El desgarrador gemido que escapó de su garganta y
las lágrimas ardientes que empezaron a rodar por sus mejillas fue lo que al fin
hizo que Nick la soltara, echándose hacia atrás para mirarla. El rostro de la
joven estaba lívido, y era la viva expresión del miedo.
—Miley... —murmuró.
Ella estaba temblando de pies a cabeza, tenía los
ojos como platos y sollozaba incontrolablemente.
El rostro de Nick se contrajo, y extendió una de sus
grandes manos para secarle las lágrimas y arreglarle el revuelto cabello.
—Está bien —le susurró en un tono de voz tan suave
que no parecía el suyo—, está bien, Miley, no voy a hacerte daño... Tendría que
haberme dado cuenta de que... Dios, ¿por qué no me has dicho nada? Vamos, deja
de llorar, por favor... —le rogó sacando un pañuelo de su bolsillo.
Pero ella siguió tensa mientras le secaba las
mejillas, y la inquietud no se había borrado de sus grandes ojos azules cuando se encontraron con los de él..
—Yo no soy... no soy esa clase de mujer... no soy
una furcia... —murmuró con voz entrecortada—, y tú... tú no haces más que
tratarme como si lo fuera...
Las facciones de Nick se endurecieron.
—Escucha, Miley, yo...
Pero ella no quería oírlo.
—Déjame —le imploró, empujándolo por el pecho—, por
favor, déjame tranquila...
Y, como si fuera un animal herido y asustado, se
acurrucó contra la portezuela, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Por qué no me dijiste desde el principio que eras
virgen? — inquirió Nick quedamente, observándola.
Miley abrió los ojos, pero no se movió, ni lo miró,
y tardó en contestar.
—Porque no tenía ni idea de que ibas a intentar nada
conmigo —farfulló—, y porque no me habrías creído aunque te lo hubiera dicho.
Nick dejó escapar un pesado suspiro.
—Después de cómo reaccionaste cuando empecé a
acariciarte junto al lago, tal vez sí te habría creído —repuso con la vista
fija en sus mejillas arreboladas—. ¿Te he hecho daño?
Miley se sonrojó aún más, y sacudió la cabeza
nerviosa.
—¿Podemos volver ya al rancho, por favor? —le
suplicó.
—Miley...
Nick hizo ademán de acercarse a ella, pero al
instante ella se echó más hacia atrás, con los ojos desorbitados y el cuerpo
rígido.
Él se detuvo con el rostro ensombrecido. Se volvió
hacia el volante y puso el coche en marcha. La observó de soslayo, preocupado,
mientras volvían a salir a la carretera, pero para su alivio al cabo de unos
minutos pareció empezar a calmarse. Durante el resto del trayecto, sólo la
suave música de la radio rompió el silencio.
—¿Ha estado molestándote de nuevo? —le preguntó Selena a Miley esa noche tras la cena, cuando las dos subían a dormir.
Miley se limitó a asentir, y entró en su dormitorio,
consciente de que su amiga la había seguido. Selena cerró la puerta tras de sí,
y se sentó en la cama, con las manos sobre el regazo, y observó a la otra joven
detenerse frente a la ventana con una mirada vacía.
—Miley, por favor, dime qué es lo que ha ocurrido
—insistió—. Esta mañana sales tan contenta, y vuelves pálida como un fantasma;
Nick se marcha nada más llegar y a la hora que es aún no ha regresado... hasta
mi madre, que siempre está en Babia, intuye que ha pasado algo.
—No puedo hablarte de ello —musitó Miley. Se apartó
de la ventana y exhaló un profundo suspiro—. Selena, he pensado que lo mejor
será que mañana por la mañana me vuelva a Nueva York.
— ¡Oh, no, por favor, Miley! —exclamó su amiga
poniéndose en pie, con una tristeza enorme en el rostro—. Tienes que contarme
qué ha sucedido. ¿No habrá... ha intentado algo?
Miley no quería contestar, pero su vacilación y el
miedo en sus ojos la delataron.
—¿Jamás le has dicho lo que te pasó a los catorce
años, no es cierto? —inquirió Selena.
Miley meneó lentamente la cabeza.
