lunes, 30 de enero de 2012

LEGALLY MARRIED "JEMI" cap.11

Ya en el suntuoso restaurante Boondocks, Demi y Joe se sentaron en una mesa circular junto a Kevin Lambert y a su esposa Danielle.
De camino a la parada del autobús, Demi había aprovechado para llamar a Miley. Menos mal que había tenido suficiente sentido común como para no besar a Joe Jonas en mitad del pasillo. Pero había estado tan cerca, tan cerca…
Era una tonta sin remedio. Desesperada, había buscado algo de cordura en los sabios consejos de su amiga, y ésta, como siempre, la había hecho bajar de la
nube a golpe de palabra.
–¿No nos conocemos? –le preguntó Kevin a Demi al tiempo que le estrechaba la mano.
–Nos conocimos una vez –le dijo ella–. Hace tres años, en la conferencia del gremio de arquitectos. Yo fui una de los cientos de personas que asistieron al evento.
–Entonces debió de ser allí. Recuerdo muy bien los rostros –Kevin sonrió.
Demi sólo esperaba que no recordara también su vergonzoso despido de Hutton Quinn.
–¿Alguien más está interesado en el Esme Cabernet del 97? –preguntó Danielle, leyendo la carta de vinos.
Demi se sintió aliviada al ver que cambiaban de tema.
–Es uno de sus favoritos –le explicó Kevin, mirando a su esposa y sonriendo con benevolencia–. Estoy seguro de que no os decepcionará.
Joe miró a Demi, esperando ver su reacción. Ella asintió con
ecuanimidad, orgullosa de mantener a raya sus desbocadas emociones. Sólo se trataba de una cena de negocios; nada más.
–Me encantaría probarlo –le dijo a Danielle.
Mientras Kevin pedía el vino, Demi reparó en una pareja que en ese momento entraba en el restaurante. Se dirigían hacia la escalera de caracol y, a pesar de la distancia, eran inconfundibles. Nick y Miley. Se incorporó un poco
para verlos mejor mientras subían las escaleras. ¿Qué podían estar haciendo allí?
Miley estaba roja como un tomate, furiosa.
–¿Qué…? –antes de decir una palabrota Demi cerró la boca.
Confuso, Demi se volvió hacia ella y entonces siguió la dirección de su mirada.
Miley y Nick habían llegado a lo alto de las escaleras e iban directos hacia su mesa. Al verlos acercarse con tanta decisión, se puso en pie de un tirón.
La cara de Miley no pasaba desapercibida.
El camarero se marchó con el pedido al tiempo que Miley y Nick se detenían ante ellos. Al ver a Kevin y a Danielle, el rostro de Miley se suavizó de inmediato.
–Siento mucho interrumpir –dijo, sonriéndole a Demi y mostrando con toda intención el maletín que llevaba en las manos. Era de color burdeos. El suyo.
¿Qué estaba haciendo Demi con su maletín en mitad del restaurante?
–Sólo queríamos pasar a saludaros –dijo Miley, prosiguiendo en un tono forzadamente jovial–. Me encontré con Nick en el aparcamiento.
Demi vio que Joe se ponía tenso como una cuerda. Nick se había ruborizado.
¿Nick? ¿El aparcamiento? ¿Su maletín?
–Vamos a pedir una mesa –anunció Miley, dándole a Demi un ligero apretón en el hombro–. Que disfruten de la cena. Quizá podamos hablar más tarde, ¿verdad? –agarró a Nick del brazo con fuerza.
Demi no pudo evitarlo. Se volvió hacia Joe y le miró boquiabierta. Su maletín estaba en el maletero del coche. ¿Cómo es que había terminado en manos de Miley? ¿Y qué tenía que ver Nick con todo aquello? El rostro de Joe
permaneció impasible.
–Hablamos luego –dijo él, mirando a Nick.
Miley se dirigió a Kevin y a Danielle.
–Siento mucho haberles interrumpido. Disfruten de la velada –dijo. Le lanzó una mirada funesta a Demi y se llevó a Nick de allí.
Demi quiso ir tras ellos, pero antes de que pudiera levantarse de la silla, sintió la mano de Joe en el muslo, agarrándola con fuerza y manteniéndola en el sitio.
Un cosquilleo eléctrico la recorrió por dentro.
–Ése era Nick Miller –dijo Joe, dirigiéndose a Kevin y a Danielle–. De Astral Air.
Demi bajó la mano con disimulo y trató de soltarse, pero él era más fuerte.
–Conozco a su padre –dijo Kevin.
Si había notado algo raro, su expresión no lo delataba. Era demasiado profesional para eso.
–Nick y yo crecimos juntos –dijo Joe, llenando el silencio mientras Demi trataba de soltarse.
–Ah, aquí está el vino –anunció Danielle al ver regresar el camarero.
En cuanto Kevin y Danielle se distrajeron un instante observando cómo
descorchaban la botella, Joe se inclinó hacia Demi.
–Quédate quieta –le susurró al oído.
–¿Qué has hecho?
–Ya hablaremos luego.
–Más te vale.
–Deja de moverte.
–Suéltame –dijo ella con contundencia y disimulo.
–No hasta que me prometas que te estarás quieta.
–La primera vez que probamos este vino fue en Marsella –dijo Kevin, levantando su copa para brindar.
