lunes, 19 de noviembre de 2012

The Last Nigh Cap.5




Mientras caminaba, disfrutando de los sonidos y las vistas del centro de Houston, fue aminorando la marcha gradualmente. Calmó los nervios mirando escaparates, fijándose en las tiendas, en cuáles
habían renovado su fachada y cuáles habían sido reemplazadas por otras más modernas.
La gente andaba por la calle a paso rápido pero eso no impidió que Danielle viera a Selena Montoya al otro lado de la calle, cargada con varias bolsas.
–¡Selena! –la llamó Danielle, moviendo las manos
para atraer su atención.
Selena se giró y la vio. Sorprendida, sonrió y saludó.
Luego, señaló hacia la esquina. Danielle se encontró con ella allí después de cruzar la calle.
–¡Danielle, me alegro mucho de verte! –exclamó Selena y le dio a su amiga un abrazo con ambos brazos cargados de bolsas.
Danielle rió y se sintió feliz por primera vez desde que había llegado a Houston. Abrazó a su amiga también.
–Selena, me alegro de verte. Han pasado muchos años.
Selena y Danielle se habían hecho amigas en el primer año de su matrimonio con Kevin, a pesar de las objeciones del hermano de Selena. Jake Montoya no quería que su familia tuviera nada que ver
con los amigos de Joe o Zacl Brody. Ambos hombres habían sido amigos íntimos de Kevin desde la universidad, junto a Nick Franklin y Justin Dupree. Jake odiaba a cualquiera que estuviera relacionado
con esos cinco miembros del Club de Ganaderos de Texas.
–Sí, hace mucho tiempo que no nos vemos. Me habría gustado no perder el contacto contigo –dijo Selena.
–Lo siento mucho, Selena. Fueron muy malos tiempos para mí. Dejar mi casa y todo lo que tenía… no me resultó nada fácil. Necesitaba empezar de cero.
Selena dulcificó su mirada.
–Lo entiendo. Pero ahora estás aquí.
–Sí, me quedaré dos semanas. Había planeado llamarte, así que es una suerte que te haya encontrado. Parece que has comprado la tienda entera –observó Danielle.
Selena bajó la vista hacia las bolsas que llevaba.
–Lo sé, se me ha ido un poco la mano. No suelo ir mucho de compras y he tenido que ponerme al día. ¿Dónde te alojas?
–En un hotel al final de la calle. ¿Tendrás tiempo para quedar estos días?
–Eso estaba pensando. Podemos quedar en Somerset para comer.
–Me parece estupendo –repuso Danielle y le tendió a Selena una tarjeta de visita–. Aquí está mi número de móvil. Tengo muchas ganas de que quedemos.
Selena sonrió cuando leyó la tarjeta con el logo de dos figuras bailando bajo la luz de unos focos.
–Luces de Baile. Me gusta. He oído que has abierto una escuela de baile.
–Supongo que toda la gimnasia que hice de pequeña y mi experiencia como animadora me han servido de algo. En la escuela enseñamos todo tipo de bailes. Eso me mantiene ocupada.
Pensativa, Selena volvió a mirar la tarjeta.
–Te llamaré a finales de semana. Ahora tengo que ver a Jacob. He quedado con él. 
Danielle asintió. No podía enviarle saludos al hermano de Selena porque era la esposa de Kevin. A ella nunca le había sentado bien que Jacob Montoya la rechazara sólo por eso.
–De acuerdo, nos vemos pronto. Tengo muchas
ganas.
Las palabras de Danielle eran ciertas. Quería retomar las amistades que había dejado marchitarse. Selena era un encanto y había sido de gran ayuda cuando habían empezado sus problemas  matrimoniales.
Le encantaría volver a disfrutar de su amistad.
Danielle se detuvo en un puesto de comida en el mercado y compró una ensalada china para cenar antes de irse al hotel. Cuando entró en la habitación se quitó los zapatos de una patada y se sentó en
la cama, exhausta por todas las emociones del día.
Dos minutos después, alguien llamó a su puerta.
Gimiendo de cansando, Danielle se levantó de la cama.
–¿Sí? –dijo al abrir la puerta y ver allí a un empleado del hotel.
–¿Señora Novak? Esto ha llegado para usted.
Entrega especial.
Danielle no pudo contener una exclamación de admiración.
El mozo le entregó una docena de calas negras y orquídeas moradas, elegantemente dispuestas en un jarrón.
–Gracias –repuso Danielle y le dio una propina antes de cerrar la puerta.
Admirando las flores, Danielle dejó el jarrón en la mesa y tomó la tarjeta. Leyó la nota, que decía:


No he olvidado cuáles son tus favoritas.

Durante un instante, los ojos se le llenaron de lágrimas. Sabía que había sido Kevin quien le había enviado las exóticas flores. Ella tenía debilidad por las calas negras y había pedido ese capricho
para adornar su boda.
Con el estómago encogido por la emoción, se
dejó caer sobre la cama. Mirando el techo, sintió
un nudo en la garganta.
–No lo has olvidado, Kevin –musitó en el silencio
de la habitación.



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