domingo, 4 de noviembre de 2012

The Far Future cap.8




Harry era más pesado de lo que pensaba y se retorcía sin cesar. Casi se le cayó al suelo, pero finalmente consiguió sujetarle contra la cintura. Tal y como le había dicho a Joe la noche anterior, estaba acostumbrada a niños un poco mayores. Joe abrió y enganchó la silla a la mesa en un abrir y cerrar de ojos. Demi trató de no dejarse impresionar. Harry se movía sin parar y se volvió para ver quién le sujetaba. Empezó a tirarle del pelo, soltándole algunos mechones de la coleta.
–¡Ah!
Joe levantó la vista y sonrió de oreja a oreja.
–Otro como yo.
Con la cara ardiendo de vergüenza al recordar lo mucho que le había gustado sentir las manos de Joe en el cabello, Demi trató de quitarse las manitas del niño de la cabeza.
–Déjame.
Antes de que pudiera protestar, unos poderosos dedos masculinos se cernieron sobre la pequeña manita del niño y le hicieron aflojar un poco. Sintió el roce de sus nudillos en la mejilla…
Demi trató de permanecer inmóvil, en calma… Casi lo consiguió… Los ojos de Joe se encontraron con los suyos. Podía ver deseo en ellos. Solo podía esperar que él no viera nada en los suyos.
–Oh, bien. Tienes una silla, Harry –le dijo al pequeño y fue a ponerle en la silla, pero Joe se lo quitó de los brazos y le ancló a la silla que había fijado a la mesa.
Harry pareció sorprendido y entonces, como si acabara de recordar lo que pasaba cuando se sentaba en la silla, sonrió de oreja a oreja y empezó a aporrear la mesa.
–¿Dónde está mi comida? –dijo Joe, sonriente.
Le alborotó el pelo, se sentó a su lado y empezó a darle pedacitos de melocotón con la cuchara. Por un momento, Demi no pudo hacer otra cosa que observar, y suspirar con disimulo.
–Yo lo hago –dijo de repente–. Puedes irte.
–No vas a apagar ningún fuego. ¿Qué prisa tienes? Como solía decir mi abuela –Joe arqueó una ceja y la desafió con una mirada.
–Seguro que estás ocupado. Tendrás muchas cosas que hacer hoy.
–Sí –dijo él, pero no dejó de alimentar a Harry.
Demi frunció el ceño y cambió el pie de apoyo.
–Y te agradezco mucho que cuidaras de él ayer y… anoche –añadió con vergüenza–. Pero no quiero robarte más tiempo.
–¿No? – Joe arqueó una ceja. Otro desafío. Uno que no era capaz de entender.
–No.
–¿No vas a ir al hospital?
–Claro que voy a ir. A las nueve operan a la abuela. Tengo que terminar de darle la comida a Harry, cambiarle y ponerme en marcha –Demi miró el reloj–. Pronto. ¿Harry tiene pañales?
–Supongo. Tiene muchas cosas –Joe le dio otra cucharada–. Pero no puede ir contigo.
–¿Qué? ¿Por qué no? ¡Soy perfectamente capaz de cuidar de él! –Demi se puso a la defensiva de inmediato, indignada.
–No pueden entrar niños.
Ella se le quedó mirando.
–¿Qué?
–No pueden entrar niños de menos de catorce años. Por las enfermedades infecciosas. La gripe, esas cosas…
–Tiene que ser una broma –dijo ella, pero mientras lo decía, se dio cuenta de que él hablaba muy en serio–. No me había dado cuenta…
–Yo tampoco hasta que no nos dejaron subir con Maggie ayer.
Demi abrió la boca y la cerró de nuevo. ¿Cómo iba a cuidar de Harry y acompañar a la abuela en el hospital al mismo tiempo?
–Harry puede quedarse conmigo.
–Pero tú…
Joe le lanzó una mirada que la retaba a discutir. Le dio otra cucharada a Harry. Y otra más.
–No quiero abusar –dijo ella, vacilante.
Él se encogió de hombros.
–Estaremos bien, ¿verdad, colega? –le preguntó a Harry con una sonrisa. El niño se la devolvió.
–Bueno, gracias –dijo ella.
Joe ni siquiera la miró.
–Dile que la echamos de menos –dijo y siguió dándole de comer al bebé. Claramente la estaba echando de allí…


