Los buitres estaban al acecho.
Demi Taylor observaba el atestado salón de baile. La recaudación de fondos debería ser una ocasión para relajarse y disfrutar, pero los negocios estaban en la mente de todos los allí presentes.
Al otro lado de la sala, Joe Reese destacaba con su imponente presencia entre un numeroso grupo de personas. Parecía sentirse en su elemento, como lo demostraba la arrebatadora sonrisa que lo hacía aún más atractivo.
Ser tan apuesto debería ser un delito. Alto, fuerte y curtido, era la clase de hombre al que le sentaría como un guante la ropa deportiva que la empresa de Joe diseñaba y vendía. Un aura de seguridad y poder lo rodeaba, y a Demi no había nada que más le gustase que un hombre seguro de sí mismo.
Las prolongadas miradas que se habían lanzado mutuamente durante las últimas semanas hacían imposible no fantasear con lo que podría ocurrir entre ellos...
Si él no fuese un cliente potencial al que Demi deseaba ganar a toda costa.
Su jefe y la empresa confiaban en ella para conseguirlo, pero Demi tenía muy claro que jamás se acostaría con un hombre por interés.
Apartó la mirada de Joe Reese antes de quedarse embobada. Llevaban simulando un baile muy delicado el uno alrededor del otro desde que Joe rescindiera el contrato con su última agencia de publicidad. Él sabía que ella lo deseaba... en el sentido profesional de la palabra, naturalmente. Quizá también supiera que le gustaría tenerlo desnudo en su cama, pero Demi no iba a dejarse llevar por sus fantasías. Al menos no en aquel momento ni lugar.
La cuestión era que cada que vez que una gran empresa como Reese Enterprises despedía a sus publicistas, se abría la veda y todas las demás agencias se lanzaban como una jauría de perros
hambrientos. Era una competición despiadada en la que Demi debería estar participando, pero algo le decía que Joe Reese se divertía con aquella clase de atenciones.
—Me alegro de que hayas podido venir, Demi. ¿Has hablado ya con Reese?
Demi se volvió hacia su jefe, Nick Maddox. No tenía ninguna copa en la mano y no parecía encontrarse muy satisfecho de estar allí.
—¿Tú con esmoquin? —le preguntó ella, arqueando una ceja—. Vaya, Nick... ¿Cómo consigues mantener a las mujeres a raya?
Él respondió con un gruñido y una mueca de disgusto.
—Déjate de bromas, Demi. He traído a Miley conmigo.
Demi miró por encima del hombro de Nick y vio a su bonita ayudante a unos pocos metros.
Miley también la miró y Demi la saludó con una sonrisa.
—Estás muy guapa —le gesticuló con los labios.
Miley le devolvió la sonrisa y agachó tímidamente la cabeza, pero no antes de que Demi pudiera ver el rubor de sus mejillas.
Nick hizo un gesto impaciente hacia Joe.
—¿Qué haces aquí parada si Joe Reese está allí? —recorrió la sala con la mirada y su expresión se endureció visiblemente—. Debería haber imaginado que ese viejo sinvergüenza estaría aquí...
Demi siguió la dirección de su mirada y vio a Athos Roteas siendo el centro de atención a escasa distancia de Joe. Jamás lo admitiría en voz alta delante de Nick, pero la ponía muy nerviosa ver
al dueño de Golden Gate Promotions intentando acaparar a Joe Reese. Roteas no sólo le había robado unos cuantos clientes a Maddox Communications, sino que había emprendido una feroz
campaña de difamación contra la empresa. Demi no se sorprendía en absoluto por el juego sucio de su rival. Todos sabían que Roteas era un hombre despiadado que haría cualquier cosa por conseguir su objetivo.
—Es normal —murmuró Demi—. Sus publicistas están intentando ganarse a Joe.
—¿Hay alguna razón por la que tú no estés haciendo lo mismo?
Ella le puso una mano en el brazo. Sabía lo importante que era para Nick y para la empresa ganar a un cliente como Joe Reese.
—Tienes que confiar en mí, Nick. Conozco bien a Joe. Sabe que estoy interesada y será él quien acabe buscándome. Estoy completamente segura.
—¿En serio? No olvides que Maddox Communications es una empresa pequeña y que no podemos permitirnos seguir perdiendo clientes. Un contrato con Joe Reese garantizaría que todo
nuestro personal conservaría su empleo.
—Ya sé que estoy pidiendo mucho —dijo Demi en voz baja—. Pero no puedo acercarme a él e intentar seducirlo —señaló a las mujeres que rodeaban a Joe. Ninguna ocultaba hasta dónde
estaría dispuesta a llegar con tal de firmar el ansiado contrato—. Es lo que él espera, y tú sabes mejor que nadie que no puedo hacerlo. Quiero conseguir este contrato gracias a mi inteligencia y no por mi cuerpo, Nick. Me he pasado días y noches preparando la estrategia, y sé que puedo conseguirlo.
