domingo, 25 de noviembre de 2012

Irresistibly Charming cap.10




Miley se despertó y se sorprendió al descubrir que había estado
durmiendo casi hora y media.
–¿Por qué no me has despertado? –preguntó.
–Imaginé que necesitabas descansar –contestó Nick encogiéndose de hombros.
–¿Dónde estamos? –dijo Miley al darse cuenta de que estaban en una carretera de dos carriles–. Pensé que no sabías el camino.
Enseguida se tranquilizó al comprobar que iban en la dirección correcta.
–Supuse que habría señales, así que cuando vi la indicación hacia los viñedos, la tomé.
–Aun así, deberías haberme despertado.
–¿Quieres dejar de protestar? –dijo él con voz impaciente–. No estamos perdidos.
–Pero podíamos estarlo.
–¿Y qué? no habría sido el fin del mundo, Miley.
Los dos tenemos teléfonos móviles. Habríamos llamado para avisar de que llegábamos un poco más tarde.
–Cierto, pero no quiero darle ninguna razón a mi tía Dolly para que me critique.
–No te criticará estando a mi lado. Verás que pronto la pongo a comer de mi mano.
Miley puso los ojos en blanco. ¡Vaya hombre arrogante!
–Lo creas o no –continuó él–, se me da bien el sexo contrario. La mayoría de las mujeres, especialmente las maduras, me encuentran encantador.
Miley no lo dudaba. Pero no estaba dispuesta a alimentar su ego y se recordó que debía mantener la guardia.
–Por eso te elegí como mi pareja ideal, Nick, porque tienes todas esas cualidades que gustan a la mayoría de las mujeres. Solo las que como yo están escaldadas, se dan cuenta de que ese encanto tuyo no es más que una tontería.
Él rio sin humor.
–Y yo que creía que empezaba a resultarte simpático.
–En sueños, Nick. Ahora por favor, concéntrate en la carretera. Estamos llegando a Cessnock. A partir de ahora te indicaré el camino. Es complicado atravesar el pueblo y tomar la carretera correcta.
Siguió sus indicaciones y enseguida cruzaron el viejo pueblo minero y tomaron la carretera que les llevaría a su destino.
–No vayas rápido por aquí –le advirtió Miley–. Después de todo lo que ha llovido últimamente, seguro que habrá muchos baches.
Nick disminuyó la velocidad considerablemente, lo que le permitió apartar los ojos de la carretera de vez en cuando para observar al paisaje.
–Esta zona es muy bonita, Miley.
Estaba de acuerdo con él en que era bonita, con muchas colinas, árboles y casas bien conservadas. Había varios hoteles que ofrecían recorridos para hacer catas de vinos, además de alojamientos de cinco estrellas.
También era un sitio al que se retiraban los jubilados y en el que se habían construido nuevas viviendas para aquellos que querían disfrutar del campo sin tener que dedicarle demasiado esfuerzo.
–Supongo que mi opinión está contaminada al no haber sido feliz aquí.
–Al igual que tu opinión sobre los hombres está contaminada por no haber sido feliz con uno.
Miley apretó los labios.
–Todos tenemos recuerdos contaminados, Nick –replicó con frialdad–. Seguro que tú también.
«Qué razón tienes, querida», pensó Nick con una mezcla de sorpresa y admiración.
Debía de ser agotador lanzar tanto dardo envenenado. Estaba deseando llegar para verla comportarse como realmente era. Quizá incluso fuera dulce con él. No pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría cuando la abrazara. Quizá incluso la besara, pero solo para guardar las apariencias. Solo de pensarlo, su corazón se aceleró.
–¿Cuánto queda?
–Menos de un kilómetro. Toma el siguiente desvío a la derecha.
Era una carretera más ancha, que parecía haber sido arreglada
recientemente y en la que no había baches, circunstancia que Nick comentó.
–Se ha invertido mucho en esta carretera –explicó Miley–. Se han
construido varias bodegas y un nuevo hotel de golf en unos terrenos que el tío Bill vendió.
Precisamente lo estamos dejando ahora mismo a la derecha.
–Vaya –exclamó Nick–. Tremendo campo de golf.
–No es solo un campo de golf, es una urbanización.
Si te compras una casa, automáticamente eres miembro del club de golf.
Pero te costará al menos un millón. El viejo y astuto tío Bill se aseguró al vender los terrenos de que lo hicieran miembro del club de por vida. Le encanta el golf.
Supongo que a ti también, como a todos los hombres aficionados a los deportes.
–No me apasiona, pero me gusta. Para serte sincero, es necesario jugar al golf cuando trabajas en el mundo de los deportes. No sabes la cantidad de acuerdos que he cerrado jugando al golf, especialmente en el hoyo diecinueve.
Miley frunció el ceño.
–Pensé que solo había dieciocho hoyos.
Nick sonrió.
–Ya veo que no juegas al golf. El hoyo diecinueve es el club.
–Qué tonta. Vete despacio, la entrada está por aquí –dijo Miley señalando– . Entre estos dos árboles. No hace falta que pares, las puertas están siempre abiertas.
–No veo ninguna casa –dijo Nick, mirando a su alrededor mientras tomaba el camino de entrada.
–Eso es porque no estás mirando hacia el sitio correcto. Está allí, encima de aquella colina.
Sus ojos siguieron la dirección que señalaba y vio una casa de dos plantas, majestuosamente ubicada en la cresta de una colina distante. Era rectangular y de estilo colonial, con un pronunciado tejado inclinado y con un porche a su alrededor, tanto arriba como abajo. Varias chimeneas acompañaban la elegante arquitectura del edificio.
–Pensé que me habías dicho que tu familia no era muy rica –comentó Nick.
