viernes, 18 de enero de 2013

The Far Future cap.27




La gala fue como un baile de cuento de hadas. Magníficas arañas
rutilantes, apliques revestidos en oro, ventanas panorámicas que ofrecían las mejores vistas de la pista de golf situada junto a la casa del jefe de Wilmer.
Hombres con corbata negra e impecables camisas blancas, mujeres con largos trajes de noche que brillaban y resplandecían. Y, por una vez, Demi no parecía fuera de lugar. Bien podría haber sido un auténtico cuento de hadas, de no haber sido porque el verdadero y único amor de Demi estaba a cientos de kilómetros de allí… Por fuera sonreía sin parar, pero por dentro estaba hecha un mar de
lágrimas. La vida no era una fantasía al fin y al cabo. Había hecho lo correcto, no obstante, rompiendo su compromiso. Ella lo sabía. Wilmer lo sabía. Y aunque fuera a pasar la noche sola en su apartamento, no podía hacer otra cosa que intentar pasarlo bien en la medida de lo posible. Además, no había razón para no hacerlo.
Había bailado con varios de los invitados, hombres que normalmente veía en las revistas de economía y en las páginas de sociedad de los periódicos…
Habían sido encantadores con ella.
Nunca había bailado con Joe…
–¿Cansada? –le preguntó Wilmer al ver que le cambiaba el gesto de la cara.
–Sí. Un poquito –Demi esbozó su mejor sonrisa y asintió con la cabeza.
–Podemos irnos si quieres.
–Cuando quieras.
Durante el viaje en coche de vuelta a la ciudad, ambos guardaron silencio.
No había nada que decir. La velada había sido agradable, pero ya había terminado. A lo mejor incluso sería la última vez que lo vería. Eran más de la una cuando llegaron a la ciudad. El coche subió la empinada colina sobre la que vivía Demi en una casita adosada con un techo puntiagudo. Había dejado una luz encendida en su apartamento del tercer piso. Pero la luz del porche estaba
apagada. La familia que vivía en ese piso ya se había ido a la cama.
–No voy a entrar –dijo Wilmer al detenerse delante de la casa.
Ni siquiera apagó el motor.
–Buenas noche, Demi –dijo, quitando el bloqueo de las puertas. Se inclinó y le dio un beso en la mejilla–. Gracias por venir. Adiós.
Ella se le quedó mirando, sorprendida. Él siempre había sido muy
caballeroso. Siempre la acompañaba hasta la puerta… Pero antes de que pudiera decir nada, la puerta del coche se abrió por su lado abruptamente.
–Buenas noches, Valderrama –dijo una voz seca y dura.
Joe… 
Demi se volvió y se quedó mirándole. Su rostro estaba en sombras.
–Me pareció verte –dijo Wilmer–. Buenas noches, Jonas –añadió.
Joe tomó la mano de Demi y la sacó del coche.
–Buena suerte.
–La voy a necesitar –le contestó Joe a Wilmer. Cerró la puerta del coche con la otra mano, sin soltar a Demi, como si temiera que se pudiera escapar en cualquier momento.
Ella se volvió hacia él bajo la luz de la farola. Parecía cansado, demacrado, fiero… Estaba sin afeitar, con ojeras… Ella se le quedó mirando, deseando que dijera algo.
–¿Qué estás…?
–Hace mucho frío. ¿Podemos entrar?
–Yo… Sí. Claro.
Llevaba una camiseta, unos vaqueros y una chaqueta fina, muy apropiada para el sur de California, pero no tanto para San Francisco en mitad de marzo. Demi
subió los peldaños que llevaban al porche y entró en la casa. Él fue tras ella. La
escalera era estrecha y empinada.
–¿Cuánto tiempo llevas aquí? –le preguntó por encima del hombro mientras subía.
–Cinco, seis horas.
Ella se dio la vuelta de golpe y le miró.
–¿Cinco o seis horas?
Él se encogió de hombros.
–No recordaba que ibas a estar en ese maldito baile. Pensaba que ya habías terminado con él.
–¿Porque tú me demostraste que no le quería?
Demi casi le oyó apretar los dientes. No estaba segura de quererle en su apartamento si iban a empezar a discutir de nuevo. De repente él le quitó la llave de las manos, abrió la puerta él mismo…
–Después de ti.
Demi tuvo ganas de darle una patada en la espinilla, pero se aguantó. Él cerró la puerta al entrar.
–¿Por qué no me dices por qué estás aquí?
Joe no dijo nada. Caminó unos segundos por el salón y entonces se
detuvo.
–Estás preciosa –le dijo, mirándola. Sonaba como una acusación.
–Gracias –ella se quedó quieta, sosteniéndole la mirada, esperando a que dijera algo más.
–No se trata de Valderrama.
–Me alegra oír eso –por lo menos esa vez podrían discutir sobre otra cosa.
–Sabía que no te casarías con él.
Demi guardó silencio.
–¿Te casas conmigo?

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