domingo, 25 de noviembre de 2012

Irresistibly Charming cap.11





Entonces se sintió satisfecho de ver la cara de sorpresa en la mujer, junto con una sonrisa de bienvenida. Al llegar al porche, incluso había descruzado los brazos. Por suerte, lo estaba observando a él y no a su sobrina.
–Usted debe de ser la tía Dolly –dijo mostrando una amplia sonrisa–. Tiene una casa magnífica.
Al estirarse para darle la mano, Miley comprobó que sus ojos azules
centellearon.
–Eso nos gusta pensar. Es un placer conocerlo por fin, señor Jonas.
Nick estrechó su mano derecha, a la vez que mantenía la izquierda
entrelazada con la de Miley. 
–Llámeme Nick, por favor –insistió–. Quizá me permitas tutearte y llamarte Dolly. Después de todo, eres demasiado joven para ser mi tía.
–Adelante –contestó, ruborizándose a la vez que se mesaba el pelo.
Miley no podía creer que su tía se hubiese puesto roja. Aquel hombre era un peligro público. Pero para eso lo había llevado hasta allí con ella, ¿no? Quería ver esa clase de reacción en su familia, especialmente en su tía Dolly. Merecía la pena ponerse en ridículo con él para experimentar aquel momento de satisfacción en público.
Cuando su tía se giró hacia ella, Miley sonrió.
–Es muy guapo, ¿verdad?
Nick se quedó sorprendido unos instantes, no solo por el comentario de Miley, sino por la voz sensual que empleó.
A cualquier hombre le gustaría que le hablara en aquel tono de voz. Sabía que era fingido, pero resultaba muy convincente. Parecía que no iba a tener que preocuparse de que cometiera algún error en aquella farsa.
–Gracias, cariño –dijo apretándole la mano–. Eres muy amable.
Miley estuvo a punto de romper a reír al ver la expresión de su tía. ¡Aquello no tenía precio!
–¿Cómo está la abuela? –preguntó Miley mientras su tía seguía
embelesada.
–¿Qué? ah… eh… no va mal.
–¿Podemos ir a verla ahora?
–Quizá deberíamos ocuparnos de nuestras cosas antes. Me gustaría ir a refrescarme.
–Sí, claro –dijo Dolly, manteniendo la compostura para mostrarse como la perfecta anfitriona.

