lunes, 13 de octubre de 2014

Billionaire's contract engagement Cap.3



Al llegar a casa de su padre, Demi vio con alivio que el Mercedes de Niall estaba aparcado junto al pick-up de su padre. Dejó su BMW negro al otro lado de la camioneta y sonrió al ver los dos
coches de lujo flanqueando el viejo y destartalado vehículo que formaba parte de la historia familiar.
Salió del coche y oyó el rugido de otro motor acercándose. Era Liam, y Demi se llevó una gran sorpresa al ver a Harry en el asiento del pasajero.
—¡Harry! —exclamó, y echó a correr hacia él.
Él sonrió y la tomó en sus brazos para levantarla en el aire, igual que llevaba haciendo desde que Demi tenía cinco años.
—¿Por qué a mí nunca me saludas de esa manera? —protestó Liam.
—Cuánto me alegro de verte —susurró ella con vehemencia.
Los grandes brazos de su hermano la apretaron en un abrazo que la dejó sin aire. Harry siempre daba unos abrazos de oso.
—Yo también me alegro de verte, Demi. Te he echado de menos. Hacía mucho que no venías a casa...
Ella volvió a poner los pies en el suelo y apartó brevemente la mirada.
—Eh, nada de angustiarse por el pasado —la reprendió Harry, poniéndole la mano en la barbilla para que volviera a mirarlo—. De lo contrario, tus hermanos irán a Nueva York en el próximo vuelo a partirle la cara a tu jefe anterior.
—Hola, hola —exclamó Liam, agitando una mano entre ellos—. Os recuerdo que yo también estoy.
Demi miró fijamente a Harry y le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Sus hermanos podían tener defectos, como ser excesivamente protectores y pensar que el único papel de Demi en la vida era estar siempre bonita y dejar que ellos la ayudaran en todo. Pero, benditos fueran, su lealtad era inquebrantable y Demi los adoraba por ello.
Finalmente se volvió hacia Liam.
—A ti te vi hace dos semanas, mientras que a Harry hace un siglo que no lo veo —volvió la vista hacia Harry—. Y me pregunto por qué...
Él puso una mueca arrepentida.
—Lo siento. En esta época del año estoy muy ocupado.
Ella asintió. Harry tenía una próspera empresa de diseño paisajístico, y en primavera se le acumulaba el trabajo. Rara vez se dejaba ver hasta otoño, cuando el negocio empezaba a decrecer.
Liam rodeó los hombros de Demi con un brazo y le dio un cariñoso beso en la mejilla.
—Veo que el señor Béisbol también está aquí... Supongo que habrá un descanso antes del comienzo de la temporada.
—¿Vais a ir al partido inaugural? —les preguntó Demi.
—No me lo perdería por nada del mundo —respondió Harry.
—En ese caso, tengo que pediros un favor.
Los dos hermanos la miraron con curiosidad.
—Voy a traer a un cliente, y me gustaría mantener mi relación con Niall en secreto.
Se preparó para recibir más preguntas, pero, extrañamente, no le hicieron ninguna, de modo que ella tampoco ofreció más información al respecto.
—Muy bien. No hay problema —dijo Harry.
—¿Vais a quedaros ahí fuera todo el día o pensáis entrar a comer? —la voz de su padre rugió desde el porche y todos se volvieron rápidamente hacia él. Estaba apoyado en el marco de la puerta y su impaciencia era evidente.
—Será mejor que entremos antes de que empiece a proferir amenazas —propuso Demi con una sonrisa.
Harry le revolvió el pelo y la agarró por el cuello en una llave de lucha libre para arrastrarla hacia la puerta. Al llegar al porche, Demi se zafó, riendo, y abrazó a su padre, quien la apretó entre
sus brazos y le dio un beso en la cabeza.
—¿Dónde está Niall? —preguntó ella.
—Donde siempre. Viendo el béisbol.
Demi dejó a su padre y a sus hermanos y entró en la casa donde se había criado. En el salón se encontró a Niall despatarrado en la butaca, con el mando a distancia en la mano, viendo resúmenes de partidos de béisbol.
—Hola —lo saludó.
Él levantó la mirada y se levantó con una amplia sonrisa y los brazos abiertos. Demi se apretó contra él y le palpó dramáticamente las costillas.
