Al día siguiente las cosas no habían mejorado sustancialmente, pero con
los cuidados de las enfermeras y la amabilidad del médico, al menos Miley se
fue animando un poco y el segundo día, cuando el doctor Forbes pasó en su ronda
de visitas, le explicó que no podía costearse una estancia larga en el hospital
ya que no contaba con un seguro, y le pidió que le diera el alta.
El médico se mostró reticente.
— Bueno —murmuró pensativo, con el ceño fruncido—, siempre que use la
muleta, no fuerce demasiado la pierna, y tenga alguien que se ocupe de usted...
Además, tendrá que cambiar esas vendas cada día.
—Oh, mi tía cuidará de mí —mintió Miley—. Esta tarde vuelve de Monaco.
—Está bien —accedió finalmente el médico—, pero no se olvide de que la
semana que viene tiene que venir a que le quitemos los puntos.
—Por supuesto —le prometió ella.
Apañárselas sola en el apartamento fue más duro de lo que Miley había
imaginado. Tenía que ir apoyándose en la muleta, o saltando sobre la pierna
sana para moverse de una habitación a otra, y cada paso le dolía un horror. Si
no hubiera sido porque en la guía encontró un supermercado cercano que aceptaba
pedidos a domicilio, se habría muerto de hambre, ya que su tía había dejado la
nevera vacía a excepción de una caja de leche cortada y unos huevos caducados:
Una hora más tarde, cuando llegó el chico del reparto, tuvo la amabilidad
de guardarle las cosas, y después de que se fuera se preparó una sopa de sobre
y un sándwich sentada en el silencio del enorme salón. Mientras masticaba y
pensaba en los trabajos que no podría hacer por el accidente, sus ojos se
llenaron de lágrimas. Sumida en esos negros pensamientos, pasó un rato antes de
que se diera cuenta de que el teléfono estaba sonando. Extendió el brazo para
agarrar el inalámbrico.
—¿Diga?
— ¡Miley! —exclamó Selena aliviada, al otro lado de la línea—. ¡Gracias a
Dios! Llevo días llamándote, tratando de localizarte, y no había manera. Esta
mañana llamé a tu agencia, por qué ya no sabía qué otra cosa podía hacer, y me
dijeron que habías tenido un accidente. ¿Es cierto?
Miley se secó los ojos con el puño de una de las mangas de la camisa.
— S... sí —balbució—. Me lancé delante de un Cadillac.
— ¿Que hiciste qué?
—Tenía una entrevista de trabajo, y llevaba unas sandalias con mucho
tacón —le explicó Miley—. El caso es que salí corriendo para tomar un taxi, y
de pronto di un traspié, hice unos cuantos pasos de ballet... totalmente
improvisados, quiero decir... y acabé siendo atropellada por un Cadillac.
¿Verdad que tengo buen gusto? —bromeó, no queriendo preocupar a su amiga.
Pero Selena la conocía demasiado bien como para dejarse engañar.
—¿Y no te has hecho nada? ¿Por qué te llevaron sino al hospital?
—Bueno, mi pierna derecha no salió muy bien parada, y tengo algunos
cortes y magulladuras, pero aparte de eso estoy bien.
—¿Está tu tía contigo?
—No, gracias a Dios está aún de viaje —contestó Miley con un suspiro—
Dios, ¡si supieras cuánto me alegra oír tu voz, Selena...! Estaba poniéndome
melancólica aquí sola.
—¿Seguro que sólo son «unos cortes y magulladuras»? —insistió su amiga—.
¿Y qué has querido decir antes con eso de que tu pierna derecha no ha salido
«muy bien parada»?
—No es nada, dentro de unos días estaré bien — mintió Miley—. Sólo tengo
que hacer reposo.
—¿Por qué no dejas que mamá vaya a recogerte y te vienes al rancho para
que podamos cuidar de ti?
— ¡No! —respondió Miley al instante.
—Nick no te molestaría, mamá y yo no se lo permitiríamos —le aseguró Selena, adivinando el motivo de su negativa—. Además, no sé lo que ocurrió ese
día en el estudio, pero la noche del día que te marchaste se fue a la ciudad y
volvió borracho como una cuba a las tantas de la madrugada. Al día siguiente
entre la resaca y el mal humor no había quien lo aguantara, y esa misma tarde
salió para nuestro rancho de Australia. Volvió ayer, suave como la seda,
taciturno... no parece el mismo. Pasara lo que pasara entre vosotros, está
arrepentido.
—Te agradezco el ofrecimiento, pero no puedo marcharme ahora, por si me
llaman de la agencia — mintió Miley—. Podría hacer anuncios de manos, o de
labios.
—Oh —murmuró su amiga—. ¿Seguro que me estás diciendo la verdad?
—insistió suspicaz.
—Pues claro. Bueno, ¿y cómo os va a Taylor y a ti?
—No te lo vas a creer. Taylor decidió, como yo, que merecía la pena
luchar por nuestro amor, y que si tenía que enfrentarse a Nick, lo haría. Le ha
dicho que vamos a casarnos en diciembre, le guste o no, y que si lo despide,
buscará trabajo en cualquiera de los otros ranchos de la zona. ¿Qué te parece?
— Oh, Selena, me alegro tanto por ti —le dijo Miley con sinceridad—.
¿Crees que podría ir a la boda?
—Tonta, tú serás mi dama de honor —contestó su amiga—, así que ya te
estás dando prisa en ponerte bien, ¿eh?
—Lo haré —le prometió Miley.
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