domingo, 28 de agosto de 2011

"Darling enemy" Niley♥ cap.3


Pasó junto a dos compañeros de clase, que estaban charlando sentados en el césped, y estaba esbozando una débil sonrisa a modo de saludo, cuando una mano la agarró del brazo y la hizo girarse, arrastrándola bajo la sombra de un roble cercano.

—¿Huyendo de nuevo? —la increpó Nick, mirándola fijamente—. No es una reacción muy madura que diganimos.
— Se llama instinto de supervivencia; me pones tan furiosa que se me olvida que debo comportarme como una señorita... —le espetó ella, secándose una lágrima con fiereza—. Oh, perdona, ya no me acordaba que, según la elevada opinión que tienes de mí, ni siquiera merezco ese título —añadió con sarcasmo.
Nick no contestó a eso.
—Selena está en la residencia, llorando a lágrima viva —le dijo con aspereza—, y yo no he hecho cientos de kilómetros para disgustarla.
— Disgustar a la gente es algo que siempre se te ha dado bien —le respondió Miley, apartando la vista—. No has hecho otra cosa más que atacarme durante estos cinco años —le recordó—. Y, para tu información — añadió acalorada —  si te miraba cuando iba al rancho era por aprehensión, porque estaba preguntándome cuándo saltarías, no porque tuviera intención de seducirte.
—¿De veras? Pues la impresión que a mí me dio la última vez que estuviste allí, por Semana Santa, fue muy distinta —apuntó él.
Una sonrisa insolente se dibujó en sus labios al ver que la joven enrojecía.
Miley, que no quería recordar el modo en que había hecho el ridículo, lo miró airada y le dio la espalda, cruzándose de brazos.
—Dime, ¿cuánto tiempo te ha llevado perfeccionar esa pose de inocencia? —le preguntó Nick, poniéndose frente a ella.
—Oh, años —le contestó Mile sarcástica.
Nick alzó la barbilla y la miró con arrogancia.
—Pues tal vez con otros te funcione, pero no conmigo. No me creo que hayas llegado hasta donde has llegado en el mundo de la moda sin haber hecho ciertas... «concesiones» Jamás me convencerás de lo contrario.
—¿Por qué iba a molestarme siquiera en intentarlo? —replicó ella—. Al fin y al cabo tú nunca te equivocas, ¿verdad?
—Raras veces —farfulló él sin ninguna modestia—, y hasta ahora todavía no me he equivocado con ninguna mujer — añadió.
—Pues conmigo te equivocas, y no sabes nada de los trabajos que hago como modelo —le espetó Miley.
—Sé más de lo que crees —la corrigió él —  porque tenemos un conocido común.
Teddi dejó pasar esa enigmática respuesta, y volvió al camino, diciéndose que ya le había concedido demasiado tiempo.
—Es de muy mala educación marcharse sin despedirse —la pinchó Nick, llendo tras ella.
—Oh, vaya, usted perdone, señor Jonas — dijo Miley, riéndose con ironía—. Pues adiós. Aún no he desayunado, y estoy segura de que en el comedor encontraré a alguien a quien mi presencia no le resulte tan indigna; Porque, aunque no lo creas, hay gente que no me ve sólo como una portada de revista que anda y habla.
—Pobres inocentes...
Miley le lanzó una mirada airada.
—Piensa lo que quieras. No me importa. Pero no era cierto.
Por supuesto que le importaba. De hecho, aunque nunca lo había conseguido, siempre había tratado de llevarse bien con él, siempre le había dado otra oportunidad. Sólo después del vergonzoso incidente de Semana Santa había decidido que aquello no tenía remedio.
—Al menos podríamos desayunar los tres juntos—le dijo Nick inesperadamente, como intentando aplacarla—: Nick, tú y yo.
—Gracias, pero no —respondió ella—. No creo que pudiera comer preguntándome si espolvorearás arsénico sobre mis huevos revueltos cuando me despiste.
Nick no pudo evitar echarse a reír.
— Dios... eres incapaz de enterrar el hacha de guerra, ¿verdad? ¿Te defiendes siempre con esa ferocidad?
Miley se encogió de hombros sin mirarlo.
— He tenido que luchar la mayor parte de mi vida para salir adelante.
—Oh, claro, lo olvidaba... la pobre huerfanita...—farfulló él sin poder reprimirse.
La joven le lanzó una mirada de desprecio.
—Quería a mis padres —le espetó dolida—. No tienes sentimientos.
Nick tuvo la decencia de mostrarse incómodo consigo mismo, pero sólo un instante.
—Tal vez haya sido un golpe bajo, pero tú acabas de devolvérmelo, haciendo que me sienta como un canalla.
—¿Qué esperabas que pusiera la otra mejilla? — respondió ella sin vacilar—. No soy una mártir.
— Ya veo —murmuró él—. En ese caso, la próxima vez tendré que asegurarme de estar preparado para contraatacar.