—¿No te dan bien de comer en los entrenamientos?
Niall se echó a reír.
Sabes que lo único que hago es comer...
Ella miró hacia la puerta para asegurarse de que estaban solos y bajó la voz.
—¿Vas a quedarte después de comer o tienes que ir a algún sitio?
—Hoy no. ¿Por qué lo preguntas?
—Tengo que hablar contigo de algo importante. Es un favor que quiero pedirte, y prefiero no hacerlo delante de todos.
Su hermano frunció el ceño.
—¿Va todo bien, Dems? ¿Te has metido en problemas? ¿Tengo que matar a alguien?
Demi hizo girar los ojos.
—Eres demasiado valioso para ir a la cárcel... Pero no, no estoy metida en ningún problema, en serio. Sólo quiero comentarte algo que podría ser muy beneficioso para ambos.
—Muy bien, si quieres mantener el misterio, supongo que puedo esperar a que me lo cuentes. ¿Quieres que hablemos en tu casa? Te invitaría a la mía, pero la asistenta se marchó la semana
pasada y está un poco... desordenada. Tienes comida, ¿verdad?
Demi sacudió la cabeza con resignación.
—Sí, tengo comida, y sí, podemos ir a mi casa. Por amor de Dios, Noah, ¿tan difícil te resulta cuidar de ti mismo? Y si no puedes hacerlo, ¿qué te impide buscar a otra asistenta?
—Digamos que estoy en la lista negra de casi todas las empresas de limpieza... —admitió él—. Tengo que encontrar alguna donde aún no hayan oído hablar de mí.
—Me compadezco de la mujer que se case contigo. Le espera un infierno doméstico.
—Eso no ocurrirá, así que no te preocupes por ello.
—Lo que tú digas...
Los demás entraron en el salón y Niall le apretó, ligeramente el brazo a Demi, indicándole que hablarían más tarde.
—Comeremos dentro de quince minutos —anunció su padre.
A Demi se le hizo la boca agua. No sabía lo que había preparado su padre, pero no importaba. 
Era un genio de la cocina y siempre se superaba a sí mismo.
La comida fue tan deliciosa y bulliciosa como siempre. Sus hermanos no dejaban de provocarse y bromear mientras su padre los contemplaba con indulgencia. Demi había echado terriblemente
de menos el ambiente familiar cuando estaba en Nueva York, y aunque las circunstancias que la habían obligado a volver a casa no podían ser más deprimentes, se alegraba de estar otra vez con
los suyos... aunque fueran una panda de cavernícolas.
Después de la comida, todos empezaron a discutir sobre el canal de televisión que debían sintonizar. Niall no veía otra cosa que los programas de deportes, a Liam le gustaba cualquier cosa donde hubiera explosiones, y el pasatiempo favorito de Harry era atormentar a sus hermanos obligándolos a ver programas de jardinería.
Demi se acomodó en el sofá a disfrutar de las sensaciones hogareñas. Su padre se sentó junto a ella y sacudió la cabeza ante las bromas de sus hijos.
Todos ellos habían querido que se quedara en casa y así poder protegerla del mundo. Demi no era una mujer vanidosa, pero sabía que los hombres la encontraban atractiva, y precisamente su
aspecto había sido la causa de casi todos sus problemas. Su padre y sus hermanos sólo la veían como una chica preciosa y delicada y por tanto no la animaron a estudiar ni trabajar, y mucho menos a que se dedicara a una profesión tan exigente como era la publicidad.
Pero ella, ignorando todas las objeciones, fue a la universidad y posteriormente aceptó un empleo en Nueva York. Al cabo de un par de años estaba sólidamente asentada en una prestigiosa
empresa de publicidad y su ascenso era imparable... hasta que todo se derrumbó como un castillo de naipes.
Volvió al presente al ver cómo Harry se levantaba del sillón.
—¿Ya te marchas?
—Sí —la levantó del sofá para abrazarla—. Tengo que revisar un trabajo. Te veré en el partido inaugural.
—Claro —lo besó en la mejilla y le dio una palmadita en el hombro, antes de girarse hacia Liam—. Supongo que tú también te irás, ya que lo has traído en tu coche.
—Así es. Tengo una cita y debo prepararme.
A nadie le sorprendió la noticia.