—Me habría acusado de incitar a aquel hombre —le
dijo—, ¡y lo sabes! Cree que soy una furcia, y así es como me ha tratado hoy.
—Oh, Miley... —murmuró Jenna, yendo a abrazarla—.
Dios, iría y lo molería a palos sin con eso pudiese consolarte. Es un bruto y
un idiota —masculló—. Y, sin embargo, si te odiara como tú crees, ¿por qué iba
a intentar nada contigo? ¿No te parece extraño? No sé, yo diría que en el fondo
sí siente algo por ti.
Miley se apartó de ella y le dio la espalda.
—No, odio es lo único que siente por mí. Me odia y
me lo ha demostrado. Tengo que marcharme, Selena, no puedo seguir aquí por más
tiempo. ¿Es que no lo ves?
—Al menos podrías esperar hasta mañana para tomar
esa decisión —le suplicó Selena, preocupada—. Sé que ahora mismo no puedes ver
salida a esto, pero, te lo ruego, consúltalo con la almohada. Las cosas podrían
cambiar...
—No cambiará nada —repuso Miley pesimista—, pero lo
haré porque tú me lo pides.
Selena la besó en la mejilla, la abrazó de nuevo, y
salió del dormitorio.
Miley empezó a andar arriba y abajo. ¿Consultarlo
con la almohada? Aquello no serviría de nada. No podía quedarse allí y permitir
que Nick siguiera tratándola de esa forma tan denigrante.
Durante mucho tiempo se había preguntado cómo
reaccionaría si Nick intentara algo con ella, y ahora ya lo sabía: había
sentido verdadero pánico. Pero... pero no había sido así junto al lago, se
dijo. No, junto al lago había sido dulce y tierno, y ella no se había asustado.
Incluso había deseado que siguiera. Se cruzó de brazos y suspiró. Tal vez, si no
hubiera sido tan brusco con ella en el coche, habría reaccionado del mismo
modo. No le habría negado nada si hubiera sido menos rudo.
No, no podía seguir en el rancho, pero la idea de
tener que volver al apartamento de Nueva York la deprimía. ¿Estaría su tía
Dilly allí cuando llegase? Ciertamente, Miley esperaba que no. Dilly nunca
había sentido cariño por ella. El haber tenido que llevarla consigo al morir su
hermano la había irritado profundamente, acostumbrada como estaba a vivir sin
ligaduras ni obligaciones: de fiesta en fiesta, de viaje en viaje... Después de
que aquel amante suyo intentara forzarla, el muy canalla le había dicho a su
tía Dilly que ella había estado insinuándosele, y ella lo había creído, y desde
entonces se había mostrado aún más fría y distante, levantando un muro
insuperable Miley estaba segura que jamás caería. Ella ansiaba con toda su alma
terminar por fin sus estudios universitarios, encontrar un empleo fijo, y poder
vivir por fin por su cuenta.
Se puso el camisón y se metió en la cama decidida a
no pensar en Nick, ni en su tía, ni en el futuro tampoco, pero no pudo
evitarlo, y dio muchas vueltas en el lecho antes de dormirse.
A la mañana siguiente, Miley se levantó antes que
nadie. Al bajar, se encontró la cocina desierta. La señora Peake aún estaba
visitando a sus parientes, y esos días
los integrantes de la familia Jonas se habían conformado con un café y
tostadas, pero, como no quería marcharse sin despedirse de nadie, decidió que haría
bien en entretenerse con algo para no ponerse nerviosa antes de enfrentarse a
Nick, y se le ocurrió que lo que haría sería preparar un buen y abundante
desayuno. ,
Frió bacón, hizo tortitas, galletas, huevos
revueltos, café y zumo de naranja, y justo cuando estaba terminando de poner la
mesa en el comedor, apareció Nick, y se quedó paralizado en la puerta al ver
todo aquel banquete.
Miley se volvió al oírlo llegar, y casi se
arrepintió de haberlo mirado. Estaba tan endiabladamente guapo y masculino con
aquella camisa blanca de algodón y esos vaqueros, y el cabello húmedo de
ducharse... Con el corazón desbocado, se dio la vuelta lo más deprisa que pudo.
—¿Te importaría ir a llamar a tu madre y a Selena?
—le pidió—. Ya está todo listo.
