lunes, 13 de octubre de 2014

Billionaire's contract engagement Cap. 2



Joe Reese se aflojó la corbata al entrar en la suite del hotel. Arrojó la chaqueta sobre una silla y dejó los zapatos y los calcetines en el dormitorio. Miró fugazmente el ordenador portátil que lo esperaba en la mesa, pero por una vez no le apetecía trabajar. Estaba demasiado nervioso pensando en Demi Taylor.
La hermosa, seductora y distante Demi Taylor.
Su cuerpo había reaccionado en cuanto la vio aparecer en el salón de baile, y seguía en tensión mucho después de haberla perdido de vista. Aún le parecía estar sintiendo su piel bajo los dedos y
oliendo su exquisita fragancia. Se había atrevido a tocarla, pero quería hacer mucho más que eso.
Quería saciar todos sus sentidos con ella, colmarse con su cuerpo, oír sus gemidos de placer.
Quería deslizar la mano entre sus hermosas piernas, separarle los muslos y pasarse toda la noche haciéndole el amor. Con una mujer como Demi no se podía ir deprisa. Había que conocerla palmo
a palmo y descubrir sus zonas más erógenas.
La fijación que tenía con ella era del todo inexplicable. Él no vivía como un monje, ni mucho menos. Tenía todo el sexo que pudiera desear y nunca le faltaban amantes; sin embargo, algo le decía que con Demi sería una experiencia incomparable. La clase de experiencia por la que un hombre estaría dispuesto a vender su alma.
Era una mujer arrebatadoramente hermosa. Alta, aunque no demasiado, con una larga melena rojiza que solía llevar descuidadamente recogida. Joe deseaba arrancarle aquella maldita
horquilla y ver cómo se derramaban sus sedosos cabellos por la espalda. O mejor aún, sobre él mismo mientras hacían el amor.
Maldijo en voz baja ante la reacción que aquella imagen provocó en su cuerpo. De nada le serviría una ducha helada. Ya se había dado demasiadas durante las últimas semanas y no había forma de apagar su deseo.
Tal vez lo más fascinante de Demi fueran sus ojos. A veces parecían de color azul, pero en realidad eran verdes. Muy verdes y muy brillantes.
Una parte de él se preguntaba por qué una mujer tan atractiva no había intentado seducirlo para conseguir un contrato de publicidad. En la fiesta de aquella noche había recibido dos
proposiciones, y aunque a él no le hubiera importado aceptarlas, era con Demi con quien quería acostarse. Pero ella, en vez de abordarlo, había esperado a que fuera él quien se acercara. Una
jugada muy astuta, pues él había acabado haciéndolo.
El pitido de su BlackBerry lo sacó de sus fantasías y lo devolvió bruscamente al presente. Se miró con enojo el bulto de la entrepierna y sacó el móvil del bolsillo.
Era su madre. Joe no estaba de humor para hablar con nadie de su familia, pero quería mucho a su madre y no podía ignorarla. De modo que suspiró con resignación y aceptó la llamada.
—Hola, mamá.
—¡Joe! Cuánto me alegro de dar contigo... Últimamente estás muy ocupado.
El tono de preocupación y reproche era inconfundible.
—Los negocios no se dirigen solos —le recordó él.
Su madre emitió un resoplido de exasperación.
—Eres igual que tu padre.
Joe puso una mueca de desagrado. No era la clase de cosas que más le apeteciera oír.
—Te llamo para asegurarme de que no has olvidado lo de este fin de semana. Para Kevin es muy importante que estés allí.
Siempre que se hablaba de su hermano su madre parecía particularmente inquieta.
—¿Cómo puedes pensar que voy a ir a su boda? —preguntó en tono suave. Lo único que le importaba a Kevin era que Joe estuviese presente para ver su triunfo.
Su madre volvió a hacer un ruido de desaprobación.
—Ya sé que no es fácil para ti, pero ¿no crees que deberías perdonarlo? Es evidente que él y Selena están hechos el uno para el otro. Sería muy bonito que la familia volviera a reunirse al
completo.
—¿Que no es fácil, dices? No es fácil ni difícil, mamá. Me da igual que estén juntos o que vayan a casarse. Simplemente, no tengo tiempo ni ganas de asistir a la boda.
—¿Y no podrías hacerlo por mí? —le suplicó ella—. Por favor, Joe. Sólo quiero ver a mis hijos bajo el mismo techo, aunque sólo sea por una vez.
Joe se sentó en la cama y se rascó la nariz. Si lo hubiera llamado su padre, no habría tenido el menor problema en negarse. Y si lo hubiera llamado el propio Kevin, hubiera pensado que era
una broma. Su hermano no lo llamaba para nada desde que Joe los mandó al infierno a él y a su novia.
Pero era su madre quien lo había llamado. La pobre siempre había estado en medio del conflicto que Joe mantenía con su padre y con Kevin.
—Está bien, mamá. Iré. Pero llevaré a alguien conmigo, si no te importa.
—¡Joe! —exclamó su madre, y Joe se la imaginó sonriendo de oreja a oreja—. ¡No me habías
dicho que estuvieras saliendo con alguien! Claro que puedes traerla... Estaré deseando conocerla.
—¿Puedes enviarle los detalles a mi secretaria para que se ocupe de todo?
Su madre suspiró.
—¿Por qué no me extraña que no tengas el e-mail?
Porque Joe lo había tirado inmediatamente a la basura, aunque no se le ocurriría decírselo a su madre.
—Mándaselo a Vickie. Te veré el viernes... Te quiero —añadió al cabo de una breve pausa.
—Y yo a ti, hijo mío. Me alegro mucho de que vengas.
Joe acabó la llamada y se quedó mirando el móvil. El viernes... Maldición. Era el día que había quedado con Demi.
Lo había planeado todo meticulosamente, entre otras cosas para no parecer excesivamente ansioso. Había jugado con las miradas a distancia, y en consecuencia se había pasado bastante rato bajo la ducha helada. Era increíble que no le hubiese dado hipotermia.
Y ahora, después de tantos planes y sufrimiento, iba a tener que cancelarlo todo porque su madre estaba empeñada en que viera a la mujer con la que tendría que haberse casado él en vez de su hermano menor.
Tenía que encontrar una acompañante. A ser posible una mujer que convenciera a su madre de que él ya había superado lo de Selena. En realidad, lo había superado desde que ella lo dejó por su hermano, cuando Kevin ocupó el puesto de director general en la empresa de joyería de su familia.
Selena prefería el glamour y el lujo de las joyas que la imagen atlética y sudorosa de la empresa de Joe. Si se hubiera molestado en indagar un poco, habría visto que los ingresos de Joe eran
muchísimo más cuantiosos que los de la joyería de su padre. Y sólo le habían hecho falta unos cuantos años para conseguirlo.
Su madre tal vez no lo creyera, pero Joe le estaba agradecido a su hermano por ser un estúpido egoísta. Kevin sólo quería a Selena porque antes había sido de Joe. Gracias a esos celos enfermizos, Joe había escapado por los pelos del mayor error de su vida.
Pero eso no significaba que le apeteciera ver a su padre y a su hermano. Por desgracia había  accedido a ello, y ahora necesitaba urgentemente una pareja.
Sacudió la cabeza y empezó a examinar la lista de direcciones en su BlackBerry. Había limitado las opciones a tres mujeres cuando la solución lo asaltó de repente.
Era una idea brillante, y él había sido un idiota por no haberlo pensado antes. La solución perfecta a sus problemas. A todos sus problemas...
Una sonrisa de satisfacción curvó sus labios. Tal vez la boda de su hermano no fuera tan horrible, después de todo...

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