Cuando Demi llegó al hospital cuarenta y cinco minutos más tarde, ya habían trasladado a su abuela de la cama a la camilla. Al ver entrar a su nieta, Maggie sonrió.
–Me siento como si hubiera salido de la Edad de Piedra –murmuró,
levantando la mano un momento y dejándola caer al instante.
Demi se rio, pero no pudo evitar preocuparse. Su abuela, siempre tan energética y vital, estaba pálida, exhausta. Probablemente estaba sedada y por lo menos había sonreído un poco, pero Demi no estaba muy positiva. No obstante,
decidió poner una buena banda sonora a la situación para animarse un poco.
Whistle a Happy Tune empezó a sonar en su cabeza.
–La próxima vez que haya un musical, puedes presentarte al casting –le dijo Demi, gastándole una broma con los musicales que tanto le gustaban.
Le agarró la mano. Estaba mucho más fría que de costumbre y su piel parecía de papel de cebolla.
La anciana sonrió y le tocó la mejilla con suavidad. Después sacudió la cabeza.
–Creo que este año no voy a poder cantar el número principal –dijo con tristeza. Miró hacia la puerta–. ¿Dónde está Wilmer?
–¿Wilmer? –Demi parpadeó, sorprendida y miró por encima del hombro como si fuera a verlo en cualquier momento.
Wilmer no le caía especialmente bien a la abuela… Pero Demi no sabía por qué.
–En el trabajo, supongo.
–¿No vino?
–¿Querías que viniera? –le preguntó, sorprendida.
–Claro que no –contestó Maggie–. Pero pensé que tú sí querrías que
viniera.
–Yo… Bueno, por supuesto. Me hubiera gustado mucho que hubiera venido, pero no puede irse así como así.
El trabajo de Wilmer era muy exigente y su jornada era muy larga.
–Además, no sabía cuándo volvería. Le dije que llamaría y que le
mantendría informado, lo cual me recuerda… –dijo, mirando fijamente a su abuela–. Cuando hablamos ayer, no mencionaste a Harry.
–Ah –dijo la abuela, cerrando los ojos–. Harry –una sonrisa se asomó en sus labios.
Al ver esa sonrisa, Demi no pudo mantener la boca cerrada.
–¡No puedo creer que dejaras que Misty te lo dejara aquí!
La abuela no abrió los ojos.
–Va a hablar con Devin.
–Eso he oído. Pero no es excusa.
–¿En serio? –exclamó Maggie, arqueando las cejas sin abrir los ojos–. Yo pensaba que era bastante buena.
Demi apretó los dientes. Sabía que su abuela dejaba que Misty se saliera con la suya, pero no podía creer que aprobara su comportamiento en el fondo.
–Se aprovecha.
–Bueno, sí, pero es que…
–Ella es así –dijo Demi, terminándole la frase, todavía molesta.
Eso le decía siempre su abuela.
–Pero no significa que esté bien.
–Espero que no la pagues con Harry.
–Claro que no.
–O con Joe –Maggie abrió los ojos, claros, azules y penetrantes.
–Joe está bien. Harry y él son uña y carne.
La abuela sonrió.
–Lo sabía –cruzó las manos justo por debajo del pecho y cerró los ojos.
–Para –dijo Demi–. Pareces un cadáver.
Maggie se echó a reír.
–Todavía no he llegado a eso.
–Bien –Demi tomó las dos manos de su abuela y las apretó con fuerza–. Tienes que ponerte bien. Eres todo lo que tengo –las emociones que intentaba suprimir, afloraban de repente con toda su fuerza.
–Pensaba que habías pillado bien a Wilmer –dijo la abuela de repente–. ¿Dónde está Harry ahora? –añadió, sin darle tiempo a replicar.
–Con Joe –dijo Cat en un tono tenso.
–Ah –Maggie cerró los ojos. Su voz se volvió suave y adormilada de nuevo. Sonrió, satisfecha y serena–. Deberías casarte con un hombre como él.
–Joe no está interesado en casarse con nadie –dijo Demi con
contundencia.
La abuela abrió los ojos de golpe.
–¿Habéis hablado de ello?
Demi se encogió de hombros.
–Me lo mencionó de pasada.
La abuela sabía que habían salido un par de veces, pero ella nunca había compartido sus esperanzas y sueños con ella. Además, después de llevar años viviendo en el apartamento del garaje, debería haber sabido que él había salido un par de veces prácticamente con todas las mujeres del sur de California y que no
estaba interesado en una relación seria.
–A lo mejor deberíais volver a hablar de ello.
O a lo mejor no…
–Te veo en la sala de recuperación –le dijo, inclinándose para darle un beso–. Te quiero. Y cantaré una canción alegre para ti.
Pero no iba a hablar de matrimonio con Joe. Había ciertas
conversaciones que no podían ir mejor la segunda vez.




1 comentario:

  1. me encanto y Joe es todo un experto en cuidar bebe y maggie no quiere a wilmer jajaja es que la verdad nadie lo quiere síguela pronto saludos

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