—Os acompaño a la puerta —dijo ella—. Yo también tengo que irme... He de preparar un informe.
Su padre puso una mueca de disgusto y Demi se preparó para recibir otro sermón sobre lo mucho que trabajaba siempre. No dejaba de resultar una opinión irónica, teniendo en cuenta que
Harry era el que más trabajaba de todos los hermanos y sin embargo nadie se lo echaba nunca en cara.
Pero, sorprendentemente, su padre permaneció callado. Se levantó del sofá para abrazarla y le ordenó con voz gruñona que se asegurara de descansar lo suficiente.
Salieron todos al porche y su padre les recordó la comida del próximo domingo. Demi se despidió de Harry y de Liam antes de subirse al coche y alejarse a toda prisa. Niall llegaría a su casa poco después que ella, y tenía que cerciorarse de que la despensa contara con las provisiones suficientes para sobrevivir al saqueo de su hermano.
Acababa de constatar que no tenía comida en casa, lamentándose por no haber ido a la compra, cuando sonó el timbre de la puerta. Unos segundos más tarde, Niall entraba en su apartamento y ella lo recibía con una sonrisa.
—Conozco esa sonrisa —dijo él en tono suspicaz—. Es la sonrisa de alguien que me ha traído hasta aquí con un falso pretexto. No tienes comida en casa, ¿verdad?
—Pues.... No. Pero he pedido una pizza.
—Te perdono, pero me niego a hablar de nada hasta que la hayan traído.
Ella se echó a reír y le dio un manotazo en el brazo.
—Si no tuviera un favor que pedirte, te haría que la pagaras tú.
Niall se puso serio. —¿De qué se trata?
—Oh, no, no. No voy a pedirte nada con el estómago vacío... aunque no hace ni tres horas  desde que has comido.
Él protestó con un gruñido, pero no dijo nada. Su estómago era demasiado importante. Agarró el mando a distancia y encendió la televisión para ver los deportes.
La pizza no tardó en llegar, gracias al servicio de entrega que había en la esquina de la manzana.
Su delicioso olor impregnó el apartamento e incluso a Demi se le abrió el apetito, a pesar de haber comido en casa de su padre.
Dejó la caja en la mesita, frente a Niall, sin molestarse en llevar platos. Pronto estuvieron los dos comiendo, él a grandes bocados y ella, deleitándose con pequeños mordiscos.
—Bueno —dijo él con la boca llena—. ¿Qué favor es ése?
—Tengo un cliente... Bueno, en realidad aún no es cliente. Joe Reese.
Niall dejó de masticar.
—¿El tipo que vende ropa deportiva?
—El mismo. Acaba de despedir a sus publicistas y tiene que contratar otra agencia. Quiero que sea para Maddox Communications.
—Me parece muy bien. ¿Y qué pinto yo en todo esto?
—Quiero que vistas su nueva colección de ropa.
Niall parpadeó con asombro, frunció el ceño y dejó la porción de pizza en la caja. Demi esperó en silencio a que le dijera que no y le expusiera sus motivos, que ella conocía tan bien. Pero Niall
se limito a mirarla fijamente, como si intentara leer sus pensamientos.
No le preguntaría por qué había pensado en él. Niall era una estrella del béisbol y todas las agencias lo codiciaban precisamente porque se negaba a prestar su imagen para promocionar ningún producto.
—Es importante para ti —murmuró él. No era una pregunta.
Ella asintió.
—Joe podría ser nuestro mejor cliente. Mi jefe confía en mí para conseguirlo. No me malinterpretes... Voy a conseguirlo con o sin tu ayuda, pero contigo sería mucho más fácil.
Además, tú también sacarías grandes beneficios. Reese pagaría una fortuna por tener a alguien como tú en su campaña publicitaria.
Niall dejó escapar un profundo suspiro.
—Ojalá dejaras este trabajo de una vez. Sabes muy bien que no tienes ninguna necesidad de trabajar ni de demostrar lo que vales, Dems. Y mucho menos a tu familia. Harry, Liam y yo
ganamos más que suficiente para mantenerte. A papá le haría muy feliz que no tuvieras un empleo tan estresante. Está convencido de que, a este paso, tendrás una úlcera antes de cumplir los treinta.
—Ya tengo treinta —le recordó ella con una sonrisa, lo que le ganó una mirada de impaciencia por parte de su hermano—. Dime, Niall, ¿acaso dejarías tú el béisbol porque tus hermanos pudieran mantenerte? Sabes que lo harían.
Niall arrugó el gesto.
—No es lo mismo.
—Ya, ya... Eres un hombre y yo una mujer —dijo ella con una mueca de disgusto—. Te quiero mucho, Niall. Eres el mejor hermano que una chica podría tener. Pero eres un machista de
cuidado.
Él respondió con un bufido, sin rebatir la acusación, y volvió a adoptar una expresión pensativa.
—Supongo que habrás investigado a ese hombre y a su empresa.
Demi asintió. A simple vista Niall podía parecer un tipo superficial al que sólo le interesaban los coches y las mujeres. Pero bajo aquella fachada se escondía un hombre con una sólida conciencia
social.
Muchos lo consideraban un excéntrico o un idiota por rechazar los contratos millonarios que le ofrecían las compañías publicitarias, cuando lo único que tenía que hacer era prestar su nombre e
imagen para promocionar algún producto. Pero la verdad era que Niall investigaba a fondo a todas las empresas que intentaban contratarlo, y hasta el momento ninguna había pasado su
examen crítico.
—Mándame toda la información por e-mail y le echaré un vistazo. Si no encuentro nada raro, estaré dispuesto a escuchar su oferta.
Ella se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla.
—Gracias, Niall. Eres el mejor.
—Supongo que no querrás agradecérmelo limpiando mi apartamento, ¿verdad?
—Antes renunciaría a mi trabajo y dejaría que tú y Harry me mantuvierais —dijo ella, agarrando el trozo de pizza.
—No tienes por qué ser tan dura —se quejó él.
—Pobrecito... ¡Oh, por cierto! Tengo otro favor que pedirte.
Niall la miró con ojos entornados.
—¿Acabas de negarte a limpiar mi casa, además de insultarme, y tienes el descaro de pedirme otro favor?
—¿Qué tal si te busco otra asistenta? Así los dos estaríamos contentos.
Niall la miró con aquella expresión de cordero degollado con la que seguramente derretiría a muchas mujeres. Por suerte, ella era su hermana e inmune a sus encantos.
—Está bien. Búscame a alguien que se atreva a limpiar mi casa y yo te haré ese otro favor, sea cual sea.
—Vaya, qué disposición... y ni siquiera sabes de qué se trata.
—Eso es para que veas lo desesperado que estoy —murmuró él.
Ella se echó a reír.
—Lo único que necesito son dos entradas para el partido inaugural. Quiero llevar a Joe.
—¿Alguna vez te ha dicho alguien lo cara que resultas?
—Eh, espera, espera... Hace un momento estabas dispuesto a mantenerme si dejaba mi trabajo. ¿En qué quedamos?
Noah se puso muy serio.
—Sólo estoy preocupado por ti, Demi. Lo de Nueva York nunca habría pasado si...
Ella levantó una mano para interrumpirlo.
—No quiero hablar de eso.
—Lo siento —se disculpó él, arrepentido—. Asunto olvidado.
Demi  se obligó a tranquilizarse y sonreír.
—¿De verdad le echarás un vistazo a la información que he recogido? Te gustará Reese, ya lo verás. Es un auténtico boy scout y sus empleados lo adoran. Ofrece un plan de seguro médico
excelente, nunca ha despedido a nadie y su negocio no depende de la explotación infantil en el extranjero. ¿Qué más? Contribuye regularmente con generosas donaciones a media docena de
obras benéficas y...
Niall levantó las dos manos en un gesto de rendición.
—Vale, vale, ya veo que es todo un santo. Imposible que el resto de mortales podamos estar a su altura.
—Deja el sarcasmo, ¿quieres?
Niall miró la hora y se levantó con un suspiro.
—Siento tener que irme tan pronto, sobre todo sin haber acabado la pizza, pero... alguien está hablando demasiado. Mándame la información por e-mail y le echaré un vistazo. Y tendrás las
entradas en taquilla.
—Siempre has sido mi hermano favorito —le dijo ella con afecto.
Él le dio un beso en la cabeza y se estiró perezosamente.
—Te llamaré cuando lo haya leído todo.

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