lunes, 19 de noviembre de 2012

The Far Future cap.9






–¿Reunión familiar?
Joe pudo sentir la palabra «no» formándose en su boca casi al mismo tiempo que repetía lo que su madre acababa de decirle. Pero las negativas directas no solían tener mucho éxito con Denise Jonas, así que intentó dar unos cuantos rodeos.
–Creo que no voy a poder.
Sosteniendo el teléfono entre la oreja y el hombro, se inclinó por debajo de la mesa de la cocina para agarrar a Harry, que no dejaba de moverse, antes de que fuera a meter los dedos en un enchufe.
–Por eso te llamo pronto, para darte más tiempo. Así puedes asegurarte de tener el fin de semana libre –su madre sonaba entusiasta y feliz, pero su voz también albergaba ese tono de advertencia que todos sus hijos podían reconocer fácilmente. Joe, sin embargo, no se había pasado media vida esquivando sus
trampas para dejarse atrapar a esas alturas. No era que no disfrutara de la compañía de su familia. Sí que lo hacía, pero de forma individual. No le gustaban las multitudes. Y toda su familia junta era precisamente eso, una multitud.
–¿Cuándo es?
Después de un intento frustrado de electrocución, Harry estaba intentando meterle los dedos en los ojos a Joe. Este trató de quitárselo de encima, pero Harry se reía.
–El fin de semana del Día de la Madre. ¿Qué es ese ruido?
–Es el lavavajillas.
–Suena como un niño. Un bebé, balbuceando –su voz se alegró al
instante–. ¿Joe? ¿Hay algo que quieras decirme?
–Sí. Que no sé si puedo ir ese fin de semana.
Denise dejó escapar un gruñido de protesta.
–Escogí ese día precisamente porque tu padre va a estar aquí.
Socrates había tenido un ataque al corazón antes de Navidad, pero había vuelto a su ajetreada rutina poco después, sin perder ni un momento. Joe sabía que su madre no estaba muy contenta con ello, pero no le había quedado más remedio que acostumbrarse.
–Y… Además, si venís todos a la reunión, será una forma de demostrarle a vuestra madre lo mucho que la queréis.
–Bueno, ya empezamos con esas.
Su madre suspiró afectadamente.
–Si prefieres verlo así…
–Te quiero.
–Sí, lo sé. Y no te gustan las aglomeraciones –dijo las palabras en un tono cantarín que le dejaba muy claro que ya lo había oído antes y que no aceptaba un «no» por respuesta–. No es una glomeración. Son tu familia.
La aglomeración de la que no se podía librar por mucho que lo intentara.
–Y solo quieren…
–Lo mejor para mí –dijo Joe, terminando la frase de siempre. También podría haber puesto el mismo tono de voz. Era casi un refrán.
–Sí.
–A lo mejor. Pero también quieren mi casa para las vacaciones de
primavera. Quieren traer a amigos y pasarse todo el verano en la playa. Quieren que sea el padrino de sus hijos.
–Deberías sentirte halagado.
–Estoy encantado –le dijo él entre dientes.
Harry le metió los dedos en la boca y entonces soltó una risotada cuando Joe se los mordisqueó.
–¡Es un bebé! ¿De quién?
–Mío no. Nadie va a hacerte abuela. Tengo que irme. Tengo una llamada en espera.
No era una mentira. Estaba entrando otra llamada.
–Estás tratando de librarte de mí.
–Estoy tratando de hacer negocios.
–¿Con el bebé?
–Tengo que dejarte, mamá. Hablamos pronto –colgó antes de darle
oportunidad de decir la última palabra.
Pero mientras atendía la llamada de un fabricante de muebles de Colorado, supo que las cosas no se iban a quedar así con su madre. Denise Jonas quería ver a todos sus hijos casados, dándole nietos. Y con Kevin y Danielle juntos de nuevo, y esperando un bebé, él era la única asignatura pendiente.
–No es por mí, Joe, cariño –le había dicho en Navidad, cuando había ido a casa–. Es por ti. ¡Te hará muy feliz! Serás el hombre que siempre quisiste ser.
–¿Sí? ¿Y tú eres la mujer más feliz del mundo por haberte casado con papá?
Todos los hijos de los Jonas sabían que estar casada con Paul Jonas
no era fácil, como tampoco lo era ser su hijo. Él era un hombre trabajador, pero también era exigente, inflexible.
–Tu padre es… un desafío –le había dicho su madre, reconociéndole algo de razón–. Pero hace que la vida sea más emocionante. No habría tenido la vida que he tenido sin él.
–Es verdad –le había dicho Joe con acritud.
Al oír aquellas palabras, ella le había dado un manotazo.
–Quiero a tu padre, Joe, y aunque no siempre es un hombre fácil, es el hombre al que siempre he querido. No cambiaría mi vida por nada en el mundo.
–Eso no es por papá. Es por esos nietos que ya empiezas a ver.
Ella se había echado a reír.
–Sí, eso también. Los nietos son una bendición, Joe. Y los deseo para ti también.
–No, gracias. No los quiero.
–Pero los querrás.
Él había sacudido la cabeza enfáticamente.
–No tengo intención.
–Ya sabemos adónde llevan las buenas intenciones.
–¿Crees que no se puede vivir sin estar casado? –Joe se había reído.
–Creo que aún no has encontrado a la mujer adecuada –le había dicho ella con firmeza.
Joe recordaba haber tenido una súbita visión de cierta chica al oír esas palabras de su madre. Ironías de la vida… Demi era la única
mujer que se había atrevido a mencionarle la palabra «matrimonio ».
–La mujer adecuada no existe…
De vuelta al presente, Joe se sentó en el suelo, miró a los ojos a Harry.
–No, gracias. Estoy soltero, soy feliz y quiero seguir así.
Harry sonrió de oreja a oreja y se lanzó a los brazos de Joe. Que su
madre pensara que el mundo sería un sitio mucho mejor si todo el mundo pasaba por el altar no significaba que tuviera razón. No iba a casarse para complacerla, ni a ella ni a nadie. Le gustaba su vida tal y como era en ese momento y no quería poner en peligro su libertad. Algunas personas, como Tallie, le llamaban egoísta. A
lo mejor lo era. Pero una familia siempre implicaba un compromiso, una exigencia que él no deseaba.
«Se llevaron tus cromos de béisbol, te robaron tu tabla de surf, se comieron tu huevo de Pascua de chocolate, te mancharon de vino el abrigo…», pensó, enumerando todos los estragos que le había causado su familia a lo largo del tiempo.
Una reunión familiar en el Día de la Madre. Las cosas no podían empeorar mucho.
–No te cases –le dijo a Harry con contundencia–. No importa lo que te digan.
Harry le metió un dedo en el ojo.




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