Nick la miró con un brillo de respeto en los ojos. A Demi le encantaba trabajar para él. Era un hombre muy duro y exigente, y también la única persona a la que ella le había contado lo que
realmente pasó en su último trabajo como publicitaria en Nueva York.
—No espero otra cosa de ti, Demi —le dijo con voz amable—. Espero no haberte dado una impresión equivocada.
—Tranquilo. Agradezco tu confianza más de lo que imaginas. Te prometo que no voy a defraudarte. Ni a ti ni a Maddox Communications.
Nick se pasó una mano por el pelo y volvió a mirar a su alrededor con ojos cansados. Era cierto que trabajaba muy duro y que la empresa lo era todo para él, pero en los últimos meses habían
aparecido más arrugas en su rostro. Demi quería ofrecerle el contrato con Joe Reese para agradecerle su ayuda y confianza. Nick había creído en ella cuando todo el mundo le había dado
la espalda.
—No mires ahora, pero Joe viene hacia acá. ¿Por qué no te llevas a Mileye a bailar o a tomar una copa?
Nick se dio la vuelta rápidamente y desapareció entre los invitados.
Demi tomó un sorbo de vino y adoptó una actitud despreocupada mientras sentía aproximarse a Joe. Era imposible no advertir su presencia. El cuerpo de Demi experimentaba una considerable
subida de temperatura cada vez que Joe estaba cerca de ella.
—Demi —la saludó él.
Ella se volvió con una sonrisa de bienvenida.
—Hola, Joe. ¿Te lo estás pasando bien?
—Ya sabes que no.
Ella arqueó una ceja y lo miró por encima de la copa.
—¿Lo sé?
Joe se giró para agarrar una copa de la bandeja que portaba un camarero y volvió a centrar toda su atención en ella. Su mirada era tan intensa y penetrante que parecía estar desnudándola delante de toda aquella gente. Sus bonitos ojos la devoraban implacablemente, traspasando el sencillo vestido de noche que Demi había elegido y haciendo que la sangre le hirviera en las venas.
—Dime una cosa, Demi. ¿Por qué no estás intentando convencerme de que tu agencia de publicidad es lo que mi empresa necesita para llegar a la cima, igual que están haciendo el resto de pirañas hambrientas?
Demi le ofreció una sonrisa.
—¿Tal vez porque ya estás en la cima?
—¿Te gusta jugar con las palabras?
La sonrisa de Demi desapareció al instante. Lo último que quería hacer era intentar seducirlo.
Desvió brevemente la mirada hacia los demás publicistas, quienes no les quitaban la vista de encima a ella y a Joe.
—No estoy tan desesperada, Joe. Sé que soy buena en lo que hago y que no hay unas ideas mejores que las mías para tu campaña publicitaria. ¿Eso me convierte en una arrogante? Puede ser. Pero no necesito venderte un montón de tonterías. Lo único que necesito es tiempo para demostrarte lo que Maddox Communications puede hacer por ti.
—Lo que tú puedes hacer por mí, Demi —corrigió él.
Demi abrió los ojos como platos ante la descarada insinuación, pero Joe se apresuró a aclararla.
—Si la idea es tuya y es tan brillante como dices, no estaría confiando en Maddox Communications, sino en ti.
Ella frunció el ceño y aferró con fuerza la copa de vino. De repente sentía que estaba en desventaja, y confió en que Joe no advirtiera sus nervios.
—No ha sido una proposición, Demi —la tranquilizó él, obviamente percatándose de su incomodidad—. Si lo fuera, te aseguro que te darías cuenta de la diferencia...
Levantó una mano y le trazó una línea con el dedo por la piel desnuda del brazo. Demi fue incapaz de sofocar un escalofrío y de impedir que se le pusiera la carne de gallina.
—Quería decir que si finalmente firmase un contrato con Maddox Communications, no querría que me dejaras en manos de algún publicista novato. Insistiría en que fueras tú quien supervisara
la campaña a todos los niveles.
—¿Y piensas firmar un contrato con Maddox Communications? —le preguntó ella con voz ronca.
Los verdes ojos de Joe brillaron de regocijo. Bebió un poco de vino y volvió a mirar fijamente a Demi.
—Sólo si tu propuesta me parece la mejor de todas. Golden Gate Promotions tiene buenas ideas, y las estoy estudiando.
—Eso es porque aún no has visto las mías.
Joe volvió a sonreír.
—Me gusta la seguridad que demuestras... Nada de falsa modestia. Estoy impaciente por ver lo que has pensado, Demi Taylor. Tengo el presentimiento de que vuelcas en tu trabajo toda esa pasión que arde en tus ojos. Nick Maddox tiene mucha suerte al contar con una empleada como tú. Me pregunto si es consciente de ello...
