martes, 31 de enero de 2012

LEGALLY MARRIED "JEMI" cap.13


–Va detrás de algo –dijo Demi al tiempo que Miley dejaba una pizza de tamaño grande sobre la pequeña mesa del comedor de Demi–. Un hombre así no hace esa clase de ofertas porque sí.
Miley volvió al recibidor, se quitó los zapatos, dejó el bolso y se ajustó la coleta.
Era domingo por la tarde. El partido de los Mets estaba a punto de empezar en el canal de deportes.
–Desde luego que sí –dijo Miley, siguiendo a su amiga hacia la cocina del apartamento–. Lo que yo quiero decir es que deberías aceptar.
Demi abrió el congelador y sacó una bolsita de cubitos de hielo.
–¿Y ponerme en sus manos?
–¿Una isla privada? ¿Mansiones? ¿Esa extraordinaria historia sobre piratas? No me importa lo que se traiga entre manos. Nos lo vamos a pasar fenomenal este fin de semana.
–¿Nos? –preguntó Demi.
–No te vas a ir a Serenity Island sin mí –le dijo Miley, sentándose en un taburete frente a la barra de la cocina y apoyando los codos sobre la mesa.
–No voy a ir a Serenity Island –Demi echó una docena de cubitos en la coctelera.
No podía pasar un fin de semana entero con Joe.
–Es la oportunidad de tu vida –dijo Miley.
–Sólo para los freaks de los piratas –Demi añadió mango, piña, té helado, menta y un chorrito de vodka, y después mezcló bien los ingredientes del Mango Madness; una vieja tradición, junto con la pizza y el partido de los domingos.
–No me llames eso –dijo Miley en tono bromista–. Lo de Nick es más bien una obsesión tonta.
La abogada se quedó pensativa y entonces volvió al tema principal.
–Míralo de esta forma. Si no vamos a la isla, Joe intentará otra cosa. Si vamos, pensará que ha ganado. Así conseguiremos ir un paso por delante y estaremos preparadas para su siguiente movimiento.
Demi tuvo que admitir que la lógica de Miley tenía sentido. El problema era que no podía confiar en sí misma en presencia de Joe Jonas, y con sólo pensar en su próximo movimiento, sentía una avalancha de deseo que la dejaba
sin voluntad.
Fueron a Serenity Island en uno de los helicópteros de Astral Air. Era la primera vez que Demi volaba. En los orfanatos nunca había presupuesto para vacaciones y un billete de avión siempre había sido un artículo de lujo para ella.
Al llegar hicieron la primera parada en la casa de los padres de Nick, que estaba situada al lado del helipuerto privado. En el garaje de los Miller había una pequeña flota de carritos de golf, los únicos vehículos de motor que había en la isla.
David y Darcie Miller estaban en Chicago por negocios, pero la casa estaba llena de personal de servicio. La tía de Nick, Ginny, enfundada en un vestido estilo años cincuenta, los recibió en el flamante recibidor decorado en tonos
rojizos.
–Hola, muchachos –les dijo, tomando las manos de Nick–. Qué bien que has traído compañía, Nick.
–Hola, tía –dijo Niick, dándole un beso en la mejilla–. ¿Cómo estás?
–¿Cuál de estas hermosas señoritas te acompaña? –preguntó Ginny, examinando a Miley y a Demi de arriba abajo.
–Sólo somos amigos.
–Tonterías –Ginny le guiñó un ojo a Demi–. Este joven es muy buen partido –se acercó un poco más y bajó la voz como si fuera a confiarle un gran secreto–. Tiene dinero, ¿sabes?
Demi no puedo evitar la sonrisa.
–Bueno, este otro… –Ginny se volvió y apuntó con un dedo acusador en dirección a Joe–. Siempre ha sido un gamberro.
–Hola, tía Ginny –dijo Joe, haciendo acopio de toda su paciencia.
–Lo pillé en el armario de la ropa de cama con Patty Kostalnik.
–Ginny –dijo Joe, protestando.
–¿En serio? –exclamó Demi, sin esconder su interés.
–¿O era la chica de los Pansy? –Ginny frunció el ceño–. Nunca me gustó.
