domingo, 4 de noviembre de 2012

Irresistibly Charming cap.8





Nick miró el reloj del salpicadero cerca de la calle donde vivía Miley. Era la una menos cuarto. No era buena idea llegar pronto, así que se detuvo junto a la acera para dejar pasar unos minutos.
El tiempo fue transcurriendo lentamente y no pudo evitar pensar en lo que había pasado cuando había llamado a Delta la noche anterior para contarle sus planes para el fin de semana.
Nick sacudió la cabeza al recordar su reacción.
Miley había tenido razón. Quizá no conocía a las mujeres tan bien como creía. A Delta no solo no le había gustado la idea, sino que se había puesto muy celosa.
Aquel ataque de celos había sacado lo peor de Nick.
Cuando Delta empezó a acusarlo de que aquello era tan solo una estrategia para acostarse con Miley, Nick le había dicho que, si eso era lo que pensaba, entonces había llegado el momento de continuar caminos separados. Después de eso había colgado.
El hecho de que Delta le hubiera estado mandando mensajes subidos de tono al teléfono durante la siguiente hora, solo había servido para confirmarle que había hecho lo correcto al cortar con ella. Pero todo aquel asunto lo había incomodado. Al final había apagado el teléfono, pero sospechaba que había seguido mandando mensajes. Desconocía cuál sería su contenido, aunque ya le
había dedicado todos los insultos del diccionario, desde «indecente» a «libertino».
No estaba seguro del significado de «libertino», así que lo había buscado en el diccionario y había descubierto que un libertino era un hombre lascivo que hacía lo que quería. Era un poco duro, pero no del todo desencaminado. Le gustaba hacer lo que quería y lo que quería era poner fin a una relación con una mujer que era tan hipócrita como malhablada. Por otra parte, le agradaba hacerse
pasar por el novio de Miley y hacer feliz a una anciana.
El reloj marcaba las doce y cincuenta y tres. Era hora de ponerse en
marcha.
La casa que estaba en la dirección que Miley le había dado resultó ser una sorpresa, pero no porque fuera grande. Era una casa de estilo eduardiano, bien conservada, que debía de costar una fortuna por su excelente ubicación en una colina sobre Manly Beach.
No pudo evitar preguntarse si sería suya o la habría alquilado.
Mientras se bajaba del coche y se dirigía hacia la puerta por el camino de acceso, decidió que aquella casa no la había alquilado. El jardín estaba bien cuidado y la pintura verde de alrededor de las ventanas era reciente.
Llegó al porche y tocó el timbre. Estaba seguro de que Miley era la dueña de aquella casa.
A punto estaba de tocar el timbre otra vez cuando la puerta se abrió y Miley apareció más guapa que de costumbre. En lugar de su habitual traje de chaqueta negro, llevaba unos vaqueros azules ajustados, unos botines negros, una camisa blanca con las mangas remangadas y un collar. El pelo lo tenía recogido en una coleta y se había pintado los labios. Parecía cinco años más joven y mucho más a la moda.
Delta estaba equivocada: Miley no le gustaba.
Nunca se habría ofrecido para hacer aquello con una mujer que le hubiera gustado.
–Llegas pronto –dijo con tono casi acusador.
Algunas cosas no podían cambiar con tanta facilidad como la apariencia, pensó Nick. Debería haberse mostrado agradecida y no molesta. A él le gustaba que la gente fuera puntual.
Excepto a las tres de la tarde de un viernes.
Pero ¿por qué tenía que pensar en eso ahora?
Nick se encogió de hombros e intentó apartar aquellos pensamientos de la cabeza.
–Pero solo cinco minutos. Estás muy guapa.
–Gracias, tú también.
–Estamos para agradarle –dijo sonriendo.
Ella no le devolvió la sonrisa, pero un brillo especial asomó a sus ojos. No estaba seguro de si seguiría molesta. No iba a ser fácil pretender estar enamorado de ella durante el fin de semana.
