de los
Mets. El padre de Nick era el que más usaba la suite de habitaciones, pero aquel derroche de lujo siempre les había resultado muy efectivo a la hora de atraer y convencer a los clientes más jugosos y difíciles.
–¡Vaya! –Demi no pudo evitar la exclamación al entrar en la suite.
En aquel lugar cabían veinte personas. Un camarero les estaba sirviendo unos aperitivos sobre la barra, sobre la que también había un cubo con hielo lleno de botellines de cerveza de importación y dos botellas del mejor vino.
–Mira esto –igual que un niño con un juguete nuevo, Demi fue hacia las puertas de cristal que daban acceso al balcón y salió al exterior. Fuera había dos hileras de asientos.
Deseando escapar del acalorado debate de Nick y Miley, Joe fue detrás de ella.
–Entonces así es como vive la otra mitad –dijo ella, apoyándose en la barandilla del balcón y contemplando las abarrotadas gradas del estadio. Un murmullo de incertidumbre y emoción llegaba hasta ellos con cada ráfaga de viento.
–Es bastante efectivo para entretener a los clientes –Joe oyó un ligero tono de disculpa en su propia voz, y entonces se dio cuenta de que sentía la necesidad de justificarse ante ella.
–En el estadio, solíamos sentarnos ahí –dijo ella, señalando los asientos azules situados en la zona más económica.
–¿Cuando eras una niña?
–Cuando estábamos en la universidad –dijo ella en un tono nostálgico–. Vi mi primer partido en directo cuando estaba en el último curso.
–¿Entonces te hiciste fan más tarde? –él se volvió y contempló su perfil.
¿Qué había suscitado esa repentina tristeza en ella?
–Cuando era una niña veía todos los que podía por televisión –de pronto le dio la espalda al estadio y su tono de voz volvió a ser normal–. ¿Hay cerveza?
–¿No viste ningún partido en directo cuando eras niña? –le preguntó él, insistiendo.
–No había mucho dinero cuando yo era niña –le dijo ella, en un tono ligeramente cortante.
Él abrió la boca para preguntar más, pero entonces la multitud de fans comenzó a gritar.
Los jugadores estaban saliendo al campo.
Demi aplaudió.
–Siéntate –le dijo él un momento después, tocando una de las sillas de la primera fila–. Te traeré una cerveza –dio media vuelta y fue hacia la puerta de cristal. Antes de entrar se volvió un instante–. ¿Quieres patatas o algo?
–¿Un perrito caliente? –preguntó ella.
Él no pudo evitar sonreír al oír aquella petición tan sencilla.
–Un perrito caliente. Marchando.
Unos segundos después volvió junto a ella. El partido ya había comenzado.
Entre bocado y bocado, Demi animaba al equipo y gruñía con pasión cuando el resultado les era desfavorable. Joe, por el contrario, estaba más pendiente de ella que de los jugadores.
Cuando se terminó el perrito, se chupó el dedo índice para eliminar una mancha de mostaza; un simple gesto inconsciente, pero muy sensual. No podía dejar de mirarla.
–Estaba delicioso –dijo ella, sonriendo–. Gracias.
Joe trató de recordar la última vez que había salido con una mujer que apreciara el sencillo placer de comerse un perrito caliente. ¿Langosta?, quizá…
¿Caviar?, desde luego… ¿Un perrito caliente? Desde luego que no. A las chicas con las que él salía lo único que les importaba era que fuera caro y exquisito. De repente recordó que Demi era dueña de la mitad de su fortuna. Aquello no era una cita.
–Bueno… –ella se acomodó en el asiento, cruzó las piernas y se ajustó la gorra, como si acabara de recordar las mismas cosas que él–. ¿Por qué me has invitado a venir aquí?
–¿Qué quieres decir? –le dijo él, fingiendo inocencia.
–La suite. El partido de béisbol. Cerveza de importación. ¿Qué ocurre?
–Trabajamos juntos.
–Y…
–Y he pensado que deberíamos conocernos un poco mejor.
–No voy a firmar los papeles del divorcio –le advirtió ella.
–¿Acaso te lo he pedido?