—¿Por qué has hecho esto? —inquirió él con
aspereza—. No has venido aquí para hacer de criada, sino como invitada.
—Lo sé, pero quería hacer algo para agradeceros mi
estancia antes de tomar mi vuelo.
—¿Qué vuelo? —inquirió Nick, frunciendo el ceño.
—El que me llevará a Nueva York —contestó ella,
fingiéndose muy tranquila.
Le dio la espalda y se dirigió a la cocina para
ir por el azucarero, pero Nick la
siguió.
—Cancélalo —le dijo.
Miley lo miró con el azucarero en la mano.
—No pienso hacerlo.
De todos modos no podía, ya que aún no había hecho
la reserva.
—En ese caso lo haré yo.
Miley soltó ruidosamente el azucarero sobre la
encimera y apretó los puños junto a caderas.
— ¡No puedes retenerme aquí! ¡No soy tu prisionera!
—No, no lo eres, pero me gustaría que no te fueras
—murmuró él en un tono tan suave que ella se quedó patidifusa.
Mirándolo, a Miley le pareció que sus ojos estaban
enrojecidos, y que tenía mala cara, como si tampoco él hubiera pasado muy buena
noche.
—¿Para qué? —le preguntó desafiante—. ¿Para que
puedas empezar a atormentarme de nuevo?, ¿Para que sigas donde lo dejaste
ayer?, ¿Es eso?
Nick inspiró profundamente, metiéndose las manos en
los bolsillos, se apoyó en la pared y la miró a los ojos.
—Miley, ayer averigüé lo que quería saber de ti —le
dijo—, y lo hice de la única manera que podía hacerlo sin que me quedara la
duda de si estarías diciéndome la verdad o no. No pretendía asustarte de ese
modo, pero necesitaba respuestas que de otro modo tú no me habrías dado.
Miley se puso rígida.
—¿Estás diciéndome... que lo hiciste a propósito?
Nick asintió muy serio.
—En cierto modo. Para mí fue como una revelación.
Tenía la sensación de que no podías ser ni la mitad de experimentada de lo que
yo creí en un principio. Ya lo intuí la primera vez que te besé, porque tu
respuesta no fue la de una mujer que sabe mucho de besar —añadió con una leve
sonrisa—, y luego, junto al lago, te quedaste tan agitada, que no pude menos
que pensar que aquello era algo totalmente nuevo para ti. Y, por supuesto,
cuando te empecé a besar en el coche de vuelta a casa, el modo en que
reaccionaste, aturdida ante mi ardor, también se sumó a mis conclusiones
anteriores. Lo que no esperaba —añadió con un suspiro—, era el miedo. ¿No
pensarías de verdad que sería capaz de forzarte?
—Por supuesto que lo pensé —le espetó Miley—. ¿Cómo
no iba a pensarlo con la rudeza con que me trataste?
Nick esbozó de nuevo una leve sonrisa. Era cierto,
una chica inocente no podía saber lo que era la pasión.
—Algún día comprenderás por qué me comporté así,
pero no creo que éste sea el momento de explicártelo.
En tres zancadas se plantó juntó a ella, y su
repentina proximidad la puso aún más nerviosa. Podía sentir el calor de su
cuerpo, su aliento sobre la frente... Miley subió la vista aprehensiva de lo
que pudiera ocurrir, pero sin poder evitarlo, pues era como si sus ojos de
plata la atrajeran cual un imán.
—No quiero que te vayas —le repitió él suavemente—.
Ahora que sé la verdad, no volveré a tratarte con rudeza, te lo prometo.
La amabilidad era algo que Miley había aprendido a
no esperar de Nick, y precisamente por eso la desconcertó aún más, haciéndola
vacilar.
—Pero... somos enemigos —balbució.
Un músculo se contrajo en la mandíbula de Nick.
—Éramos — corrigió—. No tenemos por qué seguir
siéndolo.
—Pero si yo ni siquiera te caigo bien —insistió
ella, confundida por ese repentino cambio de actitud—. ¿Para qué quieres que me
quede si lo único que logro es irritarte?
El rostro de Nick se relajó visiblemente y sacó una
mano del bolsillo para acariciarle la mejilla.
—Porque me gusta lo que siento al tocarte.