–No lo son.
–Creo que no coincidimos en la definición de lo que es ser rico.
A menos que aquella propiedad estuviera hipotecada, el dueño de aquel lugar debía de ser muy rico en opinión de Nick. Las vallas alrededor de los corrales estaban en perfecto estado y el ganado que pastaba en los prados tenía buen aspecto. A pesar de que sus conocimientos sobre la vida en el campo se limitaban a lo que había visto en algún documental en la televisión, Nick percibía que allí había mucho dinero.
–Supongo que todo el terreno alrededor de la casa es de tu abuela, ¿no? – preguntó mientras avanzaban por el camino de grava.
–No. Lo cierto es que toda la finca es de mi tío Bill.
Mi abuelo dejó todo a su hijo en vez de a su esposa.
Nick frunció el entrecejo.
–¿Por qué lo hizo?
Al mirarla, adivinó una expresión de disgusto en su rostro.
–Porque era de la vieja escuela, de los que creían que los hombres debían gobernar el mundo y ser los dueños de la tierra.
Quizá el odio de Miley por los hombres había surgido antes de acostarse con aquel cliente. Aun así, Nick se daba cuenta de que a una mujer tan inteligente como Miley le debió de ser difícil aceptar el machismo de su abuelo.
–¿Le molestó mucho a tu abuela?
–Se sintió desilusionada –dijo Miley– , pero no montó ningún lío, aunque debería haberlo hecho. Yo sí lo hice cuando tío Bill le asignó una mensualidad miserable después de todo el dinero que había heredado.
–¿Qué hiciste?
–Amenacé al muy canalla con convencer a mi abuela para que impugnara el testamento si no le daba una cantidad decente anual, cosa que hizo.
–Supongo que durante una temporada no fuiste muy apreciada.
–Nunca he sido apreciada por los hombres de mi familia –replicó.
Nick rio.
–Me pregunto por qué.
–¿Por qué debería preocuparme por el sexo opuesto? Soy tan buena como ellos.
–Sí, tan solo recuerda durante los dos próximos días que vas a simular ser una mujer enamorada.
–Sabía que esta no era una buena idea. No sé cómo se me ocurrió hacer esto.
–Te has dejado llevar por el orgullo.
–Sí, tienes razón. ¡El orgullo! Uno de los siete pecados capitales.
Parecía tan abatida que de repente Nick sintió lástima por ella.
–No solo por el orgullo, Miley. También por el cariño, no lo olvidemos. Estamos aquí para hacer feliz a tu abuela. ¿Qué más da que tengas que fingir durante un par de días? ni que fuera para siempre. Deja que hable yo, tú limítate a sonreír y a asentir a todo lo que diga. Sé que te resultará muy difícil, pero es por una buena causa.
Miley permaneció en silencio unos segundos antes de decir que sí con las cabeza.
–Haré lo que pueda.
–Bien.
Miley se sentía incómoda cada vez que lo miraba.
Sentía deseos de golpearlo solo por encontrarlo tan irresistiblemente
atractivo.
No era orgullo lo que en aquel momento sentía. Era otro de los siete
pecados capitales, uno que la aterrorizaba.
Miley no estaba familiarizada con la lujuria. Tanto Brad como Mario la habían seducido para llevarla a la cama y había perdido el interés de ser amada, así como la necesidad de practicar sexo con ellos.
Pero deseaba acostarse con Nick y ese pensamiento la aturdía. Suspiró y se arrepintió de que se le hubiera ocurrido aquella farsa. También se arrepentía de haber seguido la sugerencia de Nick y haberse comprado aquel vestido rojo tan sexy.
Demi lo había elegido por ella. Era el tipo de vestido capaz de alterar las hormonas de un octogenario. Nick era mucho más joven y eso le preocupaba.
¿Qué pasaría si esa noche intentaba besarla?
–Venga, Miley –dijo Nick con una nota de desesperación en la voz–. Cualquiera pensaría que vas camino a tu ejecución.
«Preferiría una ejecución que acabar contigo en la cama», pensó Miley, manteniendo la mirada fija en la carretera.
Trató de repetirse lo que le acababa de decir, que todo aquello era por una buena causa, pero no consiguió todo aquello era por una buena causa, pero no consiguió relajar la tensión de su estómago. El miedo a que aquel fin de semana terminase en un desastre, fue haciéndose mayor según se acercaban a la casa.
La imagen de su tía Dolly esperándolos en el porche, le hizo recordar otro temor, el de que los hicieran pasar la noche en la misma habitación.
Con tan solo mirar a la tía Dolly, Nick adivinó por qué Miley estaba tan tensa.
La mujer tenía un aspecto imponente. Era alta y fuerte, con pinta de sargento mayor. Estaba esperando junto a los escalones, con los brazos cruzados y las piernas, de tobillos anchos, ligeramente separadas. La falda y el jersey que llevaba eran de color gris. Debía de rondar los sesenta años y tenía el pelo rubio y rizado, probablemente resultado de tinte y permanente. Los rasgos de su rostro eran duros y tenía una ligera sombra de bigote. Tenía los ojos pequeños y juntos, y al observar a Nick detener el coche, se abrieron como platos.
–No te atrevas a salir del coche –murmuró Nick entre dientes al ver que Miley se disponía a abrir la puerta–. Sígueme la corriente y sonríe por el amor de Dios.
Cuando se giró para mirarlo, Nick esbozó una sonrisa, antes de inclinarse y besarla en la mejilla.
Aunque no le devolvió la sonrisa, sí le obedeció y se quedó en el coche. Él salió, rodeó el vehículo y le abrió la puerta. Nick evitó mirar a la tía Dolly hasta que Miley salió, tomándolo de la mano.



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