martes, 17 de enero de 2012

"Darling enemy" Niley♥ cap.6

    
Volviendo al presente, Miley  dejó escapar un pesado suspiro mientras observaba cómo pasaban las nubes junto a la avioneta. Se preguntó si alguna vez lograría olvidar aquello. Aquellos pensamientos habían reavivado en su mente otro recuerdo anterior, que era la causa por la que tenía miedo a los hombres. Irónicamente, Nick , su enemigo declarado, era el único hacia quien no sólo su reacción había sido de curiosidad, sino incluso de deseo.
—Saskatchewan —anunció Selena  triunfal, reapareciendo a su lado—, pero Saskatchwan Occidental, así que ya no nos queda tanto para llegar a casa.
El rancho de la familia Jonas, Gray Stag, se encontraba en un verde valle a los pies de las Montañas Rocosas, no muy lejos de Calgary. Tenía una pista de aterrizaje privada, y todas las comodidades que se pudieran soñar: una piscina de agua climatizada, pistas de tenis, unos jardines que eran el orgullo del viejo jardinero de la familia, y que recordaban a Miley  a las fotos que había visto de la Francia rural.
La enorme casa donde residían era una copia de una mansión francesa, a la que se llegaba por un largo camino serpenteante de grava flanqueado por altos abetos. Vastas extensiones de prado salvaje se extendían hasta donde alcanzaba la vista, con las escarpadas cumbres nevadas como telón de fondo.
Nick hizo rodar la avioneta hasta el hangar, junto al cual estaba aparcado un Mercedes blanco. Una mujer bajita, delgada, de pelo entrecano y vestida con un traje gris perla los saludó con la mano cuando bajaron del aparato.
— ¡Hola, mamá! —exclamó Selena, corriendo a los brazos abiertos de la mujer, y dejando atrás a Miley  y a Nick.
— Dios mío, cualquiera diría que hace años que no se ven, en vez de dos meses —farfulló el ranchero.
—Ojalá mi madre viviera aún y yo pudiera abrazarla así —murmuró Miley  con tristeza.
De pronto sintió la mano de Nick  posarse en su nuca, y cómo sus dedos la masajeaban ligeramente, en un inesperado gesto compasivo.
—Envidio a Selena  —dijo Miley , esbozando una pequeña sonrisa—. Se nota que nunca le ha faltado cariño. Es tan extrovertida...
—Al contrario que yo, quieres decir —apuntó Nick , apartando la mano bruscamente.
Ella no estaba pensando eso, pero era cierto que siempre había pensado que en ese sentido eran opuestos.
—Y seguramente opinas que no me importa la mayoría de la gente —añadió Nick, interpretando su silencio como un «sí»
—Bueno, no sé si «la mayoría de la gente», pero sí sé que yo no —respondió Miley.
Nick  giró el rostro y la miró fijamente a los ojos.
— Sabes muy poco de mí, Miley —le dijo —  Nunca te has atrevido a acercarte a mí lo bastante como para conocerme.
Ella rehuyó su intensa mirada.
—Una vez sí lo hice —le recordó con amargura.
—No lo he olvidado —respondió él, estudiando su perfil—. Y muchas veces me he preguntado qué habría pasado si hubiese yacido contigo sobre el heno —añadió, aminorando deliberadamente el paso a medida que se acercaban a su madre y su hermana.
A Miley  el corazón le dio un vuelco.
—No me habría entregado sin luchar —le respondió en un tono desafiante.
Nick  bajó la vista hacia ella, y una extraña sonrisa arqueó una de las comisuras de sus finos labios.
—¿Eso habrías hecho? —le preguntó con voz sensual—. ¿Tienes la suficiente experiencia como para saber cuánto excita a un hombre el que una mujer deseable intente rechazarlo?
—Dímelo tú —le espetó ella—. Según parece, crees que me he acostado con la mitad de la población masculina de Nueva York.
Nick enarcó una ceja.
—La verdad es que no sé que pensar de ti —admitió—. Cuando creo que he colocado todas las piezas del puzzle me encuentro con que hay una que me había pasado desapercibida. De hecho, estoy empezando a pensar que eres una cuestión que debería estudiar más a fondo.
Miley  se puso roja como una amapola, y se sintió furiosa consigo misma por no poder evitar reaccionar así ante sus provocaciones. Pues esa vez iba a ser diferente, se dijo, no iba a lograr ponerla nerviosa.
—No te hagas ilusiones, no voy a hacer nada contigo —le advirtió con aspereza.
—Y yo que tú no daría eso por hecho —farfulló él, sacando un cigarrillo del bolsillo de su chaqueta, y encendiéndolo mientras la miraba de reojo —  Aquella mañana en el establo me lo estabas pidiendo a gritos.
Miley  se estremeció ante el recuerdo de su propia debilidad ese día, y cerró los ojos un instante.
—Aunque sea ranchero, eso no significa que me pase todo el día entre ganado —le dijo Nick, dando una calada al cigarrillo—. Sé qué hacer con una mujer, Miley, y puedo llegar a perder la cabeza si me tientan. Tú estuviste a punto de conseguirlo, porque los dos sabemos que tú fuiste responsable de lo que casi pasó en el establo: los vestidos escotados, el maquillaje, esas miraditas de «ven aquí y bésame...»
—Basta, por favor —le rogó ella, interrumpiéndolo—. No tienes ni idea de hasta qué punto me arrepiento de aquello, y te agradecería que no volvieras a mencionarlo. Por mi parte no tendrás nada de lo que preocuparte esta vez. No volvería a flirtear contigo aunque me dieran un millón de dólares.
—Y será lo mejor —murmuró él secamente—. Los rancheros vivimos con el temor constante de ser seducidos por las salvajes chicas de ciudad como tú— añadió con una nota de ironía en la voz, y esbozando una media sonrisa.
Miley le habría contestado, pero habían llegado junto a Selena  y su madre.
—Cielo santo, el fin del mundo debe estar próximo —dijo la señora Jonas  riéndose—. ¿Me engañan mis ojos o por una vez no estáis discutiendo? Hasta me ha parecido ver que sonreías a Miley, Nick  —dijo mirando fijamente a su hijo.
Nick enarcó una ceja.
—No, ha debido ser un espasmo muscular —respondió.
—Ya decía yo —contestó Denise Jonas  riéndose. Se volvió hacia la joven y la abrazó afectuosamente—. Es maravilloso tenerte aquí, querida. Entre Nick haciendo visitas de negocios aquí y allá, y el repentino interés de Selena  por la ganadería... —añadió con una mirada cómplice a su hija—, ya estaba deprimiéndome por lo sola que me iba a sentir este verano —se quedó mirando a Miley un instante—. Espero que tú no vayas a interesarte ahora también por la ganadería.
Miley  se echó a reír de buena gana.
—Oh, no, Dios no lo quiera.
—Me alegro —dijo la señora Jonas —. Bueno, ¿vamos a casa? No sé a vosotros, pero a mí no me vendría mal una taza de café. Nick, cariño, ¿querrás conducir tú? —le preguntó a su hijo, colgándose de su brazo.
—¿Cuándo fue la última vez que me monté en un coche contigo al volante? —le espetó él burlón.
—Déjame pensar... —murmuró su madre frunciendo el ceño—. Creo que cuando tenías trece años y te tuve que llevar al dentista porque te habías pegado con Sammy Blain y te había partido un diente... Fue una suerte que te lo pudieran pegar.
Echaron a andar, y detrás de ellos, Selena  y Miley,  que reprimió a duras penas una sonrisa. Era agradable ser parte de una familia, aunque sólo fuera por unas semanas y no fuera su familia de verdad.
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