Miley se puso roja como la grana, y sus labios se
entreabrieron involuntariamente.
—Nick, no...
Pero él, desoyéndola, ya estaba inclinando la
cabeza, y la besó en la frente, en los párpados y las mejillas, en una caricia
tan delicada que hizo que a ella le pareciera que sus piernas se habían
convertido en gelatina.
—¿Lo ves? —le dijo él en un tono quedo, levantando
la cabeza para mirarla—, no siempre soy rudo.
Miley se quedó mirándolo con los ojos llenos de
curiosidad, y Nick, como si estuviera en trance, le tomó el rostro entre las
manos.
—Acércate a mí —le susurró, inclinándose de nuevo
hacia delante—. No te haré ningún daño.
Ella obedeció, porque la tentación era demasiado
tuerte como para resistirse. Le encantaba sentir su cuerpo contra el suyo, su
fuerza, su calidez... Le encantaba el tacto de sus trabajadas manos. ¡Lo amaba
tanto...!
Nick rozó sus labios contra los de Miley con una
ternura inusitada, pero también con sensualidad, y ella contuvo el aliento por
la exquisita sensación, y se apartó un poco, nerviosa.
—No te apartes, Miley —murmuró Nick, acariciándole
las comisuras de los labios con los pulgares—. No será como ayer, te lo
prometo. Ven aquí...
Sus labios volvieron a posarse sobre los de ella,
suavemente, sin forzarlos ni hacer presión alguna, y toda la feminidad que
había en Miley respondió enfervorizada.
Se puso de puntillas, con las palmas abiertas sobre
su tórax, sintiendo su agitada respiración, y cerró los ojos al mismo tiempo
que apretaba sus labios contra los de él, queriendo más, ansiando... más...
—Por favor... oh, Nick, por favor... —le rogó, sin
saber muy bien qué le estaba pidiendo.
—¿Estás segura? —susurró él contra sus labios—. No
seré así de cuidadoso si te beso como me estás pidiendo que te bese.
Miley entreabrió los ojos, que parecían pesarle
muchísimo, y se miró en los de él.
—Oh, sí —jadeó—, muy segura...
Los dedos de Nick asieron con más firmeza la cabeza
de Miley, y la observó con los ojos entornados y llameantes de deseo.
—Abre la boca entonces —le susurró.
Segundos después, sus labios volvían a cubrir los de
ella mientras su lengua exploraba el interior. A Miley le pareció que el suelo
cedía bajo sus pies, y volvió a cerrar los ojos, dejándose llevar por las
exquisitas sensaciones.
Aquel ardor dulce y sensual estaba a años luz de la
pasión que lo había hecho vibrar el día anterior, pero estaba consiguiendo
contenerse lo bastante como para no asustarla, para que se sintiera tranquila.
De pronto, se oyeron pasos bajando las escaleras, y
King despegó sus labios de los de Miley de mala gana, dejando escapar un
gruñido de fastidio.
—Estoy empezando a pensar que ya no existe
privacidad en este mundo —farfulló.
Recordando la mala suerte que habían tenido el día
anterior, y el anterior a ése, Miley no pudo menos que sonreír. Él la sacudió
suavemente por la cintura.
—¿Te parece gracioso? —le increpó con un brillo
malicioso en la mirada—. Pues ven a montar a caballo mañana conmigo... si te
atreves.
Miley frunció los labios, entre pensativa y confusa
por los rápidos virajes que daba su relación.
—No sé... —dijo con sorna, mirándolo a través de sus
espesas pestañas—. ¿No dicen que las chicas no deben adentrarse con hombres en
el bosque?
Nick contuvo el aliento ante aquella mirada tan
inocentemente procaz, y sus dedos se cerraron en torno a la cintura femenina.
— Sólo las que son tan preciosas como tú.
—¿Miley? ¿Miley estás en la cocina? —les llegó la
voz de Jenna desde el comedor.
................................................................................................................... Un capi mas ♥ besostes agus_destinyhope gracias por tus comentarios
AWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW QUE DIVINO NICK!!!!!! AWWWW AMO ESTA NOVE ES PRECIOSA!!! SEGUILA PORFISSS , BESOTESSSSS!!!! Y ESPERO EL PROXIMO PRONTO :)
ResponderEliminar