—¿Pasamos a la siguiente fase? —le preguntó ella en tono ligero—. Tengo que admitir que me ha gustado verte rodeado de pirañas, como tú las llamas.
Él dejo la copa en una mesa cercana.
—Baila conmigo y hablaremos de las citas pertinentes.
Demi entornó los ojos, pero él arqueó una ceja en una expresión desafiante.
—También he bailado con otras mujeres de Golden Gate Promotions, San Francisco Media...
—Está bien, está bien —lo interrumpió ella—. Ya lo entiendo. Estás seleccionando a la mejor pareja de baile.
Él soltó una carcajada tan sonora que atrajo la atención de varias personas, y Demi tuvo que reprimirse para no salir huyendo. Odiaba ser el centro de las miradas, algo con lo que Joe no parecía tener el menor problema. Qué estupendo debía de ser no tener que preocuparse por las opiniones ajenas. Gozar de una reputación intacta y no haber sido la injusta víctima de venganzas absurdas. Pero los hombres rara vez sufrían casos como el suyo. Era siempre la mujer la que soportaba la difamación y la crítica.
Al no poder escabullirse discretamente de la fiesta, dejó la copa en la mesa y permitió que Joe la llevara a la pista de baile.
Por suerte, él no la estrechó ni la apretó contra su cuerpo. Cualquiera que los mirase no podría encontrar la menor falta de decoro. No parecían amantes, pero Demi sabía que ambos lo estaban pensando. Podía ver el deseo en los ojos de Joe, igual que él podía verlo en los suyos.
No estaba acostumbrada a ocultar sus emociones, tal vez porque había sido la única chica en una casa llena de hombres en la que siempre la habían tratado como a una joya delicada y
preciosa.
Todo sería más fácil si pudiera disimular lo que sentía por aquel hombre. Así no tendría que preguntarse si Joe le estaba dando una oportunidad porque pensaba que ella se la merecía o si sólo pensaba en acostarse con ella...
—Relájate —le murmuró él muy cerca del oído—. Piensas demasiado.
Ella se obligó a hacerle caso e intentó seguir el ritmo de la música. Era difícil, pues estaba bailando con un hombre cuya sola imagen bastaba para dejarla sin aliento.
—¿Qué te parece la semana que viene? El viernes estoy libre.
Demi volvió bruscamente a la realidad, y por unos instantes no supo de qué le estaba hablando, «¿Y ella se consideraba una profesional?»
—Estaba pensando que podríamos tener una reunión informal en la que me expusieras tus ideas. Si me interesa, podríamos resolver el asunto en tu misma oficina. Así nos ahorraríamos mucho tiempo y molestias en caso de que no me seduzcan tus ideas.
—Claro. El viernes me viene fenomenal...
La música acabó, pero él no la soltó y la sostuvo un poco más. Sin embargo, Demi estaba tan aturdida por la intensidad de su mirada que no pudo formular ninguna excusa.
—Mi secretaria te llamará con la hora y el sitio.
Le agarró la mano y se la llevó a los labios. El cálido roce de su boca en el dorso le desató una descarga de placer por la columna.
—Hasta el viernes.
Demi se quedó sin palabras, viendo cómo Joe que se alejaba. Fue inmediatamente engullido por una jauría de ávidos publicistas, pero entonces se giró hacia ella, se sostuvieron mutuamente la mirada y los labios de Reese se curvaron en una media sonrisa.
Lo sabía. Sabía que ella lo deseaba. Habría que ser idiota para no darse cuenta, y Joe Reese era de todo menos idiota. Era un hombre listo, ambicioso y con fama de ser implacable. El cliente perfecto.
Demi se dirigió hacia la salida. Había acabado allí y no tenía ningún motivo para quedarse. No tenía el menor interés en escuchar los rumores que hubiera suscitado el baile con Joe.
Pasó junto a Nick y Miley. Su jefe no dijo nada, pero arqueó una ceja interrogativamente. Sin duda la había visto bailar con Joe, a quien seguramente llevaba observando toda la noche. Era
una lástima que sólo tuviera ojos para su futuro cliente, porque Miley estaba realmente preciosa con su vestido negro.
—El viernes —le dijo Demi en voz baja— tendremos una cita informal para que le cuente mis ideas. Si le gustan, concertaremos otra cita en la empresa.
Nick asintió con un brillo de satisfacción en los ojos.
—Buen trabajo, Demi.
Ella sonrió y siguió andando hacia la puerta. Tenía mucho que hacer hasta el viernes.
hola....disculpa que no pude publicar antes...pero recien me puedo poner a leer las noves y esta me parecio....PERFECTA....y eso que recien empieza...
ResponderEliminarPLEASE, PLEASE, PLEASE...siguelaaaaaaaaaaaaaaa..!"!!!
bye besitos...
espero los nuevos capis de la nove jemi..!!!