–Y tampoco voy a cambiar los diseños de la renovación.
–Por lo menos podrías dejarme echarle un vistazo.
–Ni hablar –dijo ella con rotundidad.
–Muy bien. Entonces hablemos de ti –dijo Joe en un falso tono de indiferencia.
–¿Qué pasa conmigo? –Demi se puso en guardia.
–¿Qué planes tienes? Quiero decir, a largo plazo. No sólo con este proyecto.
–Eso no es ningún secreto –le dijo, con la vista fija en el partido–. Quiero tener una carrera exitosa en el mundo de la arquitectura. En Nueva York.
–Me gustaría ayudarte –dijo él, bebiendo un sorbo de cerveza y concentrándose en lo que se traía entre manos.
–Ya me estás ayudando. Con reticencia… Ambos lo sabemos. Pero me estás ayudando.
–Quería decir que, independientemente de la reforma del edificio Jonas, puedo ayudar de otras maneras. Conozco a mucha gente. Tengo contactos.
–Por supuesto –dijo ella, sin desviar la vista de los jugadores.
–Déjame usarlos –le dijo él.
–¿Usar tus contactos? ¿Para ayudarme? –le preguntó ella con escepticismo.
–Sí –le dijo él, asintiendo con la cabeza.
Ella pensó en ello unos segundos. El pitcher calentaba y se preparaba para tirar.
–He leído que vas a asistir a la cena de la Cámara de Comercio el próximo viernes –se atrevió a decirle finalmente, volviéndose hacia él.
–El resurgimiento del comercio global en el norte de Europa. Ése es el tema –le dijo él, confirmándolo.
Siempre había preferido permanecer en la sombra en ese tipo de eventos, pero esa vez le habían pedido que diera un discurso. Además, dejarse ver de vez en cuando era bueno para el negocio.
–¿Vas a ir con alguien? –le preguntó ella, volviendo la mirada al campo nuevamente.
–¿Quieres decir si tengo una cita?
–Es una cena. Supongo que será un acontecimiento social. Imagino que será lógico ir acompañado.
–Sí. Es lógico. Pero no. No voy con nadie.
–¿Me llevarás?
–¿Me estás pidiendo una cita? –le preguntó, mirándola con gesto perplejo.
Una ola de emoción inesperada lo sacudía por dentro.
Ella puso los ojos en blanco y se ajustó la gorra.
–Te estoy pidiendo que me lleves, Joe, no que bailes conmigo. Dijiste que querías ayudar. Y habrá gente allí que me conviene conocer.
–Sí –dijo él, moviéndose en el asiento, intentando convencerse de que no estaba decepcionado.
–Y, antes del viernes, si no te importa, te agradecería que les dijeras a unos cuantos que me has vuelto a contratar. Ya sabes, gente influyente. Sería muy bueno para mí que se supiera.
Joe se dio cuenta de que no tenía derecho a sentirse decepcionado. Para ella sólo se trataba de negocios, así que también tenía que ser un negocio para él.
Presentarla en esos ámbitos encajaba muy bien con el Plan C. Ella tenía razón.
Habría mucha gente influyente allí; montones de ejecutivos de primera, muchos de ellos vinculados al mundo de la arquitectura. Con un poco de suerte, igual llegaba a encontrar trabajo esa misma noche.
–De acuerdo. No hay problema.
–Me ofreciste tu ayuda –señaló ella.
–He dicho que sí.
–¿Estás molesto?
–Me estás chantajeando –le recordó él.
–Todos los matrimonios tienen problemas –dijo ella con una sonrisa pícara.
En ese momento el pitcher de los Mets hizo un tiro fantástico y Demi dio un salto en el asiento, aplaudiendo y gritando. Joe la observó en silencio y trató de
enojarse en serio, pero justo en ese instante, ella levantó un brazo y la camiseta que llevaba puesta se le subió un poco, descubriendo su suave cintura. Él bajó la vista y sacudió la cabeza lentamente.
Era imposible sentir enojo hacia su recién descubierta esposa.








Espero os haya gustado mañana subire mas... Besos

1 comentario:

  1. ME ENCANTO EL CAPI ESTUVO GENIAL!!!! JAJAJA ME CAUSO GRACIA LA DISCUCION ENTRE MILEY Y NICK JAAJA , SEGUILA Y BESOTES!

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