Mientras, Nick sacó el equipaje del coche y dejó que Miley se ocupara de los portatrajes. Se alegraba de haber llevado un traje para la cena. Se trataba de un traje de chaqueta gris, que le sentaba bien y resultaba apropiado en cualquier ocasión.
Nick advirtió que la casa era tan espléndida como parecía desde el
exterior. Tenía un amplio vestíbulo de baldosas blancas y negras, con un aparador que debía de ser una pieza de anticuario y una impresionante escalera curva de madera.
–Es de cedro –le informó Dolly al preguntar por ella–. Hay mucho cedro en esta casa –continuó mientras le acompañaba escaleras arriba–. La casa fue construida en los años treinta, antes de que la guerra hiciera que todo el mundo se arruinara, incluido el negocio de las carreras. ¿Te ha contado Miley que este fue uno de los criaderos de caballos más importantes de Australia? no, seguro que no te lo ha contado –dijo la mujer antes de que Nick pudiera replicar–. A Miley no le interesa este lugar ni sus tradiciones. Por cierto, Miley, no te he puesto en tu habitación de siempre –añadió mirando a su sobrina por encima del hombro–. Es demasiado pequeña para dos personas. Shane y Lisa no van a pasar la
noche aquí, así que os he preparado el dormitorio de invitados.
Dolly abrió una puerta a la derecha.
Nick escuchó un extraño sonido de Miley que por suerte su tía no pareció oír. Quizá estuviera demasiado ocupada relatando la gente que había dormido en aquella habitación presidida por una enorme cama con dosel. Se refirió a un primer ministro, a un gobernador, a un matrimonio de aristócratas y a una actriz de Hollywood junto con su novio millonario.
–Esta casa tiene muchas historias –concluyó.
–Es una casa muy bonita –dijo Nick y dejó las maletas en el suelo antes de atravesar la estancia hasta las puertas de cristal que daban al porche– . Al igual que la habitación.
Se giró y vio a Miley, que se había quedado inmóvil observando la cama.
–No sé si a la abuela le gustará que durmamos en la misma habitación.
Dolly agitó la mano en el aire.
–No hace falta que Jane lo sepa. Ya no puede subir la escalera sola.
–Entonces, ¿dónde duerme? –preguntó Dolly entrando en la habitación y dejando las fundas de los trajes en el respaldo de una silla.
–Hemos arreglado las antiguas habitaciones del servicio para ella.
–¡Las habitaciones de servicio! –exclamó Miley consternada.
–Antes de que montes un número, señorita, Jane está contenta con la solución. Así que no armes un escándalo y la enfades.
–Miley nunca haría o diría nada que pudiera enfadar a su abuela –dijo Nick defendiéndola y rodeándola con su brazo.
–Sí, lo sé, Nick –dijo Dolly apretando los labios–. Pero Miley tiene la mala costumbre de hablar antes de pensar.
–Puede ser un poco impulsiva, pero siempre piensa en el bien de los
demás, especialmente en el de su abuela.
–Supongo que sí. Pero como he dicho, Jane no se enterará a menos que se lo digáis. Claro que, si preferís habitaciones separadas…
–Claro que no –la interrumpió Nick– . Estaba deseando pasar un fin de semana romántico con Miley.
Y sinceramente, esa cama invita al romanticismo.
Miley hubiera disfrutado de la expresión de envidia del rostro de su tía si no hubiera estado sumida en un estado de pánico. Su peor temor se había hecho realidad, el tener que compartir la cama con Nick.
Bastante duro le estaba resultando permanecer allí de pie con su brazo rodeándola por los hombros, pero al menos estaban vestidos y había alguien más en la habitación con ellos. ¿Cómo iba a ser capaz de tumbarse a su lado, ligera de ropa y con nadie más en la habitación para evitar que…? ¿Para evitar qué?
Miley sabía muy bien que Nick nunca la obligaría a hacer nada que no quisiera. Así que, ¿de qué tenía miedo?
Probablemente de ella misma. En su interior, no dejaba de temblar.
–Y ahora, queridos, tengo que bajar y decirle a Jane que habéis llegado – dijo su tía–. Dado que hace un día espléndido, pensé que podíamos tomar el té en el porche trasero. ¿Nos vemos allí en quince minutos?
–Por supuesto –contestó Nick al ver que Miley permanecía en silencio–. Enseguida nos vemos.
En cuanto Dolly cerró la puerta al salir, Miley se soltó de su brazo.
–¡Esa mujer es insoportable! –exclamó–. Se atreve a pensar que queremos compartir habitación.
–Es perfectamente lógico que queramos –dijo Nick–. Ya no somos
adolescentes, Miley. Somos una pareja adulta y tenemos una relación. Es normal que durmamos juntos.
–Pero no quiero, maldita sea. Y ahora, vamos a tener que hacerlo. Quiero decir, mira a tu alrededor. No hay más sitio donde dormir que en el suelo.
–Conmigo no cuentes para eso –dijo Nick tomando su maleta para dejarla sobre la colcha de la cama–. No voy a dormir en el suelo de madera. Mira, la cama es grande y, si quieres, puedes poner almohadas en medio.
Eso evitará que accidentalmente roce tu cuerpo y me aproveche de ti. 
Porque eso es lo que estás pensando, ¿verdad? Que no voy a poder controlarme.
Miley se quedó mirándolo fijamente, antes de bajar la mirada y sacudir la cabeza.
–Eso no es lo que estaba pensando.
–¿De veras? Entonces, ¿qué estabas pensando? y no me digas que nada.
Miley se dio la vuelta y recogió su maleta. Luego, la puso sobre la cama, al otro lado de la de él.
–No tengo que contarte lo que estoy pensando. Y no tengo que dormir en la misma cama que tú. Si es necesario, dormiré en el suelo.
Nick sonrió. Era una mujer irritante.
–Como quieras, pero hazlo en silencio. No quiero que me mantengas despierto con tus protestas y quejidos.
–No suelo protestar ni quejarme.
Nick la miró divertido.
–Eso me lo creo.
–Muy gracioso.
–De hecho, nada de esto me parece divertido. Para ser sincero, desearía no haber hecho este ridículo ofrecimiento. Debí de estar loco si creía poder pretender que era tu hombre perfecto.
Nada más decir aquellas palabras, Nick se arrepintió. Aunque se merecía aquellas críticas por no estarle facilitando las cosas, odiaba ver aquella expresión de su cara. Se arrepentía de haberla herido.
–Lo siento –añadió de inmediato–. No tenía que haber dicho eso.
–No –dijo ella sacudiendo la cabeza con tristeza–. Tienes todo el derecho a decir lo que has dicho. El modo en que me estoy comportando… Es estúpido, sencillamente estúpido.
–Entonces, ¿no vas a dormir en el suelo?
–No –respondió Miley, levantando desafiante la barbilla.
–Muy bien. Ahora tengo que hacerte una pregunta muy importante antes de que bajemos abajo para tomar el té.
–¿De qué se trata? –preguntó preocupada.
–¿Dónde está el baño?




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