Demi retomó el hilo de la conversación de inmediato. Sin embargo, era difícil no mover las piernas bajo el firme agarre de Joe. Su mano era caliente y seca, algo dura e imposible de ignorar. Ese día no llevaba medias y el tacto de su
mano sobre la piel desnuda se hacía deliciosamente insoportable. Su dedo meñique casi le llegaba a la entrepierna y una nueva sensación la sacudía de pies
a cabeza.
Kevin asintió con la cabeza, demostrando su satisfacción con el vino, y el
camarero les llenó las copas.
–Ha sido un placer conocerte, Demi –dijo Kevin, levantando su copa–. Y enhorabuena por tu contrato con Jonas Transportation. Es un edificio importante.
–Somos muy afortunados de tenerla –dijo Joe con educación.
Demi les dio las gracias a los dos y chocó su copa contra la de todos, evitando en todo momento el contacto visual con Joe. Bebió un sorbo de vino y se dejó envolver por el exquisito sabor del caldo. Estaba delicioso y además la
ayudaba a relajarse un poco en una situación tan tensa.
Otro camarero les llevó las cartas de comidas y las repartió por toda la mesa. Joe agarró la suya con una mano, sin soltar a Demi ni un momento. Ella, por su parte, abrió la carta y trató de concentrarse en los diferentes manjares
descritos en él, pero era inútil. Las letras se hacían borrosas una y otra vez. ¿Él había movido la mano? ¿La había subido un poco más?
Poco a poco, muy lentamente, las puntas de sus dedos trepaban a lo largo del muslo de Demi, adentrándose cada vez más entre sus piernas. Ella contrajo los músculos de forma automática. Tenía la piel ardiendo y su respiración se hacía cada vez más entrecortada.
–¿Empezamos con la crema de calabaza? –le preguntó él de repente, casi susurrándoselo al oído en un tono casual.
Ella abrió la boca, pero no fue capaz de articular palabra. Sus manos agarraban con fuerza la carta forrada en cuero.
–¿La ensalada de rúcula?
Demi no daba crédito. ¿Cómo podía estar allí sentado y fingir que no pasaba nada?
–Creo que tomaré el atún –dijo Danielle.
Tanto ella como su marido miraron a Demi con una expresión interrogante.
Joe deslizó la mano aún más arriba, y ella estuvo a punto de gemir.
–¿Demi? –le dijo.
–Rúcula –atinó a decir ella finalmente.
–El risotto está delicioso –dijo Danielle, intentando ayudarla a decidirse.
Demi trató de sonreír, pero el gesto no le quedó muy natural. En realidad estaba apretando los dientes para aguantar la ofensiva sexual de Joe.
Balanceando la pesada carta contra la mesa, la sujetó con una sola mano y bajó la otra hasta ponerla sobre la de él.
–Para –le susurró con disimulo–. Por favor –añadió, desesperada.
Él se detuvo, pero entonces volvió la mano y agarró la de ella para acariciarle la palma.
Una nueva ola de deseo recorrió a Demi por dentro. Podía apartarse de él en cualquier momento, pero no quería. Quería disfrutar de esa sensación, sentir la descarga de adrenalina que la tenía en un puño…
–El salmón –dijo Joe con decisión, cerrando la carta y dejándola a un lado.
–La salsa de eneldo es excelente –dijo Danielle, hablando por encima del borde de la carta.
–Por qué no engorda sigue siendo un misterio para mí –dijo Kevin, acariciándola.
–Es que tengo un buen metabolismo –dijo ella, defendiéndose.
–¿Y tú qué quieres? –Joe se volvió hacia Demi, sin dejar de obrar su magia con las manos.
El doble sentido reverberó en el aire.
Ella lo miró a los ojos, sabiendo que era imposible ocultar el deseo.
–Risotto –consiguió decir.
–¿Y de postre? –le apretó más el muslo.
–Lo decidiré luego.
Él esbozó una lenta sonrisa de satisfacción. Sus ojos emitían destellos de victoria.
Y justo cuando Demi estaba a punto de sucumbir sin remedio al hechizo de sus caricias, oyó la voz de Miley, desde algún remoto rincón de su mente.
«¿No crees que existe una posibilidad remota de que haya sido una
maniobra de distracción?...».
Lo estaba haciendo de nuevo. Y ella le estaba dejando, por voluntad propia.
En ese momento la ola de humillación la golpeó como un jarro de agua fría y la lujuria se convirtió en rabia.
–No quiero postre –le dijo con firmeza, agarrándole la mano y quitándosela
de encima con un movimiento rápido.
Crème brûlée –dijo Daniel–. Eso es lo que quiero.
Joe miró a Demi un instante, y entonces decidió dejarlo por el momento.
Esa vez no iba a funcionar. Por suerte, Danielle comenzó a hablar sobre un viaje a Grecia que había hecho recientemente. Demi se dedicó a escucharla y trató de
responder a sus preguntas con gracia e inteligencia.
Los platos se sucedieron uno tras otro hasta llegar al postre, pero Joe no volvió a tocarla.
Cuando Danielle y Kevin se marcharon por fin, su irritación se había convertido en auténtica furia.

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