Solía robarme mi crème de menthe. Fue en mayo, porque los manzanos estaban floreciendo.
Demi miró a Joe de reojo, disfrutando de su incomodidad.
Él sacudió la cabeza, negándolo todo.
–Demi y Miley se van a quedar en casa de Joe unos días –le dijo Nick a su tía.
–Ni hablar. Tú necesitas una esposa, joven –se puso entre Demi y Miley y las agarró del brazo a las dos–. Tienen que quedarse aquí para que puedas conocerlas mejor. ¿Cuál te gusta más?
–Se van a quedar con Joe –repitió Nick.
Ginny chasqueó la lengua.
–Tienes que aprender a defender lo tuyo, sobrino. No dejes que Joseph selas lleve a las dos –miró a Demi–. ¿Tú lo quieres?
Demi se sonrojó.
–Me temo que…
La señora se volvió hacia Miley sin dilación.
–¿Y qué pasa contigo? –le preguntó en un tono enérgico.
–Claro –dijo Miley con una sonrisa traviesa–. Como bien ha dicho usted, Nick es un buen partido.
Ginny se puso muy contenta. Joe se reía a carcajadas y el pobre Nick tenía una expresión de auténtico horror.
–Ven conmigo a la cocina, jovencita. Por aquí. Me ayudarás con el pastel – dijo Ginny, agarrando a Miley del brazo y llevándosela por un largo pasillo.
–¿No vas a ir con ellas? –le preguntó Joe a Nick, tratando de controlar las risotadas.
–Ella sola se lo ha buscado –dijo Nick, sacudiendo la cabeza–. Que se las arregle ella solita.
–¿Y la chica de los Pansy? –le preguntó Demi a Joe, dispuesta a no dejar el tema.
–Tenía quince años, y ella tenía dos años más.
–¿Aha? –exclamó Demi, esperando más detalles.
–Me enseñó a besar.
–¿Y…?
–Y nada. ¿Estás celosa?
Demi frunció el ceño. Él estaba retomando el control.
–En absoluto.
–Por aquí, por favor –dijo Nick, señalando a través de un arco.
Después de darles un breve paseo por la flamante mansión, los llevó a una terraza provista de muebles cómodos y lujosos.
–Debes de hacer unas buenas fiestas aquí –le dijoDemi a Nick, mirando la barra y las dos enormes barbacoas.
Él asintió con la cabeza.
–Hay una sala de fiestas abajo y un montón de habitaciones. ¿Ves esos techos verdes que están debajo de la cordillera?
Demi se acercó a la barandilla y miró hacia la escarpada falda de la montaña.
–Los veo.
–Son cabañas para invitados. Hay un camino de servicio que rodea la montaña por detrás. A mi madre le encanta tener invitados aquí.
Demi bajó la vista y se encontró con una enorme piscina en forma de riñón con dos jacuzzis a un lado, rodeada del césped más fresco y verde.
Más allá de la propiedad de los Gilby, más cerca de lo que parecía una cala de arena blanca, y en dirección opuesta a las cabañas, había una especie de torreón de piedra, y un techo con formas irregulares que sobresalía por encima de
los árboles.
–¿Qué es eso?
–Es la casa de Joe –dijo Dylan.
–¿Vives en un castillo? –Demi se volvió hacia Joe, sorprendida.
–Es de piedra –respondió él, acercándose a la barandilla–. Y es laberíntico y complicado, así que supongo que se le podría llamar castillo. Bueno, si quieres sonar pomposo y hacer que se rían de ti.
–Es un castillo –dijo ella con entusiasmo, deseando explorar todos sus rincones–. ¿Cuándo fue construido?
–Hace algunos siglos –dijo Joe, sin especificar más.
–Fue construido en 1700 aproximadamente –dijo Nick–. Los Jonas siempre le han dado mucha importancia a las raíces.
De repente Demi sintió un golpe de celos. ¿De cuántas generaciones estaban hablando? ¿Acaso todo tenía que ser perfecto en la vida de Joe Jonas?
–Estoy deseando verlo –dijo en tono bajo y discreto.
Joe la miró con atención, intentando descifrar su expresión.
