martes, 1 de enero de 2013

The Far Future cap.22


No fue un fin de semana para recordar. Demi llevó a Wilmer al aeropuerto el domingo a primera hora. Le dio un beso de despedida justo delante de la puerta de embarque y le prometió que estaría de vuelta en San Francisco por lo menos el viernes, un día antes de la gala benéfica. Sin embargo, todo era muy extraño. Se suponía que tener a Wilmer cerca la iba a ayudar a sacarse a Joe de la cabeza,
pero…
La cosa no hizo más que empeorar.
Dos horas más tarde, Misty y Devin se presentaron en la puerta de la casa de la abuela.
–¿Dónde está? –exclamó Misty, mirando a su alrededor con impaciencia–. ¿Dónde está mi bebé?
–Está durmiendo la siesta.
Estaba a punto de pedirle que no le despertara, pero Misty pasó por delante de ella como una bala y fue directamente hacia el dormitorio. Al llegar a la puerta, aminoró el paso y abrió suavemente. Demi solo podía verla de perfil, pero con eso
bastaba. Vio cómo desaparecía la tensión en el rostro de Misty, vio el amor maternal que ella misma sentía cuando veía dormir a Harry… Y entonces se volvió hacia el hombre que todavía estaba junto a la puerta de entrada.
–Ven aquí –le susurró, extendiendo una mano hacia él–. Ven a ver a tu hijo.
Devin vaciló un instante. Echó a andar, miró a Demi un instante y asintió con la cabeza. Demi le devolvió el saludo y se quitó de su camino. Se detuvo junto a la cuna y contempló al pequeño en silencio. Respiró hondo y estiró un brazo para tocar la suave mejilla de Harry.
–Te debo una, Demi –dijo Misty de repente, para sorpresa de Demi. Pero había auténtica sinceridad en sus palabras. Sus ojos brillaban; tenía las mejillas húmedas.
Y antes de que Demi pudiera reaccionar, la joven corrió hacia ella y le dio un sentido abrazo. Después de un momento de titubeo, Demi se lo devolvió. Era el primer abrazo verdadero que habían compartido…
–Harry te va a echar mucho de menos –Misty le dijo a Demi a la mañana siguiente.
Devin había guardado todas las cosas de Harry y las había metido en el coche de Misty. Esta, sujetando a Harry en brazos, había encontrado a Demi en el jardín, sitio al que había ido porque no sabía dónde estar ni qué hacer. Había pasado la noche en el sofá a regañadientes. Les había dicho que podía irse a un hotel a pasar la noche para darles algo más de privacidad, pero ellos no habían
querido. Habían insistido en que se quedara con ellos.
Al ver acercarse a Misty, dejó las malas hierbas que estaba quitando y se incorporó.
–Yo también le voy a echar mucho de menos –dijo con sentimiento–. Es un niño encantador –sonrió, a pesar del dolor que ya empezaba a sentir por dentro.
–Deberías venir a verle. Puedes venir –dijo Misty–. El valle no está tan lejos. Eres bienvenida en cualquier momento.
Demi le dio las gracias.
–Me gustaría mucho.
Se miraron durante unos segundos. Años y años de recuerdos y
discusiones pasaron ante sus ojos. Ambas apartaron la vista al mismo tiempo.
Misty le dio otro abrazo de hermana.
–Gracias. Por cuidar de Harry, por ocuparte de todo, por ayudarnos a ser una familia.
–Ha sido un placer –le dijo Demi a duras penas.
–¿Cómo es que tengo tanta suerte?
Demi dudaba mucho que hubiera una respuesta para esa pregunta.
Estaba sola. Ni abuela, ni Wilmer, ni Misty, ni Devin, ni Harry… No tenía familia. Demi miraba a su alrededor y trataba de disfrutar del silencio. Si se fijaba mucho, casi podía ver cómo golpeaban las ventanas las gotas de lluvia. Había empezado a llover cuando regresaba a casa del hospital esa tarde. Muy apropiado para su estado de ánimo. Misty, Devin y Harry ya se habían ido.
De repente llamaron a la puerta. La abrió y se encontró con Joe, de pie bajo el umbral, en vaqueros y cazadora. Estaba empapado hasta los huesos. Él era la última persona a la que quería ver esa noche.
–¿Qué?
Él no contestó, y tampoco esperó a obtener una invitación para entrar. Pasó por delante de ella y entró en la casa directamente.
–Joe. No me apetece tener compañía hoy.
Estaba chorreando agua sobre la alfombra, pero no se iba. Demi suspiró. 
Probablemente debía decirle que se quitara la chaqueta.
–¿Se fue Nick?
–Sí. Vino a despedirse, pero no estabas.
–Oh, lo siento. Dame su dirección de correo electrónico y le mando una nota.
Joe hizo crujir sus nudillos. Había una emoción indescifrable en su
mirada. Finalmente se quitó la chaqueta y buscó algo dentro.
–Harry se dejó esto –le puso el conejito de peluche en la mano.
Esa era la gota que colmaba el vaso…
Demi agarró el juguete.
–Oh, Dios –dijo Joe al ver que estaba a punto de echarse a llorar–. No llores.
–¡No estoy llorando! –gritó ella. Las lágrimas corrían por sus mejillas.
–¡Solo es un peluche! –dijo Joe. Trató de quitárselo, pero ella se apartó y se aferró al muñeco como si estuviera defendiéndolo de algo.
–¡Ya sé lo que es!
–Demi–Joe le habló en un tono paciente–. Todo va a estar bien. Ya le mandaremos el muñeco.
–No es el muñeco. Es la fa… familia… No importa –intentó limpiarse la cara con el brazo.
Pero él la hizo detenerse, estrechándola entre sus brazos.
–Jo…
–Shhh –la besó.

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