—Haces que suene como si esto fuera un juego para ti —gruñó Miley contrariada.
—Oh, no, dejó de serlo hace tiempo... —replicó Nick con la vista al frente, fija en el edificio del comedor— en Semana Santa, para ser más exactos.
Teddi se sonrojó ligeramente, odiándolo por recordarle lo que «casi» había ocurrido.
—Debería haberte tomado allí mismo, en el establo, en vez de apartarte —le dijo Nick con voz ronca.
Ella se cruzó de hombros, y miró hacia otro lado.
—Estaba... pensando en otra persona —mintió para salvar su maltrecho orgullo.
Las facciones de Nick se endurecieron.
—Y los dos sabemos en quién, ¿no es cierto?
Teddi no comprendió a qué se refería, pero estaba demasiado irritada como para preguntarle, y en ese momento sólo pensaba en perderlo de vista. Se detuvo a unos metros del comedor y lo miró desafiante.
—No pienso seguir con esta conversación.
Nick se acercó a ella, y Miley se tensó visiblemente, atrayendo las miradas curiosas de los estudiantes que entraban y salían del comedor.
—Están mirándonos —murmuró nerviosa.
—¿Acaso te preocupa que piensen que hay algo entre nosotros? —la picó él con una insolencia pasmosa.
La mano de Miley se precipitó hacia la curtida mejilla del ranchero, pero él le agarró la muñeca antes de que pudiera alcanzarla.
Nick chasqueó la lengua burlonamente, como si su reacción lo divirtiese.
—Qué temperamento... —murmuró—. Deberías vigilarlo. Sólo lograrás atraer aún más la atención de la gente.
— Como si acaso te importara lo que la gente pueda pensar de ti... —masculló Miley—. Debe ser estupendo tener dinero y poder suficientes como para que esas cosas te den igual.
Nick escudriñó su rostro detenidamente antes de volver a hablar.
—Dime, Miley, ¿para qué quieres una licenciatura universitaria?, ¿Acaso estás tratando de demostrar algo? Di, ¿de qué te servirá en tu carrera como modelo?
Miley tiró de su mano, en un intento de liberarse, pero él no se lo permitió.
—Mi trabajo como modelo es sólo temporal — respondió irritada, preguntándose por qué tenía que darle explicaciones—. Cuando termine mis estudios aquí en la universidad pienso buscar empleo como profesora.
—¿Cómo profesora? —repitió él muy sorprendido- ¿Tú?
—Sí, yo. ¿Tan extraordinario te parece? —masculló ella—. Y haz el favor de soltarme de una vez —le dijo con aspereza.
Él desasió su muñeca, pero entrelazó sus dedos con los de Miley y tiró de ella, empezando a caminar de nuevo. El contacto de la fuerte y cálida mano de Nick había dejado sin habla a la joven, que se dejó llevar, con las mejillas arreboladas y la vista en el empedrado.
—Vendrás al rancho con nosotros —le anunció Nick sin darle opción a protestar—. Lo último que necesitas es estar sola en ese maldito apartamento mientras esa atolondrada que tienes por tía va saltando de cama en cama por toda Europa, sin que nadie se ocupe de ti.
Miley sabía muy bien que a Nick no le gustaba su tía, ya que él nunca se había molestado en ocultárselo, y estaba segura de que esa desaprobación se había extendido automáticamente a ella.
—No tienes por qué fingir que te preocupas por lo que pueda ocurrirme —le dijo fríamente—. Hace un rato me ha quedado muy claro que no te importa en absoluto.
Los dedos de Nick apretaron los suyos.
—No quería que oyeras lo que le estaba diciendo antes a Selena —le dijo, bajando la vista hacia ella—. A veces tengo que decirle ciertas cosas para mantener el asunto velado.
Miley parpadeó confundida.
—No comprendo —murmuró.
Nick le sostuvo la mirada con una intensidad tal en sus ojos chocolate, que hizo sentir a la joven ligeramente temblorosa.
Él apretó la mandíbula.
—Nunca lo has hecho —masculló—. Me tienes demasiado miedo como para intentar comprender.
— ¡Yo no te tengo ningún miedo! —replicó ella con los ojos relampagueantes.
—Ya lo creo que sí, y es porque sabes que yo lo querría todo o nada, ¿no es verdad?
Miley sintió que le flaqueaban las piernas al alzar la mirada hacia él, todavía más confundida por sus palabras. Intentó soltar su mano de la de él, pero una vez más, Nick se lo impidió.
—No tienes por qué ponerte nerviosa —murmuró él, esbozando una sonrisa maliciosa—. El que tenga tu mano en la mía no significa nada, es sólo en defensa propia: así no puedes abofetearme como querías hacer antes —añadió, riéndose suavemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario