lunes, 13 de octubre de 2014
After the scandal Cap. 5
Miley se recostó en el lujoso asiento de cuero del coche y cerró los ojos, tratando de calmar el errático palpitar de su corazón. Le dolía mucho la cabeza y tenía temblores por todo el cuerpo. No podía negar ese dulce sentimiento de deseo que se había apoderado de ella cuando él la había tomado en sus brazos, y cuando la había mirado como si quisiera besarla. ¿Besarla?
Seguramente quería darle una buena sacudida… Debía de odiarla mucho…
Igual que ella a él.
En realidad, esa respuesta física tan explosiva debía de ser producto del cansancio. No podía ser a causa de Nick. ¿Cómo iba a serlo si él daba por hecho que era culpable, si la trataba como si fuera escoria? Esa arrogancia fría la incendiaba por dentro, la hacía querer volver a ser esa adolescente rebelde y reaccionaria. De repente añoraba aquellos tiempos en los que llamaba la
atención de la prensa poniéndose ropa desarrapada, dependiendo de su estado de ánimo, y fingía estar borracha cuando no lo estaba… Hacía tiempo que había dejado todo eso atrás. Hacía tiempo que había elegido vivir según sus propias expectativas, y no según las de los demás. Sin embargo, sabía que jamás podría escapar del todo de la sombra de sus padres. Trish, su madre, había llegado a Inglaterra sin un centavo, y Billy Ray Cyrus, su padre, era
un rudo chaval de Norfolk con talento musical, sed de triunfo y de mujeres.
Ambos habían sabido aprovechar la fama y la atención mediática, y tras el nacimiento de Miley, simplemente la habían añadido a su modo de vida, encasquetándosela a cualquiera que no estuviera trabajando en ese momento y tratándola como un accesorio de moda mucho antes de que esa tendencia estuviera en boga entre los ricos y famosos. Los flashes de las cámaras y la atención constante solían asustarla de niña, pero nada de eso la había frenado a la hora de hacer uso de su propio talento para abrirse camino en el mundo de la interpretación.
Suspirando, y deseando que ese día infernal terminara cuanto antes, se volvió hacia la ventanilla y se dedicó a contemplar el paisaje que llevaba tanto tiempo sin ver. Desafortunadamente, las filas de escaparates y casas victorianas hacían latir con más fuerza su corazón.
No pudo evitar cerrar los ojos. Lo único que se oía era el sonido de las teclas del teléfono de Nick. Un montón de preguntas parpadeaban como anuncios de neón en su cabeza, pero sabía que él no estaría dispuesto a contestarle. Durante una fracción de segundo contempló la idea de sacar el guion que llevaba en el bolso y que había prometido leer, pero eso le agravaría el dolor de
cabeza, así que prefirió no hacerlo. Además, tampoco tenía muchas ganas de leerlo… No tenía intención de participar en una producción teatral sobre sus padres, por muy talentoso que fuera el director. Lo último que necesitaba era darle más tema de conversación a los cotillas del gremio cinematográfico.
¿Cómo iba a hacer de su madre en una obra?… Había aceptado leer el guion por hacerle un favor a un amigo.
Hizo una mueca al imaginarse la cara de Nick de haber sabido lo que llevaba en el bolso. Sin duda le hubiera dicho que era el papel idóneo para ella; una modelo drogadicta y perdida, suplicándole amor y atención a un hombre que probablemente habría puesto la palabra «playboy» en el diccionario.
En realidad era bastante irónico. El único hombre al que alguna vez había creído amar era un playboy de libro, como su padre… aunque tampoco había llegado a comprender muy bien por qué Nick tenía esa reputación con diecisiete años de edad. Por aquel entonces, solo sabía que las mujeres caían a sus pies como moscas, pero tampoco se había preguntado por qué.
Retrospectivamente, no obstante, no podía sino estarle agradecida por haber rechazado sus insinuaciones en aquella ocasión. De no haberlo hecho, se hubiera convertido en una más de una larga lista, y, si se parecía en algo a su madre, eso hubiera significado un enamoramiento fatal.
Miley se quitó la gorra y se frotó la frente. Miró a Nick un instante. Este estaba escribiendo con bolígrafo rojo sobre un documento que estaba leyendo.
–Supongo que no te llevarás una decepción si no me apetece entablar conversación en este momento, ¿no? –le preguntó en un tono inocente, sonriendo de oreja a oreja.
Él la miró como si tuviera dos cabezas.
–Lo superaré.
De repente se sintió sin fuerzas. Ya no tenía ganas de discutir con él, y hubiera sido mejor ignorar esa pequeña provocación del todo. No debería haberle aguijoneado. Nunca era buena idea molestar a un tigre mientras dormía… Se inclinó contra el reposacabezas y cerró los ojos. El aroma masculino de la chaqueta de Nick la envolvía… Fingir que todo aquello no estaba pasando era misión imposible.
Cuando Nick levantó la vista de nuevo, vio que ella se había quedado dormida. Parecía tan frágil, embutida en aquella enorme chaqueta. Su cabello rubio se derramaba sobre la oscura tela como una tela de araña dorada.
Cuando se la devolviera olería a ella… Tendría que lavarla rápidamente.
Nick frunció el ceño. Se suponía que tenía que concentrarse en el trabajo.
Pero su trabajo no era sacarla del lío en el que se había metido. Su trabajo, si se le podía llamar así, era mantenerla libre hasta la boda de Demetria y encontrar información que le llevara a arrestar a alguien, a ella o a cualquier otro. No estaba allí para hacer amistad con ella, ni para hacer promesas vacías, ni tampoco para besarla. Sacudió la cabeza. A lo mejor se había excedido un poco involucrándose en el asunto. Stuart, el amigo y colega que le
había ayudado a encontrar un agujero en la legislación para que la soltaran, se lo había dicho muy claramente.
–¿Estás seguro de que sabes lo que haces, jefe? –le había preguntado, después de sellar el acuerdo.
–¿Alguna vez has necesitado hacerme esa pregunta? Su amigo había arqueado una ceja y Nick había entendido lo que se avecinaba.
–Nunca. Pero, si es culpable y la gente empieza a cuestionar tu implicación en el caso, podrías arruinar tu carrera, por no mencionar el hecho de que podrías arrastrar por el fango el nombre de tu familia, otra vez.
–Sé lo que me hago –le había dicho él, pero no era cierto.
Sin embargo, no quería saber nada de drogadictos. Su madre lo había sido,
aunque no era consumidora social, como Miley y su pandilla.
Su madre solía atiborrarse de pastillas para controlar la dieta, la depresión y cualquier otra afección. Al final había terminado estampando su coche contra un árbol. Nunca había sido una mujer fácil de amar; una dependienta con miras altas… Se había casado con su padre por el título y, por lo que él sabía, se había pasado media vida quejándose de que su marido trabajaba demasiado y
de que era demasiado vieja para su gusto. Su padre había hecho todo lo que había podido, pero no había sido suficiente al final. Ella le había abandonado después de una terrible pelea que hubiera deseado no haber oído jamás. Su padre se había quedado destrozado… Nick soltó el aliento con
brusquedad. Tenía treinta y dos años y estaba en la flor de la vida. Era dueño de un bufete internacional y tenía propiedades por todo el planeta, buenos amigos y suficiente dinero para vivir varias vidas. Su vida estaba un poco desordenada, no obstante, pero tampoco sabía muy bien cómo ponerle remedio.
Demi decía que era porque escogía a las mujeres inadecuadas, y que, si alguna vez salía con alguien que merecía la pena, terminaba la relación antes de que empezara.
Tampoco andaba tan desencaminada su hermana… La experiencia le había enseñado que después de un tiempo las mujeres empezaban a esperar más de un hombre, empezaban a hablar de amor y de compromiso.
Una modelo con la que había salido durante un tiempo había acabado vendiendo su historia a los tabloides y desde ese día sus aventuras se habían vuelto cortas y dulces…
Miley emitió un sonido mientras dormía. Nick la miró.
Su cabeza batía contra el cristal de la ventanilla. De pronto gimió y se puso erguida, soñando todavía. Eso no podía ser bueno para el dolor de cabeza, pero a él le daba lo mismo.
Sin embargo, justo cuando su cabeza iba a golpear el cristal una vez más, se movió hacia ella y la apoyó contra su hombro, rodeándola con el brazo. Ella volvió a gemir… tenía el ceño fruncido.
Nick masculló un juramento. Soltó el aliento y le acarició la frente.
Cinco minutos… Le daría cinco minutos y después se apartaría… Veinte minutos después, justo cuando iba a desenredar los dedos de su pelo enmarañado, el chófer les dijo que habían llegado.
–Llévanos a la entrada principal, Bert –dijo Nick, tratando de despertar a Miley.
Ella se frotaba la mejilla contra la palma de su mano… Era una mujer espectacular. Eso no podía negarlo. ¿Cómo era posible que alguien tan hermoso pudiera dejarse consumir por las drogas? Según Demi, era una persona sensata y reservada, y tenía los pies en la tierra… «Y él era el Mago de Oz…», pensó Nick, con sarcasmo.
–¿Se encuentra bien, jefe? –le preguntó Bert, preocupado.
El coche había vuelto a detenerse, pero él no se había dado cuenta.
–Nunca he estado mejor –salió del coche y la tomó en brazos.
Ella se movió, pero no se despertó. Debía de estar exhausta.
Un guardia de seguridad les abrió la puerta de cristal que daba acceso a su edificio. El hombre no parecía haberse sorprendido en lo más mínimo al verle entrar con una mujer inconsciente en brazos.
–Buenas tardes, señor.
Nick le devolvió el saludo con un gesto.
Al salir del ascensor, se dirigió hacia su despacho con la vista al frente. Al pasar por delante de su secretaria le lanzó una mirada que no admitía preguntas… La joven corrió a abrirle la puerta.
–No me pases llamadas, Kate –le dijo, cerrando la puerta con el talón.
Dejó a Miley con suavidad sobre un sofá de cuero blanco y ella se hizo un ovillo de inmediato…
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AAAWWW ME ENCANTO
ResponderEliminarEN REALIDAD ME ENCANTARON TODOS LOS CAPITULOS
ME PUSE AL TANTO CON LAS NOVES
MUERO POR LEER LO QUE PASARA EN TODAS ELLAS
SUBE PRONTO
BESOS
Siguela!! No nos dejes con la duda <3
ResponderEliminarNo te olvides tus admiradoras :3