–No tardaré mucho –dijo ella dándose la vuelta y enfilando el pasillo–. Ahí está el baño –añadió señalando una puerta a la derecha–. Te lo digo por si quieres usarlo antes de marcharnos.
–Estoy bien.
Tal y como dijo, no tardó en regresar con un maletín en una mano y un portatrajes de plástico.
–Supongo que ahí dentro llevas un vestido –dijo él mientras salían al porche.
–Sí. Toma, sujétame esto mientras cierro la puerta con llave.
Estaba allí parado, con ambas manos ocupadas, cuando un gato apareció junto a su tobillo derecho.
–¿Este gato es tuyo?
–Sí.
–¿Por qué solo tiene un ojo? ¿alguna pelea?
–No, tuvo un encontronazo con un coche hace un año, ¿verdad, bonito? – dijo con voz melosa, mientras tomaba al gato en brazos–. Me costó una fortuna el veterinario, más de tres mil dólares.
Nick se quedó mirándola fijamente. ¿Tres mil dólares en un gato?
–Sí, lo sé –continuó ella–. No es lo que esperarías de la insensible Miley.
–Está visto que eres más sentimental de lo que imaginaba.
–Siento decepcionarte.
–No estoy decepcionado. Nunca te disculpes por tener un lado sensible, Miley. Es lo que os distingue a las mujeres.
–Es lo que las ridiculiza –puntualizó–.
Especialmente en lo que a hombres se refiere.
–No me imagino a ningún hombre poniéndote en ridículo.
–Ya te dije anoche que no conoces a las mujeres tan bien como crees, Ryan. Lo que me recuerda que no me has contado qué te dijo tu novia cuando le contaste que ibas a hacerte pasar por mi novio este fin de semana.
¿O acaso no se lo has contado?
Al instante, Nick se dio cuenta de que la verdad complicaría las cosas innecesariamente. Era mejor que no supiera lo mal que se lo había tomado Delta, o que habían dejado de ser pareja.
–Claro que se lo he dicho –mintió–. Y le ha parecido bien.
–Increíble –dijo Miley, agachándose para dejar al gato en el suelo–.
Rambo, sé bueno y no salgas a la calle en mi ausencia.
–¿Estará bien solo en casa? –preguntó Nick mientras iban al coche.
–Es solo por una noche. Le he dejado comida y agua y le he pedido a un vecino que lo cuide.
–¿De qué raza es? –dijo Nick mientras colocaba el portatrajes en el
asiento trasero y la maleta junto a la suya en el maletero del coche.
–Abisinio.
–¿Hace mucho que lo tienes?
Ella lo miró impaciente.
–¿Qué es esto, un interrogatorio?
–Tan solo quiero saber algunas cosas sobre ti.
Después de todo, un novio de verdad sabría que tienes gato, ¿no?
Miley suspiró.
–Supongo que sí. Se llama Rambo y tiene casi cinco años. Me hice con él después de que…
Se quedó en silencio repentinamente y apretó los labios.
–¿Después de qué?
–Después de romper con Mario.
–Entiendo.
Nick  no pudo evitar preguntarse qué habría hecho Mario para que Miley odiara tanto a los hombres. ¿Lo habría pillado con otra mujer? ¿O había descubierto que estaba casado? Su comportamiento debía de haber sido muy malo para haber herido de aquella manera a Miley.
Muchas mujeres ya lo habrían superado. Según le había dicho, habían pasado cinco años. ¿Quería eso decir que llevaba cinco años sin tener sexo?
Nick  no se imaginaba la vida sin practicar sexo de manera regular.
Para él, era tan necesario como el comer o respirar. En ese sentido,
suponía que las mujeres y los hombres eran diferentes. Al menos, algunas lo eran.
–Ya está bien de preguntas –dijo él, decidido a cambiar de tema de
conversación–. Bueno, ¿qué te parece mi coche? ¿Te parece impresionante?
Miley miró el coche y deseó no sentirse tan intimidada en compañía de Nick. Pero desde el momento en que le había abierto la puerta, se había quedado pasmada.
Pensaba que ya estaba acostumbrada a lo guapo que era. Después de todo, llevaba dos años viéndose con él todos los viernes y nunca le habían temblado las rodillas, hasta unos minutos antes.
Quizá fuera el modo en que iba vestido, todo de negro. Vaqueros, camiseta y cazadora de cuero, todo era negro. Le daba un aspecto muy masculino y estaba irresistible.
