Joe tampoco lo sabía. Se detuvo en el umbral y la observó durante unos momentos. Respiró hondo, fue hacia su taller para tener algo más de privacidad, y llamó a su padre.
–Jonas –dijo su padre, contestando al momento. Su voz sonaba
malhumorada, como siempre.
–Papá… Soy yo, Joe.
Hubo un instante de vacilación.
–¿Sabes dónde está tu madre?
–Sí –respiró–. Está aquí conmigo.
–¿En California? –su padre sonaba a medio camino entre el enfado y el alivio–. Pero ¿qué está haciendo allí? ¿Te pasa algo?
–No. Pero a ella sí –Joe se atrevió a hablarle así porque le conocía muy bien–. Le pasa algo contigo –se hizo un silencio–. Deja de ser tan egoísta.
–¿Egoísta? Trabajo sesenta horas a la semana. Más incluso. Lo hago por ella. ¡Por ti!
–Sí. Y por ti también –apuntó Joe–. Eso es lo que aportas a la familia, ¿verdad? Así te sientes útil.
–Soy útil –dijo Paul Jonas con contundencia.
–Claro que lo eres. Pero no solo para los negocios. Mamá te quiere –le dijo Joe con emoción–. Demasiado como para sentarse a ver cómo te destruyes.
No está dispuesta a hacerlo, así que no la obligues.
–¿Se trata de mí entonces? –exclamó Paul con prepotencia.
–Se trata de los dos, de vosotros y de la pareja que hacéis. Cuarenta años, papá. Eso es mucho tiempo. Me impresiona. No lo había pensando hasta ahora. Y aunque lo hubiera hecho, seguramente hubiera creído que era algo fácil, un paseo… –dijo, pensando que no solo estaba hablando para su padre. Estaba hablando para sí mismo también–. No lo tires por la borda, papá.
–No he sido yo el que se ha ido.
–No la dejes ir. No malgastes tus oportunidades de ser feliz. Daros otra oportunidad.
No sabía si aquellas palabras iban a servir para algo. Su padre no hacía promesas. Masculló algo y se quejó de que Denise nunca le entendía. Se quejó de sus hijos… Dijo que no valoraban lo mucho que él había trabajado por ellos.
Joe le dejó hablar. Escuchó. Podía oír el egoísmo en las palabras de su padre, y también el dolor que se negaba a reconocer como propio. No hacía más que intentar esconder sus sentimientos.
Él también había estado ahí, unos días antes. Una mujer maravillosa le había abandonado porque había sido demasiado egoísta… Una mujer a la que amaba.
Joe se mesó el cabello. ¿Querría ella darle otra oportunidad? Era difícil saberlo…
Llamaron a la puerta poco después del mediodía. Era sábado. Joe se había pasado la mañana intentando encontrar la manera de ir a San Francisco sin tener que dejar sola a su madre. Al final halló la solución preguntándose qué haría Demi en esa situación.
Llevársela consigo. Casi podía oírla diciendo las palabras…
La idea no le hacía mucha gracia. No quería tener que confesarle a su madre el por qué de un viaje tan repentino a San Francisco. Además, sabía que, si lo hacía, ella se empeñaría aún más en acompañarle. Querría conocer a Demi, ver a la mujer que había vuelto loco a su hijo pequeño.
Los golpes a la puerta se hicieron cada vez más fuertes. Molesto, Joe la abrió de par en par.
Su padre entró directamente, mirando a un lado y a otro como si esperara ver a su mujer escondida detrás de una silla.
–¿Dónde está?
Joe cerró la puerta y miró a su testarudo padre.
–Hola.
Su padre le saludó con un gesto serio y entonces se mesó el cabello.
–¿Dónde está tu madre?
–Fue a la panadería. Volverá en cualquier momento.
Apenas acababa de decir la frase cuando la puerta se abrió de nuevo.
–Se acabaron las rosquillas, así que… Oh –se ruborizó rápidamente al ver al hombre que estaba en mitad del salón.
Paul también la miró fijamente. Ninguno de los dos habló. Y eso fue
muy extraño. Joe no podía recordar un momento como ese, en el que sus padres se hubieran quedado sin palabras. Siempre hablaban, demasiado… Pero en ese instante, simplemente se limitaron a mirarse.
–Muy bien –dijo Joe. Le quitó la bolsa de la panadería a su madre de las manos y se la dio a su padre.
–Lleva esto a la cocina y prepárale una taza de té a mamá.
Su padre se le quedó mirando.
–El agua caliente está sobre el hornillo. Muy sencillo.
–Joe –dijo su madre, intentando apaciguar los ánimos.
–Que te haga una taza de té. Y después los dos os sentáis, coméis, y
habláis un poco. Y os escucháis también. Y yo espero que eso sea suficiente para arreglar las cosas. Lo espero de verdad. Me tengo que ir.
Dio media vuelta, fue hacia su dormitorio, metió algo de ropa en una mochila, agarró su chaqueta y se dirigió hacia la puerta. Ni su padre ni su madre se habían movido.
–No puedo arreglar esto por vosotros. Eso lo tenéis que hacer vosotros mismos. Deseadme suerte.
–¿Suerte?
–¿Por qué, Joe? ¿Adónde vas?
Joe tragó en seco.
–A buscar a la mujer que amo.
me encantaron los capítulos ojala que Joe le diga a Demi que la ama síguela pronto. feliz año nuevo
ResponderEliminarDioooooooooooooooooosssssss
ResponderEliminarestoy como en shock
enserio
me quede seca...
ni siquiera tengo ganas de matarte...
ahora no se ni que pensar
es la primera vez que me dejas así sin
muchas
palabras
y sin ganas de asesinarte...
estoy muy intrigada... seguila pronto, Miche.
Y un feliz año para ti también.
Te quiero mucho
amigaaaaaaaaaa vi tu mensaje :)
ResponderEliminargracias por avisarme
tu sabes amodoro esta nove!!
por cierto mari tiene razon nos dejaste o.O < impactadas :♥
oww esto ya se acerca al final y me muero por leerlo
ojala y subas pronto
tequiero♥mitchie♥
espero qe ayas pasada un feliz año nuevo ^-^