–Los Jonas restauran y conservan –explicó Dylan–. Los Miller prefieren echarlo todo abajo y empezar de cero.
–Farsantes –dijo Miley, saliendo a la terraza. Con sus vaqueros y su blusa verde, parecía sentirse como en casa. Demi, por el contrario, estaba cada vez más inquieta e impaciente.
–¿Cómo va ese pastel? –le preguntó a su amiga, rehuyendo la mirada de Joe.
–Estamos todos invitados, o quizá debería decir «obligados» a quedarnos a cenar –dijo Miley.
–Así es la tía Ginny –dijo Nick, mirando a Miley con gesto serio–. Antes de llegar al postre ya te estará buscando un vestido de novia.
Miley trató de domar su rebelde melena rubia, alborotada por el viento.
–No hay problema –dijo, mirando a su alrededor con indiferencia–. Podría acostumbrarme fácilmente a este lugar.
Nick puso los ojos en blanco al oír el comentario sarcástico.
–No tengo nada en contra de vivir del botín de unos piratas –añadió la abogada, sacudiendo la cabeza. Tiró de la cadena que llevaba puesta y sacó un medallón de oro que llevaba escondido bajo de la blusa. Lentamente, empezó a balancearlo delante de Nick.
Demi no tardó en reconocer la pieza y entonces se preparó para otra acalorada discusión entre Nick y Miley. Era la moneda que habían comprado en aquella tienda de antigüedades.
–¿Todo bien hasta ahora? –preguntó Nick, apoyándose en la barandilla junto a Joe tras la cena.
Las luces de la casa de los Gilby iluminaban la noche y a lo lejos se divisaban destellos provenientes de la casa de Joe.
–Eso creo –Joe señaló a las tres mujeres que estaban en el interior de la casa. Ginny estaba llevando a cabo su plan maestro–. Les está enseñando fotos de cuando Sadie y ella eran jóvenes.
–Yo le comenté algo a Miley –dijo Dylan, atribuyéndose el mérito–. Y enseguida le preguntó a mi tía si tenía fotos.
–Bien pensado –reconoció Joe.
Ginny y Sadie se habían criado juntas en Serenity Island y, aunque a Ginny ya empezaba a fallarle la memoria, todavía recordaba muchas anécdotas que sin duda ablandarían el corazón de Demi. Esa vez no podría acusarle de tratar de
manipularla. Ejecutar un plan maestro a través de la excéntrica tía Ginny era demasiado rebuscado, aunque, en realidad, eso era justo lo que estaban haciendo.
–Miley no supone mucho problema –añadió Nick–. Hablas de piratas y se lanza de cabeza.
–Te tomas demasiado en serio lo de los piratas.
–Ella se pone como loca –dijo Nick en un tono pensativo.
–Nuestros antepasados no eran boy scouts –dijo Joe.
–¿Joseph? –la imperiosa voz de Ginny la precedía antes de llegar a la puerta.
Joe levantó la vista.
–Ven aquí –le ordenó.
Nick soltó una risita disimulada al tiempo que Joe iba hacia la señora.
–Necesito tu ayuda –susurró, haciéndole señas para que se acercara más y mirando hacia el interior del salón.
–Claro –dijo Joe, inclinando la cabeza para escuchar mejor.
–Vamos a bajar a bailar.
A Ginny siempre le había gustado mucho la música, sobre todo la de las grandes orquestas, y el baile siempre había sido una parte importante de las obligaciones sociales en la isla.
–No hay problema.
–Tú pídeselo a la pelirroja, la señorita Demi –le miró con un gesto conspiratorio–. Tengo un buen presentimiento respecto a Nick y a la otra.
–Miley –dijo Joe.
–Parece estar especialmente interesado en su trasero.
–Ginny –dijo Joe en un tono de reprimenda.
La señora se rió con picardía.
–No soy una ingenua.
–Nunca he creído tal cosa.
–Vosotros los jóvenes no inventasteis el sexo antes del matrimonio, ¿sabéis?
–Estábamos hablando de bailar –dijo Joe y entró en la casa–. Demi –dijo, acercándose a las dos chicas, que estaban sentadas en el sofá.