Se había tenido que esforzar para no quedarse mirando fijamente, pero no había podido evitar ponerse nerviosa, especialmente después de que le dijera lo guapa que estaba.
Por suerte, no había hecho nada humillante como ponerse roja. Aunque por otro lado, se había puesto a la defensiva y había estado cortante, y no quería ponerse así con él. Si quería convencer a su abuela y al resto de la familia de que Nick era su novio, tenía que dejar aquel sarcasmo inusual en ella y empezar a ser amable.
Podía empezar por alabar su coche, pero tampoco quería excederse.
–Está muy bien –dijo ella–. Me gusta el color azul oscuro.
–Venga, entra –dijo él, rodeando el coche para abrirle la puerta.
Miley se acomodó, suspirando satisfecha al hundirse en los asientos de cuero claro.
–¿Estás cómoda?
–Mucho –contestó y lo miró.
No fue una buena idea. Nick la estaba mirando y estaba muy guapo
cuando sonreía así.
–¿No hay nada mejor que el cuero, verdad?
Al sentir que el estómago le daba un vuelco, apretó los labios, se puso el cinturón de seguridad y fijó la vista al frente. Sin embargo, después de cerrarle la puerta, Nick pasó por delante del coche, justo por delante de su campo de visión.
Incluso su manera de caminar era sexy. Sus piernas avanzaban dando largos pasos y sus hombros se movían ligeramente de lado a lado. Se movía con seguridad y aplomo.
Miley suspiró cuando lo perdió de vista. Pero su alivio apenas duró unos segundos hasta que Nick abrió la puerta del conductor y se colocó tras el volante.
–Creo que deberíamos quitar la capota.
El pánico la hizo girarse para mirarlo. Quería decirle que no lo hiciera, pero ya el techo se estaba abriendo.
Además, ¿qué podía decir? El día no era frío, no hacía viento y no había ni una nube en el cielo. No había ninguna razón para estar alarmada, pero lo estaba.
–Te gustará –añadió Nick mirándola a los ojos.
Miley esbozó una sonrisa. No era en él en quien no confiaba, sino en ella misma. ¿De dónde había surgido aquella repentina atracción?
Tenía que admitir que Nick era un hombre muy atractivo físicamente. A pesar de lo escéptica que era con el sexo masculino, no era ciega aunque no fuera su tipo de hombre. A diferencia de su abuela, siempre había preferido hombres que no fueran mucho más altos que ella. Los hombres grandes, de hombros fuertes y aspecto de macho, siempre le habían incomodado.
Nick la estaba haciendo sentir muy incómoda en aquel momento, pero de una manera deliciosamente perturbadora. Claro que ella tampoco le gustaba a él.
Era una suerte que tuviera novia, ya que si no, se habría sentido tentada a hacer el ridículo ese fin de semana.
Sintió un nudo en el estómago ante aquella situación inesperada. Había pensado que no podría hacerse pasar por su novia y allí estaba, intentando controlar sus deseos de seducir a aquel hombre. ¡Ni que supiera seducir a un hombre! Solo había tenido dos amores en su vida y ninguno de los dos se había esmerado en la seducción. No era una experta en asuntos de dormitorio aunque tampoco le habían interesado últimamente.
Hasta ese momento…
Quizá los años de celibato habían hecho mella en ella. Era la única razón que se le ocurría que justificara la atracción que sentía por el hombre que estaba sentado junto a ella. Aquella vulnerabilidad le provocaba una tensión en su cuerpo que no recordaba haber experimentado antes. Se acomodó en su asiento y entrelazó las manos sobre su regazo.
–Relájate, Miley–le ordenó mientras ponía el coche en marcha–. Todo va a salir bien.
Ella no estaba tan segura. Aunque superara el fin de semana con su orgullo intacto, tendría que prescindir de Nick como cliente.
Pero enseguida se olvidó de su orgullo y sucumbió al encanto de montar en un descapotable, con el sol dándole en la cara y el viento alborotándole el pelo.