Estaban hojeando álbumes de fotos, unos de entre los muchos que estaban sobre la mesa.
Demi levantó la vista.
–Vamos abajo –le dijo él, señalando el camino–. Vamos a bailar.
Ella parpadeó, sin entender nada. Él sonrió de oreja a oreja y se acercó más.
La agarró el brazo y la hizo ponerse en pie.
–Ginny nos está haciendo de Celestina –le susurró de camino a la escalera de caracol–. Me han obligado a tomarte como acompañante para que Nick pueda pedírselo a Miley.
–Es muy agradable –dijo Kaitlin, refiriéndose a Ginny.
–Son una familia de conspiradores.
–¿Sí? Bueno, mira quién habla.
Joe no pudo negárselo.
Al final de las escaleras se encontraron con una enorme sala de fiestas.
–¡Vaya! –exclamó Demi, dando unos pasos sobre el suelo de madera maciza y pulida. El techo estaba decorado con rutilantes bolas de discoteca.
La joven estiró los brazos y giró sobre sí misma, sonriendo como una niña.
Un empleado estaba preparando el sistema de audio y en unos segundos comenzaron a sonar los primeros acordes de Stardust.
Ginny, Miley y Nick se unieron a la fiesta, riendo y bromeando.
–Necesitas un acompañante, tía –dijo Nick, agarrándola de la mano.
–Oh, no seas tonto –dijo Ginny, dándole un manotazo–. Soy demasiado vieja para bailar.
Joe se acercó a Demi. Definitivamente ella era la chica con la que iba a bailar esa noche. La tomó en sus brazos con facilidad y comenzó a moverse al ritmo de la música, siguiendo la cadencia con sutileza y apartándose de los otros.
–Hace mucho que no hacemos esto –murmuró, sintiéndola contra el cuerpo.
–Y la última vez no terminó muy bien –dijo ella, siguiendo el ritmo y dejándose llevar por él.
–Podría haber terminado mejor –dijo él, dándole la razón. Podría haber terminado con ella en la cama. Podría haber sido así.
De pronto se apartó un poco y contempló su bello rostro. ¿Por qué no había terminado así?
–Ginny me ha dicho que era la mejor amiga de tu abuela, desde la infancia. Joe asintió.
–Mi abuela era la hija del encargado de mantenimiento.
–Ginny me dijo que tu abuela Sadie creció, se casó y murió aquí. Todo en esta isla. Joe soltó una carcajada al oír tan desacertada descripción de la vida de su abuela.
–Bueno, de vez en cuando sí que la dejaban salir.
–Eso sí que son raíces.
–Supongo que sí.
–Y las tuyas son todavía más profundas.
–Supongo –le dijo él en un tono distraído. Sentir el tacto de su cuerpo era mucho más interesante que hablar de su propia familia en ese momento.
La canción terminó y enseguida empezó a sonar It could happen to you.
Ginny no estaba dispuesta a dejar que su plan romántico fracasara.
–Estaba pensando… –le dijo él de repente.
–Sh –dijo ella, interrumpiéndole.
–¿Qué?
–No hables, por favor.
–¿Qué?... ¿Por qué no? –preguntó, sintiendo curiosidad.
–Estoy fingiendo que eres otra persona –le dijo ella en un susurro.
–Oh –dijo él con sutileza, ignorando el filo de sus palabras.
Cada vez se acercaba más, cerrando los ojos, dejándose llevar…
–Yo también estoy fingiendo que soy otra persona –suspiró–. Sólo un minuto,Joe,  sólo durante esta canción. Quiero olvidarme del mundo y creer que éste es el único sitio para mí.
Joe sintió que se le encogía el corazón. La apretó contra su pecho y le dio un beso en la frente.
«Éste es el único sitio en el mundo para ti…», pensó en silencio.

1 comentario:

  1. JAJAJA ME CAUSA MUCHA GRACIA QUE NICK Y MILEY SIEMPRE TIENEN GANAS DE DISCUTIR JAJA ME ENCANTO EL CAPI ESTUBO BUENISIMO! SEGUILAAAAAAAAA!!!

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