Enseguida se relajó y disfrutó de las miradas de envidia de la gente que los veía pasar. Quizá fuera una tontería sentir placer porque creyeran que Nick era su novio, pero no pudo evitarlo.
–¿Ves? –dijo Nick después de un rato–. Te dije que te gustaría. ¿Quieres que ponga música?
–Si tú quieres… –contestó, tratando de que su voz sonara fría y no
seductora.
–Dime qué te gusta –dijo él–. Debería conocer tus gustos en música, ¿no te parece? y viceversa.
Miley se encogió de hombros.
–Me gusta todo lo que tenga melodía, un buen ritmo y una letra interesante. No me gusta el rap ni el heavy, y no tengo ningún artista ni grupo favorito. De adolescente no perdí la cabeza por ningún cantante, a diferencia de Demi que estaba locamente enamorada de Robbie Williams.
–¿Quién es Demi?
–Mi mejor amiga. Fuimos juntas al internado.
–Quizá deberíamos dejar la música para que me contaras más sobre tu vida. No tienes que contarme todo, solo lo que creas que debo saber.
–Desde luego que no te voy a contar todo –replicó ella, pensando en Brad y Mario. No mencionó aquellas dos humillantes relaciones.
Pero sí le contó que su madre se fue de casa para irse a vivir a Sídney y que acabó casándose con su padre, un huido de otra clase. Carmelo había sido abogado, un refugiado, cuya primera mujer e hijos habían sido asesinados por gente muy mala. Carmelo había sido un hombre amable y considerado, veinte años mayor que su madre, y había pasado su vida ayudando a personas con dificultades.
También le contó acerca de la trágica muerte de sus padres en un
accidente de avión cuando ella tan solo tenía once años, su vida con sus abuelos en Hunter Valley y su paso por el internado de Sídney.
–Siempre supe que me quedaría en Sídney cuando acabara de estudiar – añadió– . Y que sería abogado como mi padre. De hecho, trabajé como abogado de oficio durante una temporada, como él, pero me aburría.
–Así que te fuiste a trabajar a Harvey, Michaels y asociados.
–No, antes estuve en otro despacho especializado en derecho penal.
–Eso no podía resultarte aburrido.
–No, me encantaba, pero yo…
–¿Tú qué?
Miley se dio cuenta demasiado tarde de la dirección que estaba tomando aquella conversación. Odiaba hablar de Mario. Brad le había hecho daño, pero Mario la había herido profundamente.
–Tuve una relación con un cliente que acabó muy mal –dijo por fin.
–Entiendo.
–Lo dudo.
–Sí, claro que lo entiendo. Tuve una relación con una clienta una vez.
También terminó mal. A punto estuvo de arruinar mi negocio.
Miley se sorprendió.
–¿Qué pasó?
–En pocas palabras, tuve una breve aventura con una clienta. Cuando corté con ella, hizo todo lo que pudo por hacerme daño a mí y a mi compañía. Estuvo a punto de conseguirlo. Desde entonces, soy más prudente y no he vuelto a salir con una clienta. Estoy seguro de que a ti te ha pasado lo mismo.
–Así es.
–Me alegro de que esto no sea una cita real. Aunque no creo que me tenga que preocupar de que llegues a obsesionarte conmigo, Miley.
–Estás a salvo –dijo.
«Siempre y cuando no intentes aprovecharte de la situación», pensó Miley.
–¿Sabes una cosa? Es agradable estar en compañía de una mujer en la que puedo confiar plenamente.
–¿Qué quiere decir eso?
–Que nunca me hubiera ofrecido a hacerme pasar por tu novio si pensara que te gusto. Porque si así fuera, este fin de semana habría complicado nuestra relación laboral.
–No veo cómo. Aunque me gustaras, yo a ti no te gusto.
–No es cierto, cariño. ¿Cómo no iba a gustarme una mujer capaz de gastar tres mil dólares para salvar la vida de un pobre animal?
–Oh –exclamó y a continuación hizo lo impensable: se sonrojó.
Nick no podía creer que las mejillas de Miley se hubieran sonrojado.




Hello Niñas bellas!! aqui les dejo estos capis espero que les gusten
mañana subire las novez que me faltaron
LAS AMO♥
gracias por su lindos comentarios!!

2 comentarios:

  1. amigaaaaa!!!
    lo hice pude aguantar mi cansianso y mi lei toditito !
    oow w me encantaron!
    amo esta nove y las demas :D
    oyee por cierto tu hacess el cafe y yo las galletitas para nuestra conversacion! (:
    te quiero amiga y te extraño :3

    ResponderEliminar
  2. Me encantaron!!!!!!!!
    Ya quiero leer más :)
    Quiero saber que pasó con Mario, me da mucha curiosidad eso :p
    Harry me da mucha ternura (de la otra nove :B) Joe parece todo un papi xDD
    Quiero una abuela como la de Demi, la mia es muy seria y la otra muy dulce, pero las amo igual *•*
    Bue... cúidate, besis, bye c:

    ResponderEliminar